martes, 14 de junio de 2016

Damián Tabarovsky cumple sus promesas



El pasado 4 de junio, en su habitual columna del diario Perfil, Damián Tabarovsky publicó las siguientes reflexiones sobre las variaciones, de acuerdo con el país, la época y el editor, de una nota al pie de página de un célebre texto de Karl Marx

Palabras, sentido, traducciones

Se está generando un nuevo diccionario: mentira se dice sinceramiento; encubrimiento, información; censura, libertad de expresión. Apuesto que prontamente reaccionario significará progresista. No se trata ya del vaciamiento de las palabras, sino de la inversión del sentido. Mucho más no tengo para decir sobre este tema, o en todo caso, no mucho más que releer una y otra vez LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, de Victor Klemperer, y en especial los dos tomos de Quiero dar testimonio hasta el final. Diarios 1933-1945 –que a mí me parece su verdadero texto mayor– para encontrar a simple vista, sin demasiado esfuerzo, las evidentes líneas de continuidad entre totalitarismo y democracia mediática.

Los nombres cambian, decía, y entonces también cambio yo de tema, para volver sobre una promesa que ya nadie recuerda (¡lo bien que hacen mis hipotéticos lectores!) que formulé hace unas semanas, acerca de reparar en un pasaje de un texto de Marx sobre la Comuna de París, o más que en el texto de Marx, en una nota del editor. En la barata edición que tengo, de la Editorial Ateneo –Buenos Aires, 1973, que reproduce el texto de las Obras escogidas, de la Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957–, del Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871, redactado por Marx, se lee esta frase: “Ernesto Picard, el Joe Miller (*) del gobierno de la defensa nacional, que se nombró a sí mismo ministro de Hacienda…”. Y al pie de página, como llamada a ese asterisco, leemos: “En lugar de Joe Miller, la edición alemana dice Karl Vogt, y la edición francesa, Falstaff. Joe Miller: conocido actor inglés del siglo XVIII. Karl Vogt: demócrata burgués alemán, que se convirtió en agente de Napoleón III. Falstaff: personaje fanfarrón y aventurero de las obras dramáticas de Shakespeare (Ed.)”. Eso implica que en cada edición se cambia el nombre, y se busca un sustituto –una traducción– que pueda cumplir la misma función semántica: la idea de que esa persona es un actor, alguien que realiza una actuación, y por lo tanto, miente e intenta engañarnos invirtiendo el sentido de las cosas. ¿Es un cambio autorizado por Marx? No lo creo. La primera traducción al castellano de El capital, a cargo de Pablo Correa y Zafrilla –publicada en el diario La República de España, obviamente incompleta, y tomada de la edición francesa de Joseph Roy– apareció en 1886, tres años después de la muerte de Marx. La primera realizada del alemán, firmada por Juan B. Justo –probablemente con la ayuda de Augusto Kühn, que sabía bien alemán– es de 1897, corregida y mejorada recién en 1918. ¿Cuándo se tradujo el manifiesto sobre la Comuna? Seguramente mucho después, teniendo en cuenta que es un texto “menor” de Marx. A menos que Marx haya autorizado el concepto, es decir, la posibilidad de ir encontrando, de lengua en lengua, un sucedáneo de Karl Vogt, nombre que aparece en la edición original en alemán. Tampoco lo sé. Pero no deja de ser fascinante la idea de un texto en el que los nombres cambian de traducción en traducción, pero se mantenga la función textual. Como si Marx avant la lettre, o tal vez los traductores y editores de Marx hubieran pensado en clave de invariantes estructuralistas mucho antes de que el estructuralismo se convierta en vanguardia teórica.

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