Silvina Friera, de Página
12, también se ocupó de las consecuencias del coronavirus sobre la
industria editorial argentina. Lo hizo desde la perspectiva de editores,
libreros y escritores, el 23 de marzo pasado.
El
impacto de la cuarentena
en
la industria editorial
La vida normal, en tiempos de pandemia,
consiste en estar aislados y circular lo menos posible. Lo mínimo e
indispensable. Los actores de la industria del libro permanecerán en sus casas
hasta el 31 de marzo. ¿Qué impacto está teniendo el coronavirus en las
editoriales, en las librerías, en los escritores? “Estábamos en terapia intensiva y ahora
entramos en coma. Todo depende de cuánto tiempo tarde en resolverse”, dice el
escritor Enzo Maqueira. Las librerías están cerradas y las novedades
editoriales de abril –que siempre se distribuyen la última semana del mes
anterior– se despacharán cuando termine la cuarentena. Los editores, libreros y
escritores consultados por Página/12 –Damián Tabarovsky, Gastón Etchegaray, Ecequiel Leder
Kremer, Cecilia Fanti, Selva Almada y Maqueira– hablan de un “daño grande”,
pero difícil de traducir en números por ahora.
Gastón Etchegaray, presidente del Grupo
Planeta, Área Cono Sur, advierte que “es difícil medir el impacto, pero va a
ser mucho; hay que ver cómo sigue” y cuenta que se bajaron del plan editorial
para abril algunos títulos de autores que iban a participar de la Feria del
Libro, cancelada por la pandemia. “Todo se está focalizando en la generación de
contenidos vía redes; en los
próximos días vamos a comenzar acciones con los autores a través de streaming.
Ahora nos vamos apoyar en las redes; lamentablemente el contacto con los
autores y los lectores queda suspendido –explica Etchegaray-. Los libros no se cierran; aprovechemos a leer
que tenemos que estar en nuestros hogares durante varios días. Y si
no tenemos libros en nuestras bibliotecas se puede acceder a través de
bibliotecas virtuales. Hay muchas opciones para que la gente no deje de leer y
pueda estar en contacto con el libro”.
Las editoriales
medianas y pequeñas, las llamadas “independientes”, tienen menos capacidad para
aguantar la parálisis de la actividad. “Es un poco prematuro saber si vamos hacia un nuevo modelo de
negocio editorial; pero en cambio sí se puede decir que nos esperan unos meses
terribles, que van a profundizar la crisis grave en la que ya estábamos
–plantea el escritor y editor de Mardulce Damián Tabarovsky–. En las crisis –primero la económica que produjo el macrismo y luego la de la
pandemia– todos pierden, pero no todos
pierden por igual: a los que tienen menos espaldas le va peor, como a las
editoriales pequeñas, a las librerías independientes. La crisis termina favoreciendo la
concentración, las posiciones dominantes preexistentes en el mercado. Es
importante tener presente esto, tema que muchas veces –oh, casualidad– no
está visible en los debates culturales”.
Tabarovsky repasa la situación de
Mardulce. “En España en febrero publicamos La tradición alemana en la filosofía, de Alain Badiou
y Jean-Luc Nancy. A los veinte días, cerraron las librerías y todo lo demás.
Esta semana también allí salió de imprenta Críticos, monstruos y fanáticos, el nuevo libro
de Cynthia Ozick, que fue directamente de la imprenta al depósito, y no sabemos
cuándo podrá ser distribuido. En Argentina hace diez días salió de imprenta el
mismo libro de Ozick más la cuarta edición de Precoz, de Ariana Harwicz, que acompañaba el
estreno de la obra de teatro, en abril, protagonizada por Julieta Díaz.
Obviamente la obra se suspendió y no sabemos si podremos distribuir ambos
libros en abril, fecha en la que en principio estaba previsto. Para mayo
teníamos el libro –ya en imprenta– de un autor que vive en Estados Unidos, y
que venía a presentarlo a Buenos Aires en esa fecha, cosa que veo muy
improbable –reconoce el editor de Mardulce–.
Además por primera vez íbamos a estar representados en la feria del libro de
Londres, acontecimiento que también se canceló. Así estamos… Todo eso es
esfuerzo, ilusiones, y también inversión. Para una editorial como Mardulce no
es poco”.
Futuro incierto
Víctor Malumian, de Ediciones
Godot, señala que es difícil hacer pronósticos en un escenario que cambia
constantemente. “Hay cierto daño económico que es tan grande como inevitable
para todos, no solo la industria del libro. La caída en las ventas va a ser grande; la pregunta no es tanto cuán
grande será sino por cuánto tiempo. Si gracias a estas
medidas en un mes la vida social se normaliza, eso es un escenario. Si la vida
social se vuelve a normalizar en tres o cuatro meses, el escenario es imposible
de resistir para cualquier negocio”. La Comisión Nacional de Bibliotecas
Populares (CONABIP) había anunciado en los primeros días de marzo que se
duplicaría la inversión para el Programa Libro %, por el cual los
bibliotecarios de todo el país llegan a la Rural para comprar textos en la
Feria del Libro. La cifra prometida, más de 47 millones, representa un alivio
para muchas editoriales. Pero sin Feria del Libro en el horizonte, Malumian
cree que las compras podrían hacerse igual por pedido digital y que las
editoriales envíen sus libros de forma centralizada a un punto para que luego
la CONABIP se encargue de distribuirlos. “Todo el sector está esperando una
decisión final de la Fundación El Libro sobre la Feria. Es comprensible que
demore cierto tiempo dado que es un evento muy grande; hay que ver qué decisión
toman: si será como Bogotá o Londres, que cancelaron definitivamente, o si se va
a reprogramar. Esa decisión reconfigura un montón de prácticas del mundo del
libro”, subraya Malumian.
La escritora Cecilia Fanti, autora de La chica del milagro (Rosa
Iceberg), es dueña de la librería
Céspedes, en el barrio de Colegiales. “Las ventas en la librería se
dispararon desde el viernes (13) hasta el lunes (15), cuando hubo un pico
enorme. El martes (14), a pesar de la lluvia, también. El miércoles decidimos
cerrar la librería y atender solo por whatsapp y redes. Y tuvimos una cantidad
de consultas y de ventas por medios electrónicos muy grande –admite Fanti–. Un chico en una moto estuvo haciendo los
repartos; pero no bonificamos los envíos porque no tenemos estructura para
hacerlo”, comenta la escritora y librera. “La cuarentena obligatoria total es
tremenda, pero a la vez es necesaria. Nosotros acatamos todas las medidas que han sido impuestas y tratamos de
extremar al máximo el cuidado por nuestra responsabilidad social en
los días en que todavía atendíamos al público. Ahora tenemos que permanecer en
casa para evitar que colapse el sistema de salud y que la pasen mal los que
siempre la pasan mal: los viejos y los pobres”, precisa Fanti.
Ante un panorama en que no se pueden
vender libros, las librerías independientes como Céspedes buscarán alternativas
para acompañar las lecturas. “Vamos a leer fragmentos, hacer recomendaciones;
hay muchos libros que han sido liberados por las editoriales, un gesto que no
es menor. No venderemos libros hasta que pase la cuarentena”, afirma Fanti y
anticipa que el impacto de este período sin ventas será “enorme” para la
economía de su librería. “En Céspedes hay dos personas que trabajan conmigo,
tengo que pagar el alquiler y todos los servicios y una contadora que me lleva
adelante las cuentas… Algún tipo de alivio sería ideal, pero en la situación en
la que estamos no lo veo muy viable. Hay gente que la está pasando mucho peor y
el discurso del presidente va en esa dirección: empezar por los que más difícil
la tienen y seguir por los otros; por lo tanto si bien sería ideal y nos
ayudaría muchísimo un alivio, porque esta cuarentena total es un agujero en el
medio y nos parte a todos, no creo que algo en esa línea ocurra”, agrega la
escritora y librera. “Los libreros independientes somos cuentapropistas,
entonces en la medida en que no trabajamos y no vendemos libros no facturamos.
Se viene de cuatro años fatales y ahora nos enfrentamos a una situación que lo
empeora todo por un motivo de fuerza mayor. Vamos a recoger los escombros y ver
qué se puede hacer con lo que quedó. Me cuesta imaginarlo… trato de no pensar
en un escenario caótico y trágico, pero a la vez me cuesta”.
Ecequiel
Leder Kremer, dueño de la Librería Hernández, traza un paisaje desolador. “Habrá que llamar la atención del
gobierno nacional porque el trato tiene que ser igualitario para todos. Si yo
no puedo hacer delivery, Mercado
Libre tampoco puede hacer delivery
porque el virus lo podemos transportar todos. La realidad es que hoy la inmensa
mayoría del canal librero está con un nivel de facturación cero. Como muchos
comercios y otros rubros de la intermediación y la producción, le estamos
diciendo al gobierno que si esto se continúa en el tiempo no sólo no vamos a
poder abonar las cargas sociales, el ABL y todos los gastos residuales, tampoco
vamos a poder pagar sueldos porque, ¿de dónde vamos a sacar el dinero?”,
pregunta Leder Kremer. El dueño de la Librería Hernández tiene la sensación de
que el coronavirus llegó para quedarse. “Estamos preocupados por la vida, por
cómo impacta la pandemia en la sociedad y qué forma va a tener el futuro. Uno
siempre tiene una cuota de optimismo, pero el panorama es bastante negro. Ojalá
que podamos llegar a una solución; que se encuentre la vacuna y podamos superar
esto –desea el librero-. La cuarentena es la única manera de cortar la
propagación del virus, pero es también altamente destructiva para la economía y
la vida cotidiana de los que menos recursos tienen”.
El virus de la literatura
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