lunes, 20 de abril de 2015

Ya está en librerías la segunda traducción argentina del "Ulises", de James Joyce

Si hubiera justicia, se trataría de una de esas noticias espectaculares que recorren el mundo. Pero sabemos que justicia no hay. Pensando más modestamente entonces, habrá que decir que se trata de uno de los grandes acontecimientos editoriales del año: acaba de distribuirse la nueva versión argentina del Ulises, de James Joyce.

Hasta la fecha, y sin contar la que acaba de salir, se habían efectuado tres versiones del  Ulises al castellano. La primera (Buenos Aires, Rueda, 1945), la realizó José Salas Subirat, quien, a lo largo del tiempo, tuvo que sufrir los excesos del español Eduardo Chamorro, encargado de “españolizar” lo que, de otra forma, según la tortuosa lógica peninsular, hubiera sonado demasiado argentino; la segunda (Barcelona, Lumen, 1976), fue traducida por José María Valverde; la tercera (Madrid, Cátedra, 1999) es labor conjunta de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas.

Según señalaba oportunamente el escritor y especialista español Eduardo Lago (cfr. entradas de este blog del 12 y 13 de febrero pasados), “es mérito de Salas Subirat el haber abierto el camino, y de hecho, su influencia sobre las traducciones subsiguientes es muy considerable”. Pese a esta afirmación, en “Ulysses in Spanish” –el penúltimo artículo de Assessing the 1984 Ulysses, un volumen editado por Georges Sandulescu y Clive Hart–, con típico salero, Franciso García Tortosa, muestra allí la poca estima en que tiene a la primera traducción al castellano “por los supuestos defectos, errores y omisiones en los que incurriría el traductor argentino Subirá […]”, según se cita al final del prólogo de la nueva y flamante edición argentina, publicada por la editorial El Cuenco de Plata.

Se trata de una nueva traducción a cargo de Marcelo Zabaloy, con la colaboración de Edgardo Russo, y notas del primero y Eugenio Conchez. A su vez, participaron de distintas etapas de lectura y revisión Teresa Arijón, Anne Gatschet y nuevamente Conchez. Será cuestión de leerla, compararla con las versiones precedentes y, claro, comenzar un nuevo debate. Entre otras cosas, para eso sirven los libros.


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