lunes, 6 de abril de 2020

Una encuesta para traductores de poesía (XI)

Décimo primer día de la encuesta para traductores de poesía.


Elisa Díaz Castelo
Traductora de Ocean Vuong, entre otros poetas de lengua inglesa.  


1) ¿Por qué razón traduce poesía?
 Traduzco poesía porque me permite habitar el poema de un modo distinto. Cuando traduzco, siento que el poema revela una serie de capas geológicas que quizá son invisibles para el lector: su aparente linealidad adquiere cuerpo y espesor y el texto se revela no como una línea recta que uno recorre de inicio a fin sino como una habitación de cuatro paredes en la cual el traductor puede morar, dilatarse, y alargar su estancia durante días y noches.

 2)  ¿Cómo llega a la traducción? ¿Propone usted mismo al autor? ¿Recibe encargos de parte de la editorial? ¿De quién es la iniciativa?
 Empecé a trabajar en traducción poco después de terminar la carrera. Fue el primer empleo remunerado que conseguí. Unos años después, empecé a traducir poesía por gusto, por el deseo de paladear en mi propio idioma poemas escritos en inglés que me habían fascinado, inquietado, o que intuía que respondían a métodos de composición ajenos a los míos. Si bien algunas revistas me contactan para traducir ensayo y narrativa, en lo que se refiere a poesía siempre he sido yo la que ha tenido que buscar editoriales interesadas.

3) ¿Qué criterio emplean las editoriales para considerar la paga que usted recibe?
 No lo sé. En general ellas hacen una propuesta y yo una contra propuesta. En prosa es mucho más sencillo: se suele establecer una tarifa a partir de parámetros fijos como la cuartilla o el número de caracteres. Los parámetros en la traducción de poesía, al menos en mi experiencia, parecen ser más inciertos y volátiles y depender del capricho de las editoriales o de lo que ellas estén dispuestas a pagar. Y, como traduzco poesía por gusto antes que por trabajo,  suelo aceptar tarifas más bajas de las que aceptaría si de prosa se tratara.

4) ¿Hace usted algo para mejorar esas condiciones?
 Hace poco me incorporé a AMETLI, una asociación mexicana que agrupa y vincula a traductores literarios y defiende sus derechos. Debido a que los traductores solemos trabajar desde casa es más difícil formar una comunidad y comunicarnos, tanto para pedir consejos como para estar al tanto de editoriales que no pagan y así protegernos entre nosotros. La iniciativa de AMETLI me parece necesaria e importantísima en este tipo de gremios que se encuentran atomizados y subestimados.

5) ¿Conoce las políticas de subsidios a la traducción que tienen muchos países del mundo? ¿Los recibe?
Sí estoy al tanto de programas estatales de subsidios para la traducción en México, pero aún no los he pedido.

Andrés Ehrenhaus
Traductor de Shakespeare, Edgar Allan Poe y Dylan Thomas, entre muchos otros poetas de lengua inglesa.


1) ¿Por qué razón traduce poesía?
Siempre traduje poesía, incluso antes de dedicarme profesionalmente a la traducción. Me atrae justamente la pérdida aparente que se produce en el proceso, y el vértigo de la ganancia: de pronto, algo que era impenetrable para muchos se vuelve traslúcido, casi transparente. Poco a poco, casi sin quererlo, me fui especializando y ahora casi traduzco más poesía que prosa y, desde luego, con mucha mayor satisfacción. Es un trabajo minucioso y delicado, como de relojero antiguo, de copista de códices, y más para alguien convencido, como yo, de que en la fidelidad a la forma está el sentido y nunca al revés. Traducir poesía es, además, un ejercicio excelente de austeridad, economía de gestos y rigor sonoro que ayuda a mejorar también la traducción de prosa. 

2) ¿Cómo llega a la traducción? ¿Propone usted mismo al autor? ¿Recibe encargos de parte de la editorial? ¿De quién es la iniciativa?
En la mayoría de los casos llegué a través de un encargo. Prácticamente todos los poetas a los que he traducido me fueron propuestos por diversas editoriales y formaban parte de un proyecto previo en el que pocas veces intervine. En alguna ocasión la propuesta fue mía, pero curiosamente o tal vez no tanto, el proyecto no siempre se materializó. De modo que, en mi caso, la iniciativa es del editor y la decisión, mía. De todos modos, yo trabajo en muchos poemas y poetas por mi cuenta, a modo de gimnasia diaria o porque el reto me resulta especialmente atrevido y gratificante; esos poemas son como un experimento abierto, inacabado, siempre revisable y revisado. Lo hago como quien sale a correr o disfruta cocinando.

3) ¿Qué criterio emplean las editoriales para considerar la paga que usted recibe?
El criterio de las editoriales es simple, casi chabacano: la poesía no vende; ergo, la paga es frugal, mínima, penosa, miserable. La valoración concreta depende de cuánto hayan esquilmado a los traductores de poesía anteriores (uno incluido) y el argumento final es que “es lo que se paga” y que “incluso hemos sido generosos en tu caso”. Por generosidad entienden que se le hace un favor al traductor de poesía, sobre todo cuando traduce a un clásico o a un poeta famoso, porque su nombre relucirá más al lado –o debajo– de otro tanto más ilustre. Desde mi punto de vista, se comete un crimen agravado por la alevosía y la premeditación: quien gana prestigio es la editorial, el traductor se muere de hambre.

4) ¿Hace usted algo para mejorar esas condiciones?
Sin duda, peleo como gato panza arriba. Si no consigo mejorar la tarifa, el porcentaje de royalties y otros aspectos del contrato, al menos reparto algún rasguño. Además, mi mensaje es siempre colectivo: no me están maltratando a mí sino a la profesión en general y a la edición de poesía en particular. Hasta que no se pague el trabajo en relación al tremendo esfuerzo que implica (sin falsas pretensiones ni reclamos imposibles) no podemos ni debemos bajar los brazos. Si las editoriales quieren publicar poesía, y no hay duda de que quieren hacerlo, que paguen como corresponda.

5) ¿Conoce las políticas de subsidios a la traducción que tienen muchos países del mundo? ¿Los recibe?
Sí, conozco unas cuantas y alguna vez, cuando el autor y la lengua entraban en el ámbito de esas ayudas o subsidios, las recibí, directa o –casi siempre– indirectamente. Son un paliativo pero de ningún modo la solución al problema. La solución pasa por que los editores dejen de lado el discurso de la nula comerciabilidad de la poesía y asuman que la publican por otros motivos, de manera que la lógica retributiva no debe responder a criterios de mercado sino de prestigio y de trabajo especializado.

Pedro Ignacio Vicuña
Traductor de Giorgos Seferis y Odyssea Elytis, entre muchos otros poetas griegos. 




1)¿Por qué razón traduce poesía?
Creo que no hay sólo una razón. En algunos casos la motivación ha sido absolutamente personal: saber cómo suena un poema que me entusiasma por la riqueza de sus imágenes, o por los juegos semánticos, por ejemplo, en mi lengua materna. Otras veces la motivación es la convicción (errada quizás) de que esa determinada forma de pararse ante el mundo tiene que ser conocida por otros que no tienen cómo hacerlo si es que no es traducida, a veces traduzco a partir de la idea de que es necesario conocer otras creaciones que no pertenecen al ámbito de nuestra lengua. En la mayoría de los casos, me surge traducir la poesía que me gusta, la que me sobrecoge, la que siento emparentada con mi modo de percibir el mundo o que me revela algo que desconocía o apenas intuía. En fin, son muchas y diversas las razones y, quizás, en el fondo, inexplicables.

2) ¿Cómo llega a la traducción? ¿Propone usted mismo al autor? ¿Recibe encargos de parte de la editorial? ¿De quién es la iniciativa?
En parte propongo yo al autor, por las razones dichas anteriormente; en otras ocasiones me solicitan hacer algunas traducciones para antologías. Como, en general, traduzco poesía desde el griego, la demanda editorial es poca y hago muchos esfuerzos por encontrar donde publicarlas.

3) ¿Qué criterio emplean las editoriales para considerar la paga que usted recibe?
Es un criterio variable, depende del origen del impulso por publicar. En algunos casos el criterio es el de los precios por cuartilla que se pagan en el país de origen, cuando la traducción es solicitada desde ese lugar; la mayoría de las veces es por concepto del porcentaje de ventas, reales o estimativas. En Chile, el universo de la traducción es precario y, muchas veces, las traducciones no se valoran en el volumen de trabajo que implican.

4) ¿Hace usted algo para mejorar esas condiciones?
Las posibilidades de hacerlo son más bien escasas, especialmente en lo que se refiere a la traducción del griego, porque el interés concreto es, más bien, escaso.

5) ¿Conoce las políticas de subsidios a la traducción que tienen muchos países del mundo? ¿Los recibe?
Conozco las políticas de subsidio a la traducción de algunos países, pero no en profundidad. Conozco la que hubo en Grecia hasta antes de la crisis y conozco la de Chile que depende del Fondo del Libro, siempre mediada por una editorial. 

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