Lo que sigue es una entrevista que Cuauhtémoc Padilla, de la Biblioteca Nacional de México, le hizo a los directores de la editorial Gris Tormenta en agosto 2021. Según la bajada, “El Faro de la Biblioteca es una serie de entrevistas —alojadas en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM— en donde se dialoga con las personas que participan en la construcción del mundo del libro hoy. Nuestros invitados de esta ocasión son Mauricio Sánchez y Jacobo Zanella, editores de Gris Tormenta, un sello editorial independiente fundado en 2017 que se ha enfocado en textos de carácter de no ficción literaria (ensayo, memoria, antologías). Hablaremos acerca del catálogo que han formado, de sus dos colecciones (Disertaciones y Editor) y de los objetivos de la editorial.
La duda como proceso de aprehensión del mundo
–¿Cómo relacionan al libro con la filosofía? ¿Consideran que el libro es un objeto filosófico como el amor, la belleza o el bien?
–Creo que no lo habíamos pensado de esa manera antes. El libro ha sido, históricamente, el arquetipo del conocimiento, tanto de un conocimiento «técnico», por así llamarlo, como de un conocimiento «de la verdad», es decir, del ser humano. Visto así, el libro, como concepto, podría tratarse como objeto filosófico: su esencia no ha cambiado en milenios: es una línea continua y finita de pensamiento puesto por escrito en un soporte físico, desde las tabletas de arcilla hasta el papel actual. La disrupción se presenta con los textos electrónicos, que desaparecen del soporte en cuando este se usa para desplegar otros contenidos: la permanencia del texto se vuelve efímera. Hay códices y libros antiguos de una sola copia, y están perfectamente bien conservados. Por otro lado hay textos electrónicos publicados hace apenas unos años que ya han desaparecido.
En todos los títulos que editamos nos hacemos exactamente la misma pregunta: ¿qué es un libro?, ¿por qué es importante?, ¿cómo lo hacemos nosotros distinto a los demás? Tratamos de hacer evidente que nos interesa explorar el libro como concepto. Hay una especie de inserción de esta búsqueda plasmada en los libros que publicamos.
–En el ejercicio de la filosofía hay momentos de duda y de resolución. ¿En cuál momento del ejercicio editorial experimentan más dudas y en cuál actúan de manera más resuelta?
–Los procesos literarios o artísticos tienen fases creativas muy largas, donde el acto de dudar adquiere gran importancia —es generativo—, y fases de producción, usualmente más breves, donde la resolución se impone sobre la duda. Creo que en el oficio editorial es al revés: las fases creativas son más breves que las de producción o gestión, pero sí existen, y están marcadas en definitiva por la duda —es más, no podrían existir sin ella. Los momentos de duda en nuestra editorial, extrañamente, no son ni al principio ni al final de los libros, sino en la parte central del proceso, cuando estamos trabajando ya con los textos y los autores directamente: en esos momentos todo parece frágil, como si todo pudiera colapsar en cualquier instante. Por otro lado, nos encontramos ahora planeando una nueva colección editorial, y es un ejercicio noventa por ciento dudas, diez por ciento certezas. Creemos en esa duda, cuando se hace presente, como proceso de aprehensión del mundo, así que nos aferramos a ella hasta que comienza, por sí sola, a disiparse.
–En su catálogo hay una colección llamada Editor, en donde publican textos sobre las historias que suceden detrás de los libros. ¿Editar textos sobre la experiencia editorial no los llena de dudas sobre su propio oficio?
–No. Quizá sea justo al revés: editar libros sobre experiencias editoriales o sobre la curiosidad de un editor nos permite hacer evidentes los procesos, demasiado ricos y complejos, que existen detrás de (o de manera simultánea a) la literatura. Eso es muy Gris Tormenta, es una de las características de la editorial: publicar un libro, pero a la vez publicar (de alguna manera) su proceso, su hechura, sus dudas; las historias que no están contadas en la historia «principal», pero sin las que un libro no existiría. La publicación de los libros de la colección Editor libera una energía que llevaba mucho tiempo acumulada; en ese sentido son textos explosivos, aunque la prosa sea tranquila, y pasan de lector en lector con rapidez y sorpresa. Publicarlos es sinónimo de desprendimiento, es divertido, y eso es lo opuesto a la duda.
El impulso detrás de la colección (además de lo que acabamos de mencionar) fue encontrar textos que pudieran ser leídos por cualquier lector como piezas literarias breves, y no solo pertinentes a los lectores directamente relacionados al mundo editorial. No son textos históricos ni demasiado anecdóticos, sino que ejercen también cierta crítica sobre el momento actual y sobre el tema que están tratando.
–¿Ustedes en tanto editores se consideran ensayistas?
–Todos los editores y todas las editoriales ensayan algo, siempre. Hasta los poetas y los novelistas están ensayando todo el tiempo, aunque usando otras formas narrativas. Un editor ensaya con colecciones, títulos, autores. Cualquier editorial será siempre el ensayo imperfecto de una editorial futura. Ahí está, como ejemplo, Siruela-Atalanta: la segunda no existiría, de ninguna manera, sin los veinte años que permaneció su editor en la primera.
¿Cuál es la esencia del ensayo? Buscar; hacer evidentes los caminos sinuosos de la mente; evitar las conclusiones definitivas; narrar con la imperfección del pensamiento: es decir, ampliar la duda, la intención, no resolverla. El ensayo clásico va evolucionando mientras lo lees, por una ruta que no está predefinida. Nos interesa mucho explorar esos caminos en la editorial: evitar la respuesta a un tema, más bien mostrar la capacidad generativa de la pregunta o de lo que no se ha discutido aún.
–¿Qué lugar tiene lo imprevisible en un laboratorio editorial?
–En Gris Tormenta somos muy estrictos con la forma general, con el exterior de las colecciones y los libros. Los límites son claros y tratamos de no salirnos de ahí. Pero eso permite que lo imprevisible, al interior, tenga cabida. Hablando a grandes rasgos, es la rigidez la que permite que la libertad exista después (y no al revés), y para nosotros es muy importante entenderlo así: de otra manera el catálogo podría caer en la monotonía.
En lo particular hay más matices: comisionamos aproximadamente la mitad de los textos que publicamos, y en esas comisiones hay mucho de imprevisible, como es natural. A veces lo imprevisible se va hacia un lugar positivo, que sorprende, y eso siempre es bienvenido porque amplía el libro o la colección. Pero cuando gira hacia lugares no deseados, nos encontramos en la situación, nada afortunada, de tener que rechazar el texto, decidir no publicarlo.
–Al ser una editorial de dos editores, ¿cómo toman estas decisiones, cómo es su relación de trabajo? ¿Sus personalidades son complementarias?
–Hay mucha comunicación, mucho diálogo, siempre en los mejores términos, pero sí nos hemos vetado libros con argumentos sólidos. Y eso se aprecia, porque si fuera la editorial de una persona, sería muy distinta. Ahora conserva un balance entre lo espontáneo y lo rígido, entre lo comisionado y lo existente, y ese balance quizá se deba a las personalidades complementarias que bien supones. También nos complementamos como lectores. Ambos hacemos lecturas muy distintas, no solo de las cosas, sino de libros. Es muy, muy raro que coincidamos en un autor.
–Esta es tal vez una de las fortalezas de la editorial: mundos muy distintos, pero caminando hacia el mismo lugar. Otro rasgo distintivo de los libros de Gris Tormenta es su diseño sobrio y elegante. ¿Qué caminos tenían claro que deseaban evitar al diseñar sus libros?
–Lo primero que deseábamos evitar era esa heterogeneidad desconcertante de algunas editoriales en las que pareciera que ningún libro tiene que ver con otro publicado por ellos mismos —ni en diseño, ni en dimensiones, ni en su presencia material. Puesto que para nosotros es esencial publicar los libros siempre dentro de colecciones específicas, queríamos que esto se mostrara desde la cubierta, que los libros fueran reconocibles siempre, reflejando lo distintivo y puntual del catálogo. También queremos, por supuesto, evitar todas las modas del diseño. Hay una tendencia, que se asocia más con la industria editorial de Estados Unidos, que es la de la individualidad: cada libro parece existir en un espacio único, creado para él; difícilmente sabemos a qué colección pertenece (si es que pertenece a alguna) y cuáles son los ejes de esa colección. Está, por otro lado, una tradición más europea, y uno de sus rasgos tiene que ver con la presentación de los libros «en comunidad» —estableciendo relaciones entre los títulos y sus sellos— y la uniformidad de los libros dentro de sus colecciones (algunas editoriales llegan al extremo de delimitar precisamente el número de páginas que deben tener los libros de cada colección, de manera que puestos en una estantería, todos los lomos sean uniformes).
Regresando a Gris Tormenta: queríamos que las cubiertas tuvieran presencia, pero no a través de la demasía de elementos, de la estridencia, sino a través de lo mínimo. Que lo de afuera hablara de la importancia que le damos al libro como idea, sin colocarse nunca por encima de su contenido. Nos importa más el concepto, la propuesta y el texto que el autor o el producto comercial. Creemos que el diseño es solo un vehículo efímero que transmite «información» (que es permanente). El diseño es una forma. Y en ese sentido, es desechable. Es decir, si tomamos un texto antiguo, si lo despojamos de su forma y lo actualizamos, la idea se sigue transmitiendo: se pierde el vehículo, pero sus conceptos y su literatura prevalecen. Y lo mismo me parece con el diseño: es solo una forma de llevar un contenido a un lector. Entonces pensamos que no debe tener demasiada importancia. No debe ser llamativo ni debe convertir al libro en un juguete. Debe pensarse como algo que le puedas quitar y la presencia del libro siga estando ahí.
–Definen ustedes su colección Disertaciones (antologías temáticas), como «textos de pensamiento grupal que intentan definir un concepto que elude la definición». ¿Cómo darle una forma definida a un libro que de antemano tiene estas características, esta premisa?
–La forma física del libro responde a una necesidad editorial: el libro debe tener una estructura legible y un orden lógico; los diversos textos deben componer un todo. Pero en la lectura nos damos cuenta de que la definición del concepto establecido al inicio del proyecto sigue abierta; que ni siquiera la suma de los textos podría proponerse como una respuesta definitiva. Es decir: visualmente la forma parece completa, pero el contenido tiene cualidades porosas, y esa apertura es esencial para los libros de esta colección: admitir todo tipo de lecturas, de entradas y salidas; libros que no sean del todo fijos, por así decirlo. (En los libros de la colección Editor sucede lo opuesto: son libros muy cerrados, muy bien estructurados.)
–Cuando recuperan un texto preexistente y lo editan en Gris Tormenta, ¿qué lo distingue como un texto de Gris Tormenta?
–Al sacarlo de su contexto original, el texto necesita un nuevo espacio para desplegarse. Al colocarlo dentro de un libro de Gris Tormenta de inmediato adquiere ese nuevo contexto. Es decir: el texto está respondiendo directamente a la premisa de tal libro en particular. Por otro lado, está rodeado de otros textos que también lo condicionan en la lectura y con los que «conversa» intencionalmente, según un orden y una posición dentro del libro. El texto, por último, responde también a una colección muy definida, es decir, a una misión que quizá antes no tenía.
–¿Hay un texto al que constantemente vuelvan para revitalizar sus preocupaciones (un texto filosófico, literario, científico, etcétera)?
–Regresábamos varias veces a un ensayo breve de Perec llamado «¿Aproximaciones a qué?», pero luego lo usamos como punto de partida para una de nuestras antologías, Lo infraordinario. Ahora ya no recurrimos a ese texto como tal, sino que lo integramos a la esencia de la editorial. Otro texto importante para nosotros ha sido «¿Qué es lo contemporáneo?», de Giorgio Agamben: un texto breve del que salen infinitas lecturas. En general, como editorial nos interesan mucho las lecturas sobre lectura, edición o escritura —los ensayos de Calasso son un buen ejemplo. Y personalmente siempre tenemos presentes aquellas lecturas que de alguna manera revitalizan nuestras preocupaciones: las buenas te hacen pensar, emocionarte; las malas refuerzan la idea de lo que no tendría que haberse publicado —o de lo que está tan mal editado que afecta el significado y la experiencia del lector.
–¿Cómo relacionan los libros editados por Gris Tormenta con el blog de Gris Tormenta?
–En el blog hay reflexiones sobre los libros que hacemos: textos breves sobre el antes, durante y después de la edición de esos libros. Textos que podrían acompañar a un lector que quiere saber más, no importa si ha leído el libro o todavía no. También hay otras secciones que no tienen que ver con los libros de Gris Tormenta, pero que nos parecen estimulantes: la serie de entrevistas a lectores, por ejemplo, en donde podemos asomarnos a un mundo personal y lejano, distinto al nuestro. O la sección «Cuaderno de tópicos», donde transcribimos lecturas que nos gustan y que quizá si fuéramos otro tipo de editorial publicaríamos. Muchas de estas las traducimos especialmente para el blog, con el simple afán de compartirlas. Estaría muy bien que algún día pudiéramos vertir todos estos contenidos en una revista, aunque sea modesta.
–¿Nos pueden compartir una razón por la que vale la pena amar los libros?
–Por la compañía constante. Porque es la única actividad (además de las físicas, como comer o dormir) que podría mantenerse intacta a lo largo de la vida. La belleza cambia y la fuerza decrece, pero la búsqueda de la verdad en el libro no.
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La versión en video de esta entrevista puede verse aquí. Se pueden explorar también todos los videos que forman parte de la serie El Faro de la Biblioteca en este enlace.
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