martes, 27 de julio de 2021

"Los lectores, al volver a las librerías"



El pasado 25 de julio, en La Jornada Semanal, de México, el poeta, ensayista y editor José María Espinasa escribió la siguiente columna. En su bajada se anuncia: “Crónica de una visita a una librería del Fondo de Cultura Económica que pone en evidencia, por un lado, el tiempo de la pandemia bien aprovechado por la editorial para avanzar en sus propuestas, algunas de las cuales aquí se comentan y, por el otro, el entusiasmo de un crítico literario que por fortuna no llevaba su tarjeta de crédito”.

La olla de presión de la pandemia: buenas y nuevas ediciones

El descenso de la pandemia en Ciudad de México y en varios estados del país ha dejado ver el proceso de calentamiento de la cultura, semejante al de una olla a presión: el vapor y el silbido son visibles y audibles. Por ejemplo: llego, después de año y medio, a la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica y el efecto es abrumador; la mesa de novedades está llena de buenas propuestas de diversas editoriales, en especial de la casa editora mexicana que conduce la librería. Mi primer pensamiento es claramente de tiempos de crisis: qué bueno que no traigo la tarjeta de crédito. La industria editorial no estuvo paralizada: lo que se pudo hacer en estos largos meses de cuarentena ya amenazaba con hacer estallar la olla exprés.

Es evidente que, para el fce, esos meses fueron menos lesivos que para las editoriales privadas y que su producción, ahora ya sobre la mesa de ofertas y ante los ojos del lector, no sólo sorprende por su cantidad sino también por su calidad y diversidad. Es de esto que me quiero ocupar en esta crónica. En efecto, el fce aprovechó este tiempo para implementar el proyecto que antes simplemente eran palabras no del todo tangibles. Por un lado, proyectos que sirvieron como bandera; por otro, la de series novedosas y tal vez desconcertantes en el marco de un catálogo histórico, como las narrativas visuales, y por un lado más, la renovación de sus catálogos históricos con propuestas muy atractivas. Si bien esta crónica habla en una retórica primera persona, creo que la experiencia de los lectores al volver a las librerías será muy similar.

Así, quiero empezar por un libro que supongo que se volverá bestseller: los Cuentos completos, de Leonora Carrington. La gran artista plástica surrealista que vivió tantos años en nuestro país fue también una notable escritora y sus textos circulaban en fotocopias, de las ediciones de Monte Ávila, Era o Ciruela, pero no resultaba fácil encontrarlos. Es una gran oportunidad para los lectores que no la conocen para acercarse a ella en una edición bonita, cuidada y a muy buen precio, que incluye tres cuentos inéditos en español y en versión de la traductora y poeta Una Pérez Ruiz. Leonora Carrington pasa por un buen momento: hay varios museos que exhiben cosas suyas y este libro contribuirá a su conocimiento. Me permito recordar dos hechos casi propios de su literatura: el robo de una de sus esculturas que después apareció abandonada, y el itinerario y destino de La barca de los muertos que ahora está en Paseo de la Reforma.

Un libro paralelo y complementario al de Leonora Carrington es el de Cuentos completos, de Clarice Lispector. La fama de la narradora brasileña viene de lejos, pero no era fácil conseguir sus libros. Hoy, esta edición los pone al alcance del lector mexicano en una buena traducción de Paula Abramo, también poeta notable. En mi memoria tengo las largas conversaciones con Inés Arredondo sobre la obra de la Lispector –es curioso que a ella, como a Virginia Woolf o a Marguerite Duras, se les llamaba la Lispector, la Woolf, la Duras, para contrarrestar con cierta impersonalidad el alto contenido personal de sus escritos. También recuerdo que, al publicar hace más de treinta años una entrevista con ella en este suplemento, nos fue muy difícil conseguir fotos suyas para la portada. También me gustaría pensar que el hecho de involucrar a mujeres como autoras y traductoras responde a una política editorial. En todo caso, los dos libros son muy buena noticia para los lectores y si la pandemia hizo, como dicen que ocurrió, que se leyera más, no perdamos el ritmo y aprovechemos las consecuencias de esa pandemia-olla exprés.

Otra de las tradiciones históricas del fce es la traducción de textos. En ese camino se inscriben los dos mencionados en párrafos anteriores, y como notable complemento entre sus novedades ofrece el libro de François Ost, Traducir; aunque su edición es española, supongo que llegará a librerías en México pronto, al igual que otra novedad de sus filiales, en este caso Perú, Eternidad de la noche, las cartas de César Moro a Emilio Adolfo Westphalen, desde México.

En otra dirección, pero también una lectura muy atractiva, resulta la publicación de Saavedra, un anarquismo, del periodista Aurelio Fernández Fuentes. Aurelio Fernández toma la figura de su bisabuelo, anarquista español de principios del siglo xx y hace un libro a la vez de investigación histórica y recreación narrativa, con gracia y buena pluma. Abelardo Saavedra Toro nunca estuvo en México, pero su libro nos habla en estos años de transformación social con una voz que se vuelve necesaria. No me alcanza el espacio de esta nota para dar noticia de todas las novedades notables que el fce está ofreciendo a sus lectores en este ‒esperemos que sostenido‒ regreso a la normalidad. Pero no quiero dejar de llevar agua al molino de la poesía, señalando dos publicaciones recientes de poetas españoles muertos recientemente: Joan Margarit y Francisco Brines.

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