Si
hubiera justicia, se trataría de una de esas noticias espectaculares que
recorren el mundo. Pero sabemos que justicia no hay. Pensando más modestamente
entonces, habrá que decir que se trata de uno de los grandes acontecimientos
editoriales del año: acaba de distribuirse la nueva versión argentina del Ulises, de James Joyce.
Hasta
la fecha, y sin contar la que acaba de salir, se habían efectuado tres versiones del Ulises al castellano. La primera (Buenos Aires, Rueda, 1945),
la realizó José Salas Subirat, quien, a lo largo del tiempo, tuvo que sufrir los
excesos del español Eduardo Chamorro, encargado de “españolizar” lo que, de
otra forma, según la tortuosa lógica peninsular, hubiera sonado demasiado
argentino; la segunda (Barcelona, Lumen, 1976), fue traducida por José María
Valverde; la tercera (Madrid, Cátedra, 1999)
es labor conjunta de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas.
Según señalaba oportunamente el
escritor y especialista español Eduardo Lago (cfr. entradas de este blog del 12
y 13 de febrero pasados), “es mérito de Salas Subirat el haber abierto el
camino, y de hecho, su influencia sobre las traducciones subsiguientes es muy
considerable”. Pese a esta afirmación, en “Ulysses
in Spanish” –el penúltimo artículo de Assessing
the 1984 Ulysses, un volumen editado por Georges Sandulescu y Clive Hart–, con
típico salero, Franciso García Tortosa, muestra allí la poca estima en que
tiene a la primera traducción al castellano “por los supuestos defectos,
errores y omisiones en los que incurriría el traductor argentino Subirá […]”,
según se cita al final del prólogo de la nueva y flamante edición argentina,
publicada por la editorial El Cuenco de Plata.
Se trata de una nueva
traducción a cargo de Marcelo Zabaloy, con la colaboración de Edgardo Russo, y
notas del primero y Eugenio Conchez. A su vez, participaron de distintas etapas
de lectura y revisión Teresa Arijón, Anne Gatschet y nuevamente Conchez. Será
cuestión de leerla, compararla con las versiones precedentes y, claro, comenzar
un nuevo debate. Entre otras cosas, para eso sirven los libros.
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