Estrilda africana |
Trans/iberiano
I
Trans. Fue la palabra al terminar junio. El Congreso argentino aprobó una cuota de empleo público para personas travestis, transexuales y transgénero. El Consejo de Ministros de España aceptó el tratamiento parlamentario de la ley de autodeterminación de género, conocida como “ley Trans”. Antes, hubo debates, acompañamientos, distancias, porque lo legislado o por legislar convoca opiniones diferentes, alaridos, insultos y más palabras al terminar junio. Julio es ya verano en Europa, hace calor, llegaron y se fueron los vencejos, permanecen las estrildas africanas con los antifaces rojos, las cotorras verdes y no sé si hay tantas palomas porque no me vengo fijando. La naturaleza se renueva, eso sí lo sé. Los diccionarios, en cambio, siguen contemplando, como en extasiado cinemascope, la edad de piedra. La palabra “trans” tan repetida, no está. Tampoco: género, genérico, violencia de género, feminicidios, travesticidio, comunidad trans, autodeterminación trans, autodeterminación de género, transexual, transgénero, binarismo de género, género binario, género fluido, democracia inclusiva, lenguaje inclusivo, visibilización, estigmatizar, patologizar, criminalizar, progenitor no gestante, terapia de conversión. No están en el diccionario de la RAE (en relación con España) ni en los diccionarios de localismos de los países de América Latina. Una excepción: el Diccionario del español de México si define varias palabras y, sobre todo, las define bien.
La ausencia (uno) dibuja una antimateria standard agujero negro en el horizonte y (dos) señala una contradicción. Dé un paso al frente la antimateria. Leí en alguna parte que la RAE va a incluir la expresión “violencia de género” en 2026. No antes. No puedo explicar el motivo. Leí también que “violencia de género” aparece sin futurismo ninguno, aparece hoy mismo, en un Diccionario panhispánico del español jurídico financiado por el Banco de Santander (de España).Buscando entre sus páginas digitales (al azar) algunas expresiones corrientes del lenguaje jurídico argentino, no están. En cambio, puede oírse un interesante himno que quizás se interprete en las cumbres judiciales iberoamericanas o en otras cumbres: http://www.cumbrejudicial.org/institucional/himno-de-cumbre.
Parecerá
lo que digo una nota al pie de página del tango Che papusa, oí, sin
embargo, la falta de un léxico contemporáneo es un problema para les
traductores, para les periodistes, para les escritores cuando tratan de
comunicar la realidad y la multitud de materiales que produce el mundo sobre sexualidad,
diversidad sexual, uniones amorosas, sobre todo igualdad de género, desde
la bibliografía académica o de divulgación, a las acciones que promueve ONU
Mujeres o la agenda 2030 de las Naciones Unidas o los gobiernos de las
naciones, perdón por la palabra, civilizadas. Quienes traducen o escriben, como
el universo es tan variado, conocen esas palabras, saben lo que significan y no
ignoran los remotos matices. Lloran como lobos a la luna, casi siempre, cuando
imaginan la lengua que hablan como un arte, una ciencia, no como una rama de
Inditex o Caixa Bank o el BBVA o Repsol.
II
También se dijo arriba que había una contradicción. Que dé un paso al frente la contradicción y nos hable. Es sencillo de explicar. Existe cierta caracataca contra el “lenguaje inclusivo” —expresión que no figura en el diccionario de la RAE— que apela al saber de la RAE sobre “lenguaje inclusivo”. Creo que la academia de la lengua española es una institución venerable aunque anacrónica porque sus miembros se eligen entre ellos y no existe un órgano de supervisión científica como en las universidades o los centros de investigación modernos. Nadie vigila los resultados, no los evalúa, ni los rechaza cuando son un puro disparate. Tampoco es una institución oficial. Los veredictos, cualquiera sea su verosimilitud, no tienen por qué seguirse. Así pasó, en 2004, cuando la RAE objetó que la Ley Orgánica española, del 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género incluyera la expresión “violencia de género”. Proponían “violencia doméstica”. Tampoco es vinculante un ensayo sobre el “lenguaje inclusivo” que en la ofensiva contra su uso se esgrime como inapelable. No es verdad. Es una opinión más, del todo respetable subrayaría, aunque no oficial.
El lenguaje inclusivo es, sencillamente, una forma de visibilización de las mujeres. Nadie entiende ahora que el masculino nombre lo femenino. Es una convención de la lengua que nuestro estado actual de civilización pone en duda. Aunque algunes piensen que la idea salió de retorcidas mentes femeninas que, como gaviotas al caer la tarde (faltaban las gaviotas en la enumeración de aves de verano), graznan enloquecidas festejando el crepúsculo de la humanidad y la llegada de los extraterrestres, la verdad que la existencia de las mujeres en el mundo real y la voluntad de no discriminación ya estaba contenida (por no mencionar antecedentes más antiguos) en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Y, desde entonces, en los estatutos de todos los organismos internacionales y legislaciones de los países, sin ofender a nadie, civilizados. Se hablaba en aquellos tiempos remotos de “lenguaje no sexista” y las administraciones de las naciones (otra vez) civilizadas hicieron decálogos, recomendaciones y manuales no discriminatorios que puestos unos al lado de otros deben ocupar millones de kilómetros en todos los idiomas civilizados del mundo.
La ofensiva contra el lenguaje inclusivo desconoce el largo pasado y uno más largo todavía: todas las batallas de las mujeres han triunfado. Y añadiremos: todas las batallas de las mujeres, entre ellas la visibilización verbal de las mujeres, acabarán triunfando.
Ahora: “Alguien hermoso entró en el jardín” sólo permite imaginar a un hombre. Llegará el día que en el jardín también entrarán las mujeres. Les hablantes encontrarán la forma de decirlo, de cambiarlo.
Algunas
noticias:
https://www.youtube.com/watch?v=KTklfjkAXng&t=55s
https://www.youtube.com/watch?v=wdW5iD4leIo
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