viernes, 10 de marzo de 2023

Cuando la inclusión retrospectiva nos hace más tarados

El pasado 21 de febrero, Luisa Estrada publicó en La Nación, de Buenos Aires, un artículo que retoma lo publicado en este blog en el día de ayer, a propósito de la “corrección” por parte de Penguin Random House, de Gran Bretaña, de la obra de Roald Dhal. En este caso, se enfatiza sobre la actitud que van a tomar al respecto la editorial española Alfaguara y la francesa Gallimard.

En francés y en español no se modificará la obra de Roald Dahl, autor de Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate

 

A contramano de la decisión tomada en estos días en Gran Bretaña, que encendió la polémica sobre el alcance de los actos que se llevan a cabo por corrección política o en nombre de la diversidad, las editoriales Alfaguara, en español, y Gallimard, en francés, confirmaron ayer que no modificarán palabra alguna en la obra original del escritor Roald Dahl


La declaración es un golpe de revés que responde a las nuevas ediciones en inglés del autor de Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate y Las brujas, entre otros clásicos: la editorial Puffin Books modificó varios términos relacionados a “cuestiones sensibles” como la raza, el género, la apariencia física, la salud mental y la violencia para evitar que estos libros ofendan al lector.


Alfaguara se desmarcó de la decisión de Puffin Books, a pesar de que ambas pertenecen al grupo editorial Penguin, uno de los más grandes del mundo. “Tras conversaciones con la Roald Dahl Story Company, Alfaguara Infantil y Juvenil mantendrá sus ediciones con los textos clásicos del autor sin modificar sus publicaciones en castellano”, indicaron a la agencia EFE fuentes de ese sello.


“No hemos modificado nuestras ediciones y no tenemos ninguna intención de cambiar los textos. Respetamos la obra del autor”, sostuvo por su parte Hedwige Pasquet, la directora del sector de literatura infantil de Gallimard, en una entrevista con Le Figaro. “El espíritu de Roald Dahl es un poco irónico, vital, divertido. (...) Si el autor hace una modificación hay que respetarla. ¿Pero cambiar todo el texto hoy sin su consentimiento? No”. Por último concluyó: “Es un evento que tiene lugar en la era de la cultura de la cancelación. En este contexto la polémica crece. La Roald Dahl Company reconoció haber trabajado para el mercado inglés. Ellos quieren respetar la cultura de cada país”.


La traductora y comentarista francesa Bérengère Viennot escribió en su blog un ensayo titulado “Una novela de Roald Dahl reescrita ya no es una novela de Roald Dahl”, en el que afirma: “pretender que la crueldad del mundo no existe es negar el sufrimiento”; mostrarle a los niños solo la “buena” literatura, según la autora, es “condenarlos a conocer una sola faceta del pensamiento, la que la ortodoxia del momento haya aprobado”. Viennot lamenta el empobrecimiento de aquellos que prohíben el acceso a las ideas de los que piensan distinto e ironiza: “¡Qué aterradora división entre el campo del bien y el de los otros (que describen el mundo tal cual es y no tal como quisieran que sea)!”.


Anita Singh, editora de arte y entretenimiento en Daily Telegraph escribió en Twitter: “Lo que más me molesta de las modificaciones de Roald Dahl es que son estúpidas. Se prohíbe la palabra “gordo”, pero el resto de la descripción se conserva, con lo que queda claro que Augustus Gloop [en Charlie y la fábrica de chocolate] es gordo”.


El texto original se refiere a “un niño de nueve años que era tan gordo que parecía como si hubiera sido inflado con una poderosa bomba”; ahora, en inglés, dirá “Era tan enorme que parecía como si hubiera sido inflado con una poderosa bomba”.


El péndulo de la corrección política

La tensión por el alcance de la corrección política no es ninguna novedad. El lenguaje y el arte son solo algunos de los campos en los que. hace algunos años, se está librando la batalla cultural de lo que se ha denominado “ideología woke”. El término nació en Estados Unidos, vinculado al estado de alerta sobre el racismo pero con el tiempo fue adoptado por las nuevas generaciones que se consideran “despiertas” y sensibles frente a las injusticias sociales y políticas.


Son varias las voces que advierten sobre los peligros de esta ideología. La ensayista Caroline Fourest, que en 2022 pasó por Buenos Aires para presentar su libro Generación ofendida. De la policía de la cultura a la policía del pensamiento, rechaza la cultura de la cancelación, los linchamientos digitales y las denuncias de apropiación cultural.


Alejo Schapire, periodista argentino, sostiene en su libro La traición progresista, que la izquierda progresista hoy ocupa el lugar de la vieja derecha conservadora. “Como Pangloss en Cándido [Voltaire] esta izquierda omnirrevisionista da por sentado que vivimos en el mejor de los tiempos posibles: lo que piensa es lo mejor pensable, y esta arrogancia le permite abocarse a la demolición (y prohibición) de obras y sistemas que no cierran dentro de su égida”.


Según el filósofo francés Jean-François Braunstein el wokismo es una religión porque funciona a través de una dinámica sectaria, ya que no negocia ni discute con sus adversarios y porque quienes la adoptan se consideran mejores. Uno de los peligros que señala es que esta “religión” rompe con la filosofía del conocimiento al afirmar que no hay verdad y que no es posible el conocimiento objetivo.


Así, la corrección política va y viene, con un movimiento pendular que algunos celebran y otros temen.


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