Natalia Blanc publicó la siguiente nota
en el diario La Nación de Buenos
Aires, el 22 de abril pasado. En ella repasa una serie de cuestiones que hacen
al oficio y plantea un estado de situación.
El traductor, ese escritor que recrea universos ajenos
Una forma
de escritura. Una interpretación de cierta manera de pensar el mundo. El arte
de la "transmigración verbal", según Nabokov. Son definiciones
posibles de la traducción, ese ejercicio literario que propicia el acceso a
obras escritas en otras lenguas y que, sin embargo, ocupa un lugar poco visible
para la mayoría de los lectores. Alrededor de estas cuestiones, y también de la
ley de protección de los derechos del traductor como autor, que espera
tratamiento en el Congreso, gira la muestra Casi lo Mismo, inaugurada el jueves
pasado en el Museo del Libro y de la Lengua. Sobre el proyecto de ley también se
hablará en las II Jornadas de Traducción en el ámbito editorial, organizadas
por la Asociación
Argentina de Traductores e Intérpretes, que se realizan hoy y
mañana en la Feria
del Libro.
"La
traducción no es lo mismo, ni siquiera de otra manera. Es casi lo mismo",
sostienen los organizadores de esta exposición, que tiene tres ejes: una
exhibición de libros clásicos de géneros variados, textos comparados, videos y
juegos interactivos; un archivo digital con testimonios de traductores y
escritores; charlas, proyecciones y espectáculos. Abierta hasta el 26 de julio,
los jueves, a las 18, tendrá lugar el ciclo "Pequeño escenario de
lecturas". El 11 de junio Cristina Banegas interpretará Molly, su versión
del monólogo de Molly Bloom del último capítulo de Ulises, de Joyce.
"Soy
traductor. Profesional. Esto quiere decir que traduzco varias páginas la mayor
parte de los días de mi vida y que, como todo lo que uno hace habitualmente por
necesidad o elección, traducir se me ha vuelto un hábito, incluso una
dependencia que no se alivia escribiendo, por más que me considere
escritor", dice Marcelo Cohen en el inicio de "Música prosaica",
uno de los cuatro ensayos sobre la traducción que integran el libro homónimo
publicado en 2014 por Entropía. En esos textos, Cohen cuenta las dificultades
que tuvo como traductor al español para lectores de España. "Yo era un
extranjero en una lengua madre que no era mi lengua materna", recuerda el
autor.
Cada
lengua tiene sus características y dificultades. Pero el arte de la traducción
literaria abarca mucho más que palabras. Para Jorge Fondebrider, "lo que
se traduce son también idiosincrasias, maneras de percibir el mundo, de
pensarlo. Y, dado que cada texto reclama para sí un determinado modo de
escritura, a veces se reescribe, a veces se transcribe, a veces se interpreta.
No existe un único modo de encarar el trabajo". Fondebrider tradujo
durante un tiempo sólo poesía del francés y del inglés. "Madame Bovary fue una excepción y
una de las experiencias más ricas que tuve como traductor. Es un libro en prosa
escrito con el mismo rigor que la poesía. Ahora voy a seguir con los Tres cuentos, de Flaubert."
Alberto
Silva, traductor de Diarios de viaje, de
Matsuo Basho, y director del espacio Zen Buenos Aires, considera que la
traducción es una forma de escritura. "Es una reescritura que se beneficia
de la riqueza de dos archivos lingüísticos, a los que debe la lealtad de la
exactitud. La traducción imagina un tercer término, un puente que une dos
orillas incomunicadas. Para conseguirlo, «construye» una lengua capaz de ser
aceptada en ambas orillas." Pero más allá de ideogramas o sentidos, para
Silva es requisito fundamental conocer a fondo la cultura que se aborda. "El
traductor respetuoso y acertado hace suya la consigna del antropólogo: «con un
ojo mirar su terreno, con el otro mirarse al espejo». Tan difícil menester
lleva tiempo e investigación sobre «el contexto del texto». Así procedí con El libro del Haiku, de Bajo la Luna. "
En
el marco de las jornadas profesionales de la Feria del Libro, habrá un encuentro con editores,
escritores e ilustradores para abordar, entre otros temas, la búsqueda de una
mayor visibilidad del traductor en el mundo editorial. Participará, entre otros,
Gabriela Stöckli, directora de la
Casa de Traductores Looren en Suiza, que tiene un programa
especial para América latina. También estará el alemán Kristof Magnusson
(traductor del islandés), que presentará el viernes en la Feria Novela médica, en
diálogo con Ariel Magnus.
LAS
HUELLAS DEL ESTILO
Cortázar,
Piglia, Borges, Arlt y Aira son los escritores argentinos más traducidos en los
últimos años, según datos del Programa Sur. Este proyecto del Ministerio de
Relaciones Exteriores otorga subsidios (de hasta US$ 3200) a editores
extranjeros. Desde 2009, fueron seleccionados más de 800 títulos para ser
traducidos a 38 idiomas.
"El
traductor es un autor. Eso lo reconoce tanto la actual ley 11.723 de propiedad
intelectual como el proyecto de ley que está en la Cámara de Diputados desde
septiembre de 2013. Si no se trata antes de septiembre, pierde estado
parlamentario", explicó Griselda Mársico, integrante del Seminario
Permanente de Estudios de Traducción del Instituto de Enseñanza Superior en
Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández.
Fondebrider,
director del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, donde se debaten y
comparten cuestiones vinculadas con el oficio, cree que "a pesar de que la Argentina es un país
construido sobre traducciones, la sociedad parece no percatarse de nuestra
silenciosa labor". Se refiere a, entre otros problemas, que en muchos
casos en los libros no se consignan los nombres de los traductores. "Las
editoriales, en líneas generales, pagan mal y discuten con los traductores. Los
periodistas tampoco ayudan: hablan de una traducción sólo cuando parece
francamente mala, sin considerar que a veces el original es malo. Todo esto es
posible porque se trata de una profesión solitaria, de gente que, con tal de no
perder el trabajo, acepta lo inaceptable."
El
Club de Traductores organiza todos los meses encuentros en el Centro Cultural
de España en Buenos Aires. Del próximo, que se realizará el martes 21,
participan la alemana Kristin Lohman y la italiana Ilide Carmignani, que
tradujo a Borges, Cortázar y Fogwill, entre otros autores.
"Si
hablamos de traducción literaria, no diría que es una tarea, sino un arte.
Nabokov definía poéticamente la traducción como una «transmigración verbal»: es
el espíritu del texto lo que debe traducirse, no la forma", asegura Mónica
Maffia, especialista en la obra de Shakespeare y Marlowe. "Son autores que
me resultan atrapantes y difíciles, claro. Representan un hermoso desafío, no
sólo por la riqueza del lenguaje, la profundidad de pensamiento, la estructura
de las obras, la construcción de los personajes, sino por esta cuestión casi
lúdica de tener que resolver problemas. Hay compuestos adjetivales siempre
diferentes que caracterizan el lenguaje shakespeareano. Además, lo que
Shakespeare plantea en cuatro o cinco sílabas, en castellano requiere toda una
explicación y al hacerlo se pierde el timing
del escenario. O sea que presenta un interesante desafío. Hay algo sagrado en
este ejercicio que implica una gran cuota de amor por el trabajo que se está
encarando."
El
lugar del traductor en el texto, si debe aparecer alguna marca de su voz y su
estilo, es una cuestión que suelen debatir quienes ejercen el oficio. La figura
de Borges aparece una y otra vez alrededor de este asunto. "No siempre es
así, pero a veces el traductor deja una impronta muy fuerte (Borges), o alcanza
una perfección inusitada (Bianco). Por caso, el Faulkner de Borges –Las palmeras salvajes– rebotó con tanta
fuerza que posibilitó a García Márquez, a Vargas Llosa, a Onetti y a Saer,
entre otros", opina Fondebrider.
Tiempo
atrás, en un seminario que dictó en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos
Aires, Ricardo Piglia analizó la traducción de Borges de Las palmeras salvajes y remarcó el
esfuerzo de Borges por cambiar el estilo barroco de Faulkner. "Borges lo
controla cambiándole la puntuación. Ahí se ve algo que en las traducciones
habitualmente no se percibe: la tensión entre la escritura del traductor y la
escritura del original", dijo Piglia, quien en el libro Respiración artificial se permite
bromear con el tema de las influencias cuando define a Juan Carlos Onetti como
un "Faulkner traducido por Borges".
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