Una
parte del prestigio de la Universidad Diego Portales tiene que ver con su
editorial. Pese a las muchas críticas que recibe esa editorial chilena –por apostar siempre sobre
seguro, por rozar el snobismo en la elección de los títulos contemporáneos, por
los precios de los libros, etc.–, el tiempo va revelando un catálogo muchas
veces interesante (cfr. http://ediciones.udp.cl/catalogo.pdf), al que vale la
pena consultar.
Con todo, al hacerlo, uno descubre que el nombre de los
traductores brilla por su ausencia. Así, por caso, nos enteramos de la
existencia entre las novedades de Biografías selectas, de
Thomas de Quincey, o de Vidas de Spinoza,
de Jean Colerus, Jean Maximilien Lucas y Pierre Bayle, pero nada sabemos de
quiénes tradujeron esos libros que no existen en castellano porque así lo haya
decidido ningún espíritu santo, sino porque hubo un traductor que pasó muchas
horas de su vida, detrás de un escritorio, traduciéndolos. Omitir su nombre en
un catálogo no es un detalle menor: habla de la mentalidad de quien edita y le resta seriedad al emprendimiento.
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