Terminada la encuesta, y a modo de muy provisorias conclusiones, los siguientes párrafos.
Rebobinando
La encuesta surgió de un intercambio que tuve con Inés Garland, escritora y traductora argentina, a propósito de una traducción que ella había hecho recientemente. Promediando la entrevista, se hizo evidente que ambos teníamos distintas posiciones sobre la cuestión de género llevada al campo de la traducción y le propuse que la siguiéramos fuera del marco específico de esa entrada. Así, nos escribimos brevemente hasta llegar a un punto desde el que difícilmente podíamos progresar. Fue entonces que le pedí permiso para reproducir lo que nos habíamos escrito, al tiempo que formulé una serie de preguntas muy generales a una serie de colegas traductores de distintos países, idiomas, edades y géneros.
De los casi más de 50 traductores contactados, contestaron 31. Algunos traducen de otras lenguas al castellano; otros, del castellano a otras lenguas; algunos de una lengua a otra sin pasar por el castellano. Son alemanes, argentinos, canadienses, chilenos, españoles, estadounidenses, franceses, mexicanos y uruguayos. Hay quienes traducen esporádicamente y por vocación, quienes lo hacen con una cierta frecuencia alternando la vocación con el trabajo y hay quienes traducen para la industria editorial y, por lo tanto, están absolutamente abocados a la profesión. Esos tres sesgos determinan entonces un primer dato que hay que considerar: salvo aquéllos que traducen a destajo porque ésa es su forma de ganarse la vida, muchos traductores eligen traducir aquello con lo que se sienten identificados y, por lo tanto, no se les plantean de manera tan urgente las consideraciones de naturaleza genérica. Dicho de otro modo, parten de un lugar acaso más cómodo a la hora de considerar los problemas de género que, eventualmente, pueda presentar una traducción.
La siguiente cuestión a considerar es la naturaleza del idioma de partida. A lo largo de la encuesta ha habido numerosos ejemplos donde se plantearon problemas vinculados al cambio de género de una lengua a la otra, la anulación de las marcas de género por la idiosincrasia lingüística de la lengua de partida, la neutralidad genérica del original y la consecuente ausencia de todas esas características en la lengua de llegada.
Corresponde entonces considerar los distintos tipos de traductores literarios que han respondido a la encuesta y las lenguas de las cuales traducen, así como la naturaleza de las lenguas a las que traducen.
Sumaría, por último, un elemento del todo subjetivo muy difícil de evaluar, que es la estructura de la personalidad del traductor, su propia historia, su cultura y, sintetizando todos estos elementos, su particular sensibilidad. Y si todo esto interviene, por ejemplo, en la posibilidad o la imposibilidad de resolver algún tipo de problema formal que plantee el texto de partida (por ejemplo, en el caso de la poesía, la métrica y la rima), quizás no sea del todo aventurado señalar que en cuestiones mucho más sutiles que hagan al género esa posibilidad o imposibilidad también puede estar presente.
En las respuestas, por último, podrá verse que hay quien reflexionó más sobre todos estos temas y quien tal vez fue sorprendido por la índole de las preguntas. También, quien recurrió a fuentes y citó bibliografía, y quien apeló al sentido común o trató de esbozar su desconcierto frente a estas cuestiones.
Resta aclarar que la encuesta se propuso apenas como un primer paso y, por supuesto, no pretende dar una única respuesta a una cuestión que, sobre todo en los últimos años, se hizo presente en muchos campos de la cultura. Es de desear que cada cual siga reflexionando sobre el tema y, si lo desea, comparta sus conclusiones, enviándolas al mail del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, o, en el caso de que se trate de un texto breve, a los comentarios de esta entrada.
Jorge Fondebrider
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