El
13 de junio pasado, a los 94 años, murió Gregory Rabassa, el traductor
estadounidense especializado en literatura latinoamericana de lengua castellana
y portuguesa. Según informa Wikipedia, “se destacó por sus traducciones de Gabriel García Márquez, Mario Vargas
Llosa, Julio Cortázar, Clarice Lispector, Joaquim Machado de Assis y Jorge
Amado” La muy escueta
noticia en las páginas en castellano termina así: “ Se lo considera una figura
influyente en el boom
latinoamericano”.
La
misma fuente, pero en inglés, informa que “Rabassa nació en Yonkers, Nueva
York, en el seno de una familia encabezada por un emigrado cubano. Después de
servir durante la Segunda Guerra mundial como criptógrafo en la Oficina de
Servicios Estratégicos (OSS por sus siglas en inglés), obtuvo un título en
Dartmouth. Posteriormente se doctoró en la Universidad de Columbia y enseñó
allí por más de dos décadas, antes de aceptar un puesto en el Queens College, City
University of New York.” La noticia continúa con sus méritos como traductor,
con su relación con García Márquez, de quien tradujo Cien años de soledad, con su amistad con Julio Cortázar, con los
distintos premios que recibió por su labor, entre ellos el que recibió por su versión
de Rayuela, de Cortázar.
El artículo
concluye mencionando, If This Be
Treason: Translation and Its Dyscontents, A Memoir, que publicó en
2005 sobre su tarea como traductor y con un dato más bien estúpido: “Rabassa a
veces traducía sin haber leído el libro antes”.
Para
quienes deseen ampliarla, la noticia fue publicada el 14 de junio por el Washington Post y por The Paris Review, y el 15 de junio por The New York Times (los links están al final de la página).
Hacia
el final del obituario de The New York
Times se lo cita diciendo: “Si el libro es bueno, el traductor tiene que
ser un carnicero para matarlo. Si el libro es muy bueno, incluyo un payaso
puede hacerlo realidad”.
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