viernes, 1 de julio de 2016

"Sin ninguna de las coacciones, vicios, rodeos o atajos que acotan la tarea del profesional"

María José Furió nos viene acostumbrando a muy buenos textos. En la oportunidad, uno, aparecido en El Trujamán del 22 de junio pasado, a propósito de la Casa del Traductor de Arles

Talleres de traducción: traductores durante un día

Desde hace años, la Casa del Traductor de Arles, Francia, desarrolla un trabajo de acercamiento a la ciudad donde tiene su sede en forma de actividades culturales gratuitas. Entre todas ellas, los talleres de traducción «Traductor durante un día» han obtenido una excelente respuesta. Están abiertos a todos los ciudadanos que deseen participar, no requiere conocer el idioma de partida —alemán, italiano, español, portugués— ni al autor traducido. El programa de este año incluye a Andrea Camilleri y Franz Kafka. El taller de español girará en torno a Nada es crucial, del excelente narrador sevillano Pablo Gutiérrez.

En marzo tuvo lugar el taller de italiano, dirigido por Dominique Vittoz, traductora multipremiada del siciliano Camilleri. Su experiencia como profesora universitaria se detectaba en la soltura con que se manejaba entre un grupo mixto compuesto por veinte personas de entre veintitantos y setenta años, a los que animaba a presentarse e indicar su grado de conocimiento de italiano. Coincidían todas las posibilidades: desde quien no sabía una palabra hasta un par de nativos, residentes en Arles o cerca; también, varios estudiantes de italiano, un par de señoras de edad que lo cursaron en su adolescencia y otros con rudimentos fruto de un interés particular. El nexo común era la afición a la lectura y la curiosidad por la experiencia de traducir.

El taller se estructura en tres partes: la presentación del texto, el trabajo en grupos o individual y la puesta en común, con la discusión correspondiente para obtener un texto si no definitivo sí aceptable. La traductora entrega dos juegos de textos: el fragmento en italiano de Il birraio di Preston [L’Opéra di Vigàta en francés], novela de 1995, y un par de páginas con un listado de palabras en dialecto siciliano y expresiones italianas o dialectales con su correspondencia en francés. Acto seguido, lee y traduce en voz alta en francés estándar el sentido del original de Camilleri. El fragmento elegido lo tenía todo para interesar al gran público: una viuda de buen ver conoce en la iglesia, a la que acude religiosamente todos los días, a un apuesto marinero… tuerto. La intriga gira en torno a darle cita al galán cuando un pariente que ejerce de carabina no la deja sola ni a sol ni a sombra.

A disposición de los traductores, Vittoz puso diccionarios de regionalismos, otro de expresiones ilustradas, eróticas, etc., que nuestros diletantes no llegaron a utilizar. ¿En qué consiste entonces la experiencia?

De entrada, se trata de que los arlesianos y habitantes de la región que lo deseen conozcan por dentro el Espacio Van Gogh y el Colegio de Traductores —el aspecto severo del edificio tiene algo de monasterio cerrado sobre sí mismo, si exceptuamos el florido jardín abierto todo el año—. Luego, dar a conocer los rudimentos del trabajo en otro idioma y los interrogantes, desafíos, obstáculos y soluciones que plantea traducir al francés un texto literario concreto. El trabajo en grupos permite aliar distintos grados de conocimiento del italiano —y, naturalmente, también del propio idioma—, de formación académica y hasta bagaje profesional o de otro tipo. Añaden un ingrediente interesante los registros de lengua, jergas y vocabulario propios de cada generación.

El éxito de esta experiencia descansa en la dinámica generada por la «virginidad» profesional de los traductores durante un día. Se enfrentan a un texto sin ninguna de las coacciones, vicios, rodeos o atajos que acotan la tarea del profesional. Salvo el periodo de tiempo cerrado —el taller dura dos horas y media—, tienen entera libertad para poner en juego sus conocimientos del idioma, su inventiva y versatilidad lingüística, descubrir la intriga y retos que entraña ser fiel a un texto dialectal, qué opciones ofrece su idioma para reflejar la posición excéntrica de un dialecto, cuál sería el equivalente francés del siciliano. Mientras Vittoz debe su prestigio a la recreación del lenguaje de Camilleri mediante una combinación de vocablos de hablas locales y arcaísmos procedentes del francés antiguo, los traductores aficionados no utilizaron los diccionarios de regionalismos quizá porque no pasaron a esa fase de la traducción en que uno comprende que no hay una transposición exacta de un idioma a otro y que debe recrear el sentido. Lo creativo de estos talleres está, sobre todo, en confrontar la profesionalidad de una traductora avezada con el entusiasmo y la curiosidad de adultos que ignoran los gajes del oficio. Seguramente, estos polos opuestos marcan el punto de coincidencia del máximo entusiasmo: el de quienes han de descubrir la tarea de traducir sin presiones profesionales y el de la experta que ha adquirido con su práctica la libertad de rebasar y expandir las fronteras del idioma.

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