Una guerra por el libro en
América Latina
El aleteo de un
pingüino se sintió como un movimiento tectónico al otro lado del océano. El
reciente anuncio de compra del histórico sello español Salamandra por parte de
Penguin Random House, participada en un 75% por el grupo alemán Bertelsmann, ha
puesto el foco sobre la feroz disputa empresarial que se está librando en la
arena editorial. Y América latina es el siguiente campo de batalla, en el que
ya están desenfundadas las espadas.
La consejera delegada de Penguin Random House
Grupo Editorial ya dejó claro en una reciente entrevista con el diario ibérico El País su interés por seguir comprando
en suelo latinoamericano, dado el potencial de dicho mercado. En realidad, hace
ya tiempo que los dos grandes tiburones del sector, PRH y Planeta, están
haciéndose con las firmas de menor tamaño más exitosas.
El panorama resultante, explica el argentino
Daniel Benchimol, es un mercado que salta de un amplio abanico de pequeñas
editoriales editoriales a un grupúsculo de grandes nombres. "Es un mercado
donde está todo por crecer”, dice a DW este director de la consultoría
especializada Proyecto 451. Añade que los grandes jugadores tecnológicos que
quitan el sueño a las editoriales en Alemania o España, como Amazon, no han
ingresado con una fuerte presencia en América Latina, con la excepción de México:
"Todavía es un terreno donde los editores pueden acelerar para cubrir
espacios”.
Ni el grupo alemán Bertelsmann ni PRH
quisieron responder directamente a las preguntas de DW sobre la coyuntura
actual.
En cualquier caso, lo cierto es que, más allá
de las proyecciones empresariales, los números hablan de un mercado con un
potencial reluciente. El colombiano José Diego González valora el papel de los
gobiernos de la región a la hora de promover la alfabetización y de poner en
marcha políticas públicas integrales de fomento de la lectura. "El
potencial de este mercado está dormido”, dice a DW este experto del Centro
Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC).
Falta que alguien accione el interruptor.
Ningún sendero de
rosas
Sin embargo, subsistir en un entorno como el
del mercado editorial del continente es un camino repleto de obstáculos. A las
dificultades que afronta la industria del libro en todo el planeta,
especialmente en lo relacionado con la transición digital, se suman
particularidades locales y regionales. González advierte "carencias
estructurales” en lo relativo a la circulación del libro entre los países
latinoamericanos. Como consecuencia, los costes de transporte se disparan.
"Esto hace difícil configurar ese mercado común que pareciera tan a la
vuelta de la esquina por el hecho de compartir una lengua”.
Junto con esto, las dificultades económicas
de algunos países, como Argentina o Brasil, pasan una importante factura a los
sellos editoriales, de acuerdo con un estudio de la CERLALC presentado esta
semana en la Feria del Libro de Madrid.
Según Benchimol, también los editores tienen
su parte de culpa, pues mantienen una visión demasiado local: "Les cuesta
mucho pensar el negocio con una perspectiva internacional”. Algo que podría
cambiar con el salto al libro digital.
Pese a los nubarrones
en el horizonte, ambos expertos consultados insisten en subrayar los motivos de
optimismo. En esta peculiar versión de David contra Goliat son muchos los
augurios a favor de los pequeños jugadores de la partida. El argentino
Benchimol subraya un fenómeno de efervescencia latinoamericana de sellos de
menor tamaño que están contribuyendo a generar ferias paralelas y movimientos
culturales independientes de gran importancia.
González, por su parte, muestra gran interés
por los mecanismos de cooperación y coedición entre pequeñas editoriales:
"Un editor peruano que publica a un autor de su país ya no necesariamente
aspira a que sea su libro el que llegue a otro país, sino que llega a acuerdos
con editores de otros países de la propia Latinoamérica para que sea esa
editorial en su país la que edite el título del autor peruano”.
Grandes y pequeños, todos compiten en la
misma arena: "Todas las editoriales se ven abocadas a la pelea por la
atención de sus lectores, que ahora tienen una oferta de streaming de
todo tipo”, apunta González. Netflix es solo el símbolo de un cambio brutal en
el consumo cultural y de entretenimiento. Nadie sabe en qué formato se contarán
las historias del futuro, pero unos y otros juegan sus mejores cartas para no
salir derrotados en la contienda.
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