La siguiente nota fue publicada por Bruno Pardo Porto en el diario madrileño ABC, el pasado 3 de julio. Trata sobre un códice de la Divina Comedia, de la Biblioteca Nacional de España y de todo lo que de él se infiere.
El manuscrito que encumbró a Dante en España
Nadie sabe cómo escribía Dante. Si alargaba las ges hasta el mismísimo infierno o si elevaba las letras altas hasta el paraíso, si era pulcro o desordenado, si le temblaba el pulso o torcía las líneas: todo esto es un misterio, porque no tenemos ni un autógrafo suyo. De la Divina Comedia solo nos quedan copias más o menos añejas y la fantasía o la esperanza de que algún día, en alguna parte del mundo, aparezca el manuscrito original, si es que existe tal cosa. De momento, lo que tenemos son reflejos (copias) que explican, en el fondo, la figura del poeta: un genio irrepetible capaz de fundar una lengua con sus versos, un hombre que poco después de morir en el exilio (en 1321) se convirtió en mito gracias a sus lectores. De hecho, fue Bocaccio quien bautizó a la Comedia como “Divina”, y quien logró rehabilitar su biografía, tan manchada por la infamia política, y encumbrarlo como el gran autor italiano. No hay duda: fueron sus seguidores quienes convirtieron a Dante en inmortal.
En la Biblioteca Nacional de España hay un códice que resume como ninguno esta condición trascendente de Dante, la capacidad de su obra para envejecer al revés, como los buenos vinos, y de generar adeptos y exégetas, también como los buenos vinos. Se trata de un manuscrito humilde, hecho en papel, que está lleno de anotaciones y apuntes a izquierda y derecha del texto, en diferentes colores, a veces con símbolos y señas, incluso. Parece, casi, uno de esos libros escolares que se han ido heredando de curso en curso, y en parte eso es lo que es: un objeto que pasó de mano en mano durante décadas, que se fue enriqueciendo con la sabiduría de sus diferentes dueños y comentaristas. «Es un manuscrito con una estratificación lingüística extraordinaria, en sus páginas hay un siglo de trabajos sobre el texto de Dante. De alguna manera es el resultado de un ambiente, el humanismo español, muy fructífero, encabezado por el Marqués de Santillana, apasionado lector de Dante y dueño de este códice».
Quien afirma esto es Michele Curnis, comisario de la muestra “Dante Alighieri en la BNE: 700 años entre infierno y paraíso”, que estará abierta al público hasta el 2 de octubre, y en la que se expone este extraño ejemplar. Para él, es uno de los más importantes, pues en sus márgenes puede leerse la primera traducción de la 'Divina Comedia' hecha en lengua vernácula. En español, para más señas. En su día se adjudicó la autoría del trabajo a Enrique de Villena, pero la traducción es anónima. «Es un laboratorio de traducción, un taller de traducción pionero en el ámbito español. Se basa en un texto original de Dante muy preciso, en uno de los manuscritos más importantes para el texto crítico del poema», celebra el investigador.
Los últimos estudios señalan que más de ocho manos intervinieron en estas páginas, incluidas las del marqués. Hay glosas en latín, en italiano y en castellano. También resúmenes de cada canto. No es nada extraño: la Comedia necesitó desde el principio de un aparato crítico para ser comprendida en toda su profundidad, pues está llena de detalles históricos, éticos, políticos y teológicos que a veces oscurecen el texto a los ojos legos. Para Juan Barja, que tras décadas de esfuerzo acaba de publicar una nueva traducción de la obra en Abada Editores, con notas hechas al alimón con Patxi Lanceros, «la Comedia es una enciclopedia impresionante», además de una «extraña simbiosis» entre «el mundo de Atenas y el de Jerusalén». Entre lo sagrado y lo pagano, al cabo. «Dante no es un docto poeta solamente, sino también un poeta filósofo», sentencia el literato.
El ejemplar del marqués, por si fuera poco, se completa con elementos que van más allá de lo dantesco: tiene un resumen en rima del ‘Paraíso’, un soneto de Petrarca traducido, sentencias de Cleobulo Lidio, Cicerón y Boecio y una receta medicinal de Bernardo de Gordon. Y tiene un detalle imprescindible, tal y como señala Curnis: «Este manuscrito está fechado en noviembre de 1348. Esto es muy importante, porque es un dato raro. La mayoría de manuscritos del siglo XIV de Dante no tienen fecha y hay que establecer su composición a partir de datos paleográficos».
Al lado de este códice, por cierto, la BNE expone otro más antiguo y lujoso, que se pergeñó en Florencia unos años antes, en un taller dedicado a hacer copias de lujo de la Divina Comedia, y que probablemente estaba dirigido por Francesco di Ser Nardo da Barberino. En poco tiempo produjo un centenar de códices en papiro, con una ornamentación riquísima, conocidos hoy como los ‘Dantes del Cento’. «Gracias a la renta de todas estas copias de lujo de la comedia el propietario del taller casó a todas sus hijas con una buena dote economía. Fue un éxito comercial», comenta entre risas Curnis.
A día de hoy se conocen unas 850 versiones manuscritas de la obra de Dante, dato que refleja la obsesión que generaron sus cantos, su huella temprana. En 1472 se llevó a imprenta por primera vez, y desde entonces no ha dejado de reimprimirse, porque no ha dejado de leerse, del mismo modo que no dejamos de buscar la verdad en las estrellas. Sobre todo cuando nos perdemos en una selva oscura.
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