Silvina Friera, como todos los años, traza en la siguiente nota, publicada por Página 12 el 2 de mayo pasado, un
panorama de la edición y las ventas de libros en la Argentina a partir de un
paseo por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Sin esperanzas de poder remontar
una coyuntura compleja y polarizada
“Sin libros no hay futuro posible.” El
volante de fondo rojo sangre “S.O.S Libro Argentino”, firmado por la Cámara
Argentina del Libro (CAL) y la Cámara de Papelerías, Librerías y Afines
(Capla), resume la situación con que el sector enfrenta durante la 43° Feria
Internacional del Libro de Buenos Aires. Las ventas disminuyeron un 25 por
ciento, aumentaron los costos de los servicios básicos y la logística, la
producción de libros se desplomó un 25 por ciento –durante el año pasado, 20
millones de ejemplares menos que en 2015–, cayeron las compras estatales y
cerraron librerías. La lectora atribulada, que vuelve como todos los años a
caminar por los pabellones del Predio de la Rural, anda un tanto alienada por
el regreso de la locutora que anuncia las presentaciones de libros y los principales
actos. Los ánimos no están por el subsuelo, pero tampoco cunde la esperanza de
remontar una coyuntura tan compleja y polarizada que ocasiona que se vendan
libros muy caros como la biografía bilingüe de Arthur Rimbaud a $1500 porque,
concentración económica mediante, los más ricos tienen cada vez más dinero para
gastar.
La lectora atribulada habla con
Maximiliano Kreft de Waldhuter (stand
410 del pabellón azul), una distribuidora que tiene libros de sellos españoles
como Impedimenta, Acantilado, Atalanta, Periférica, Nórdica, Páginas de Espuma,
Funambulista y La Uña Rota, entre tantos otros. “La Feria arrancó bien con las
jornadas profesionales, con los libreros del interior que vinieron a hacer sus
compras. Vinieron de muchas librerías chicas del interior. Como los libros que
tenemos no se consiguen en otras librerías, la Feria es el momento para
comprar. Los que compran acá saben que van a conseguir determinadas editoriales
que sólo distribuimos nosotros”. Waldhuter es un espacio para perder la cabeza.
Un repaso desordenado y ecléctico –atributos de un tipo de lector con el que
muchos se identifican- registra Cómo se
hizo Donald Trump, de David Cay Johnston, publicado por Capitán Swing
($520) y la Obra completa bilingüe de
Arthur Rimbaud, publicada por Atalanta en un solo tomo ($1500). “En las dos
últimas horas se vendieron diez ejemplares de Rimbaud”, aclara Kreft. En este
espacio hay libros muy caros y otros con precios más “razonables”, como El monstruo de colores de la catalana
Anna Llenas, publicada por Flamboyant ($390), libro para chicos que es el más
vendido en Waldhuter. Hasta el sábado vendieron 230 ejemplares. El ejemplo
contrario sería Kafka, una biografía
de Reiner Stach, en dos tomos, editada por El Acantilado ($2200).
La libreta de la lectora atribulada se
empieza a llenar de títulos: Una biografía Gainsbourg:
Elefantes rosas, de Felipe Cabrerizo, publicada por Expediciones polares
($550); Mercier y Camier de Samuel
Beckett, editado por una nueva editorial española, Confluencias ($400); Tres años en la cámara de gas de Filip
Müller, publicado por Confluencias, con prólogo Yehuda Bauer e introducción de
Fernando Palmero ($550); Correspondencia
de Anton Chéjov con Olga Knipper, publicada por Páginas de Espuma ($350); La fórmula preferida del profesor, de la
escritora japonesa Yoko Ogawa, editada por Funambulista ($470); La noche sexual ($380) y La lección de música de Pascal Guignard
($400), ambos publicados por Funambulista; Soy
un gato del japonés Natsumae Soseki, publicado por Impedimenta ($600); Cuentos de hadas de la narradora
británica Angela Carter, publicado por Impedimenta ($560); Las Mitford: Carta entre seis hermanas, editada por Tres Hermanas
($700); El aumento seguido de El arte de
abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, publicado por La Uña
Rota ($460) y La caja de los deseos,
la obra en prosa de Sylvia Plath, editada por Nórdica ($500).
El próximo año, Montevideo será la
ciudad invitada a la Feria del Libro. La lectora atribulada rumbea hacia el
pabellón amarillo al stand 1600 donde
está Uruguay. “Ahora tenemos el doble de espacio en comparación con el año
pasado, para aumentar la visibilidad de nuestros libros”, cuenta Ezequiel
Figueredo, uno de los encargados del espacio. Excepto los libros de Criatura y
Hum, dos editoriales uruguayas que tienen distribución en la Argentina, el
resto solo se consigue en este stand,
como la novela Alerta naranja de
Leandro Delgado y Niño rico con problemas
de Dani Umpi ($100 cada uno), ambos editados por la Propia Cartonera; Poesía completa de Idea Vilariño,
publicada por Cal y Canto ($350); una recomendación fervorosa de Figueredo de
uno de sus autores uruguayos favoritos: Gustavo Espinosa y tres de sus libros: Todo termina aquí, Las arañas de marte y Carlota
podrida, los tres editados por Hum ($230 cada uno); Dualidades de la gran poeta uruguaya Circe Maia, publicada por
Rebeca Linke ($260); y Un proyecto
latinoamericano. Antonio Candido & Ángel Rama, correspondencia, con
prólogo y notas de Pablo Rocca, editada por Estuario ($270). “El libro
argentino subió tanto que estamos más baratos o igual, algo que nunca había
pasado en la historia”, reconoce Figueredo. Una maestra pregunta el precio de
un libro para chicos y aclara: “Quiero que mis alumnos conozcan a (Alfredo)
Zitarrosa”. La maestra compra Crece desde
el pie, la canción de Zitarrosa ilustrada por Pantana. El libro, publicado
por Criatura, incluye un CD con la canción en la versión de Martín Buscaglia
($230).
Hablar con Jorge Gurbanov, de Ediciones
Continente (stand 1316, pabellón
verde), es un placer. Pero también enciende todas las alarmas por la situación
de la industria editorial. “Todavía no sabemos cómo viene la Feria porque
recién el próximo fin de semana llegan los bibliotecarios de la Conabip a
comprar. La gente viene sin plata a la feria porque estamos a fin de mes. Los
primeros días nunca se sabe cómo van a ser. Tenemos una incertidumbre total
sobre lo que va a pasar –reconoce Gurbanov—. La tendencia del mercado es la
venta de los libros caros. La gente que tiene plata, tiene cada vez más plata,
y compra libros más caros. En la librería El Ateneo estamos batiendo récord de
ventas con libros infantiles de $600 para arriba. Las señoras vienen con la
pila de libros al mostrador, pelan la tarjeta y no preguntan cuánto valen los
libros. A la Feria no sé si viene esa gente. A nosotros nos está yendo menos
mal que al resto porque tenemos 20 mil títulos en distribución, sólo mil son
los que editamos nosotros. Vendemos pocos ejemplares de muchos títulos. Los
otros han dejado de vender más de lo que dejamos de vender nosotros”.
–¿Cuánto dejó de vender Ediciones Continente?
–La caída fue de un 12 por ciento en
ejemplares.
Gurbanov cuenta que en la mesita de luz
de su casa tiene una foto de Alberto Sileoni, exministro de Educación, con una
velita que le prendía todas las noches por la cantidad de libros que compró
durante su gestión a las medianas y pequeñas editoriales. “Toda nuestra
producción se hace en empresas recuperadas y autogestionadas. Ahora el costo de
producción en el país es tan alto que no solo no podemos exportar, sino que nos
sale más barato traer el libro de afuera. Ese libro que hacíamos de a mil o 2
mil ejemplares en imprentas recuperadas, ahora con 400 0 500 nos alcanza. Y una
edición de 500 ejemplares es muy cara. Hoy nos sale más barato traer 300
ejemplares de España, que además nos dan crédito a largo plazo, los libros
vienen en consignación y los pagás cuando los vendés. De lo que nosotros
imprimimos acá, el 50 por ciento del costo es papel. El papel lo pagaste ayer y
te lo entregan mañana. El libro lo tenés que consignar. Cuando te viene el
informe de ventas, hay 120 días para cobrarlo. Entonces se produce todo un
quiebre en el aparato de producción. A su vez, no podés exportar, no hay compras
por parte del Estado y la pérdida del poder adquisitivo generan un combo
explosivo”. El editor de Continente advierte que le preocupa más el futuro del
país que el del sector editorial. “Después del discurso del ministro de Cultura
(Pablo Avelluto), creo que tenemos que asumir la derrota. No estamos vencidos,
pero hasta que no comprendamos que nos derrotaron, no vamos a poder armar la
contraofensiva. Nosotros seguimos haciendo chistes, pero me estoy cuestionando
si tenemos que hacer chistes, me parece que no. (Arturo) Jauretche decía que un
pueblo triste, un pueblo que no tiene humor, no tiene fuerza para la pelea.
Pero nos toman el pelo; lo que hizo Avelluto fue una falta de respeto total. No
tenemos capacidad de reacción, ahí nos tendríamos que haber levantado y
habernos ido. Cómo le va a decir al presidente de la Fundación El Libro
‘Conmigo, no’. ¡Por favor!”, se queja Gurbanov.
En Ediciones Continente se pueden
conseguir los tres libros del escritor y cineasta César González –La venganza de cordero atado, con el
seudónimo de Camilo Blajaquis, Crónica de
una libertad condicional y Retórica
al suspiro de queja– a $179 cada uno; Mujeres
de fuego de Stella Calloni ($259); Cuentos
de duendes de la Patagonia de Néstor Barrón ($198) y Plan Macri. Argentina gobernada por las corporaciones, compilado
por Ariel Lijalad con textos de Pedro Biscay, Graciana Peñafort, Pablo Llonto y
Stella Calloni, entre otros, con un prólogo de Hebe de Bonafini y un epílogo de
Eduardo Rinesi ($298), que se presentará el último día de la Feria, el lunes 15
de mayo. “El problema son las librerías que no son cadenas, porque la pérdida
de poder adquisitivo se nota más en esas librerías. Dos cadenas, la de Clarín (Cúspide) más la de ILHSA, suman
casi 90 locales de venta al público. Muchas librerías no van a poder sostener
la renovación del alquiler. Entonces viene un efecto bola de nieve. Lo primero
que hace el librero es pagar el alquiler, los sueldos, los aportes de sus
empleados, los servicios, y después paga los libros. El 90 y pico por ciento de
nuestra facturación es liquidación de consignación, que se paga a 90 o 100
días. Lo último que se paga es al proveedor y ahí veo una complicación. ¿Quién
va a poder aguantarlo? Penguin Random House y Planeta, que tienen muchas
espaldas. Lo que veo es el fenómeno de la concentración. La última que cayó es
Ediciones B, que la compró Penguin Random House. Estamos mal, pero lo peor
todavía no llegó”, augura Gurbanov.
“Se trata de otra luz, de otra
cadencia./ Por eso es que sin prisa/ como quien pone a orear su corazón, como
quien tiende/ las penas al sereno,/ tomo un último mate, digo mi copla y
parto”. Son los versos iniciales de “País de voz Quemada/II”, del excepcional
poeta pampeano por adopción Edgar Morisoli. Nacido en 1930 en Acebal, Santa Fe,
y autor de 28 libros, es “un nuevo hallazgo” del empecinado poeta y editor
Javier Cófreces, de Ediciones En Danza, que en esta Feria tiene un stand en el Nuevo Barrio, en el pabellón
amarillo. Ahí se pueden encontrar títulos como Nada personal, antología de poemas de Pier Paolo Pasolini, Antología personal de Edgar Morisoli, Los apestados/Heráclito nada de Alberto
Muñoz, El nombre revelado de Alberto
Szpunberg, Cartas/Documentos y poemas
recuperados de Jorge Leónidas Escudero, Herejía
Bermeja de Juan Carlos Bustriazo Ortiz ($280 cada uno) y el clásico Poesía Completa de Escudero ($490). “En
las jornadas profesionales vinieron libreros y distribuidores de Córdoba, Bahía
Blanca, Neuquén a buscar materiales que ya sabían que encontrarían acá.
Entonces nos fue relativamente bien, vendimos entre unos 70 a 80 libros. Ni
bien se terminaron las jornadas y empezó a llegar el público, vendimos un libro
o dos por día. Ese es más o menos el estándar de convocatoria de la poesía. Es
triste, pero es así. La situación económica es patética para los trabajadores y
para las empresas. Lo que está pasando en el mercado editorial es tremendo; los
libros se están imprimiendo afuera”.
–¿Imprime los libros de Ediciones En Danza
afuera?
–¡Nooo! Jamás lo haría, por una
concepción ideológica. Publicamos libros de poetas de todo el país, no voy a
hacer libros afuera. Jamás se me ocurriría. Además, la diferencia de precios se
nota en grandes escala, no en la nuestra. Ahora no hay políticas de Estado que
protejan a las editoriales. En diez años, el anterior gobierno compró 80
millones de libros. Desde 2014, con la colección Juan Gelman, se compraron un
millón de libros de poesía y nosotros tuvimos una gran participación en esa
colección, con cinco títulos y 60 mil libros. Nosotros podemos tardar años en
vender 60 mil libros, la poesía se vende poco. Pero hay que persistir y
resistir, que es la actitud de la poesía.
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