Luego de publicados los dos textos que se ofrecieron en las entradas de ayer y antes de ayer, el Administrador de este blog le pidió a Marcelo Zabaloy un texto donde explicara cómo realizó su trabajo, a partir de qué criterios y en qué condiciones. Ésa es, probablemente, la mejor forma de enterarnos por qué su versión de Finnegans Wake es como es y no como otros quisieran que fuese.
Consideraciones sobre mi traducción de Finnegans Wake
Cuando terminé
de traducir el Ulises en junio de 2009 me sentí vacío. Había pasado cinco años
haciendo algo que me llenaba de gozo, y una vez terminado quise saber qué era Finnegans Wake. Empecé a leerlo y no
dejé que las dificultades que encontraba a cada paso me desalentaran de seguir
leyendo. Cada tanto encontraba frases de una belleza extraordinaria, luminosas
aún cuando en algunos casos siguieran siendo incomprensibles en el sentido
literal de la palabra. Tenía la experiencia que me había dejado la traducción
del Ulises y no era difícil encontrar los innumerables rastros de esta obra que
están diseminadas por Finnegans Wake;
de esta y de todas las obras de Joyce que había leído con bastante atención.
Así y todo al llegar a la página doscientos cincuenta o algo así me propuse
hacer lo mismo que había hecho con Ulises, es decir traducir, para leer mejor.
La tarea no era
cosa fácil pero me apasionó de inmediato; caso contrario no hubiera podido
seguir adelante. De más está decir que, como en el caso de Ulises, no tenía un encargo de ninguna editorial. Este tipo de
emprendimientos no puede pensarse desde la típica relación editor/traductor.
Nadie en su sano juicio encargaría semejante cosa a una persona que no fuera un
experto en el tema; nadie le pagaría a esta persona el tiempo que le llevaría
la empresa. Tal vez de ahora en más sí. Por mi parte un encargo semejante me
hubiera paralizado y jamás hubiera aceptado comprometerme con fechas y
remuneraciones.
Durante el
proceso de lectura y traducción simultánea fui leyendo una buena cantidad de
libros que trataban sobre el Finnegans Wake. En todos encontraba algo de lo que
me hacía falta para avanzar. Las guía escenciales han sido el Annotations to Finnegans Wake de Roland
McHugh y su versión dinámica en línea, FWEET, Finnegans Wake Extensible
Elucidation Treasury, creado y administrado por Raphael Slepon.
Supongo que de
manera intuitiva decidí que las palabras en inglés distorsionado debían ser
reflejadas en una especie de espejo castellano que reprodujese la distorsión;
en lugar de intentar enderezarlas me dediqué a pensar neologismos que sonaran,
si fuera posible, como la misma palabra en seudinglés; y cuando la palabra
tiene raíz latina no es demasiado difícil y a veces son palabras divertidas
(recuerdo la distorsión newsreel x nursereel en la página 489 del original
(Faber&Faber, 1939) :
–This nonday
diary, this allnights newsereel.
Que quedó:
–Este diario del nunes, este nodriciero
noctambulante.
Esta delicia de
abollar palabras y pegotearlas de manera habitual produce una especie de
fascinación de la que es difícil despegarse. En esta misma página citada hay
cuarenta y ocho palabras que no figuran en el diccionario inglés. Si decimos
que el caso se repite en las seiscientas veintiocho páginas del libro podemos
asegurar sin ninguna exageración que hay en Finnegans Wake aproximadamente
treinta mil cien palabras para inventar.
En el proceso de
la traducción del Ulises tuve como ayuda principal el texto de la traducción al
francés publicada en 1929; esta traducción fue hecha por Auguste Morel, con la
colaboración de Valéry Larbaud y Stuart Gilbert y contó con la participación
del autor. Supuse que habría una
traducción integral al francés y en el año 2010 estuve dos meses en
la Biblioteca Francois Mitterand, en Francia, con el propósito de leer todo lo que
mefuera posible acerca de lo que suponía sería la traducción al francés de Finnegans Wake que indudablemente habría
revisado James Joyce en persona.
Perono había tal
cosa y en cambio leí artículos y ensayos y libros enterossobre la génesis de FW. Al fin me quedó una ideabastante
precisa del berenjenal en el que me había metido pero pude encontrar lapunta de
la madeja, el hilo del que tendría que empezar a tirar para lograr micometido.
Y esto era lo que iba a hacer: comenzaría por el único capítulo en
cuyatraducción Joyce participó de manera activa, Anna Livia Plurabelle. Joyce
habíaquedado satisfecho, o eso dicen, con la traducción en la que habían
participado Samuel Beckett, Alfred Perron, Ivan Goll, Eugène Jolas, Paul Léon,
Adrienne Monnier y PhilippeSoupault; por lo tanto, otra vez, la versión
francesa iba a ser la guía para mi trabajo.Traduje Finnegans Wake siguiendo este orden: libro I, libro III, libro IV
ylibro II, más o menos el mismo en que fueron apareciendo en distintas
publicacionescon el título de Work in
Progress.
Durante el
tiempo que estuve en París tuve la fortuna de conocer a Hervé Michel, el
traductor de Finnegans Wake que hizo
algo bien distinto de la versión de Philippe Lavergne: Hervé creó su Veillée Pinouilles distorsionando el
francés para conservar el asombro que el lector inglés sentía al leer el texto
original. Y además siguió en su traducción la paginación original. Esto me
pareció genial y repaginé mi texto según el mismo criterio. A cada página de la
edición original de Faber&Faber se corresponde una de la del Cuenco de
Plata. Con esto se logra el efecto ilusorio de una imposible traducción literal
de un libro imposible de traducir logrando idéntica cantidad de páginas que el
original respetando incluso (no siempre, pero casi) el corte de las palabras.
Del capítulo uno
hasta el ocho fui poniendo notas; después me pareció imposible seguir porque el
libro crecería más allá de lo razonable; las notas no eran sino una repetición
sintética de las notas de Roland McHugh. Solamente en Anna Livia Plurabelle
anoté seiscientos treinta ríos de todo el mundo. Los ríos fueron puestos por
Joyce para que al leerlo en voz alta se oyera, según él, el rumor del agua. Finalmente
decidimos que no hubiera notas en la edición del Cuenco de Plata.
Una vez
publicado el Ulises, Edgardo Russo y
Pablo Hernández del Cuenco de Plata tomaron la decisión de publicar Finnegans Wake en 2016. Desde 2014 hasta
la entrega a la editorial hice diez revisiones completas del texto; la número
once la hice por skype con Eugenio Conchez. La tarea de Eugenio es imposible de
describir; basta con mencionar que en Finnegans
Wake hay más de tres mil quinientos nombres propios. La puntuación, el
significado de las palabras, la verificación de las distintas acepciones y sus
posibles variantes, su origen mitológico o histórico, y miles de cosas más
fueron revisadas escrupulosamente por Eugenio.
Pablo Hernández,
el editor asociado del Cuenco de Plata, revisó y editó completamente el texto
compaginándolo de acuerdo con el texto original, verificando cada corte de palabra
al comienzo y al final de cada página en conexión con la siguiente. Tanto Pablo
como Eugenio tuvieron una enorme consideración conmigo y respetaron mis
decisiones que bordeaban todo el tiempo lo arbitrario; porque si hubiésemos
discutido el valor, el peso y la temperatura de cada una de las treinta mil
palabras transformadas en neologismos y quizás otras tantas palabras ambiguas
no hubiésemos terminado nunca. De todas maneras aportaron gran cantidad de palabras
que ellos sabrán ubicar porque las parieron y las quieren como propias.
Finnegans Wake no puede leerse como se lee una
novela convencional. La historia que uno busca, el hilo conductor, o bien nunca
aparece, por más que exista, o no termina de aparecer que ya ha desaparecido.
La historia, dicen, es el texto en sí. Una buena imagen podría ser lo
evanescente de las visiones y los diálogos que se nos aparecen en sueños, esas
conversaciones que escuchamos y que tienen toda la sonoridad de una charla
normal y que sin embargo no sabríamos reproducir más que balbuceando unas pocas
incoherencias. En Finnegans Wake no
hay espacio ni tiempo; nada es lo que parece incluso cuando lo que aparece es
claro. Las afirmaciones que se hagan sobre este o aquél término son tan válidas
como irrelevantes. Las opciones de traducción son del tipo [ xn ] en
donde para colmo n tiende a infinito. Y sin embargo hay un orden; el
libro empieza por el principio, tiene un medio y tiene un final. De cada una de
las doscientas cuarenta mil palabras que incluye el texto en castellano puedo
dar razón de su existencia, es decir obedecen a una de las opciones posibles
que señalan los textos que me sirvieron de guía.
Lo que pude
traducir, traducido está; de la recurrente palabra de las cien letras, la
última palabra de la lengua perfecta, a veces cambié una onomatopeya por otra;
a veces las dejé tal como eran porque sonaban igual o era irrelevante cambiar
algo; los neologismos por lo general dan una idea del original. Donde encontré
nombres de personas con asombrosas similitudes con personajes locales recurrí a
suplantarlos, para divertirme, por los nombres de los personajes locales con
asombrosa similitud a veces incluso en el contexto dado.
En resumen, mi
traducción se basa en el texto original tal como apareció publicado por Faber
and Faber en 1939 y en la traducción al francés realizada por Hervé Michel, Veillée Pinouilles.
Así como traduje
Ulises para poder entenderlo de la misma forma empecé a leer y terminé
traduciendo Finnegans Wake. Sobre las
razones que tuve para precipitarme como un zopenco donde los ángeles temen
entrar no tengo mucho para decir. Sólo que seguí un impulso y no me pude contener.
No se culpe a nadie.
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