sábado, 28 de mayo de 2011

Un artículo que hará las delicias de los siempre fervientes traductores de literatura alemana


Cecilia Dreymüller (foto) firma la siguiente nota, publicada el 21 de mayo pasado, en El País, de España. Aquí, tomando como referencia la 70 Feria del Libro de Mdrid, se da cuenta sobre el creciente número de autores alemanes traducidos al castellano.

Alemania en España

Cuando en 2009 la Academia Sueca galardonó la obra de Herta Müller, en España, como en otras partes, el desconcierto fue grande. ¿Cómo era que una autora rumana, exiliada a los 34 años en Berlín, recibía un Premio Nobel para la literatura alemana? Felizmente, la literatura no pregunta por nacionalidades, y la alemana —como expresión creativa y sistema de referencias— siempre ha tenido lugar dentro y fuera de Alemania: Kafka y Rilke vivieron en Praga, Joseph Roth venía de la actual Ucrania, Canetti era búlgaro, Max Frisch suizo, Elfriede Jelinek y Peter Handke son austriacos. Además, gran parte de los austriacos y suizos publican en Alemania, pues allí están las editoriales importantes.

En España, la literatura alemana mantiene su prestigio y una presencia sólida en elmercado (aunque se traduce quince vecesmás del inglés). Y desde la caída del Muro, en 1989, la narrativa sobre temas alemanes goza de una creciente atención. Esta se diferencia por su origen geográfico. Por autores nacidos en el lado oriental u occidental del país, y por los que provienen de otras culturas. Los escritores socializados en la antigua RDA, los descendientes de padres turcos, húngaros o sirios, tienden a apostar literariamente más alto y por contenidos politizados: Wolfgang Hilbig con sus negras burlas del estado de vigilancia; Kathrin Schmidt con sus exuberantes cuadros históricos; Clemens Meyer con su realismo sucio; Feridun Zaimoglu con sus barrocas tragedias familiares, todos ellos configuran la fracción combativa, vigorosa, experimental de la literatura de Alemania. Las grandes ventas, en cambio, suelen ser de autores germano-occidentales, altamente profesionalizados, como Julia Franck y Daniel Kehlmann, que tapan con su éxito comercial las escrituras más elaboradas, irónicas y lúcidas de sus colegas germano-occidentales, como Andreas Maier, Michael Roes o Sibylle Lewitscharoff. Aun así, con toda su pujanza y calidad, la literatura de la Alemania reunificada no ha alcanzado la repercusión internacional que tuvieron losmaestros de la época de posguerra, unos cuantos aún en activo: Günter Grass, Christa Wolf, Alexander Kluge o Hans Magnus Enzensberger; ni llegó a igualar el impacto social de los escritores de la generación del 68, como W. G. Sebald, Botho Strauss o Wilhelm Genazino.

En los últimos años, en España están recibiendo una inesperada atención los clásicos. Y no sólo los del XX, comoMann, con descubrimientos magníficos de los años veinte, treinta y cuarenta—como Alfred Döblin, Hugo Ball, Erich Kästner, Gertrud Kolmar y Hans Keilson—, sino los de la época clásica y romántica. Por sus notables resultados de traducción destaca la reedición de las dos partes de Fausto, de Goethe, igual que los dramas de Schiller y varias de las sabias, delirantes novelas de Jean Paul. Aunque tal vez lo más memorable sea que se hayan empezado a editar a los largamente olvidados creadores posrománticos, como Eduard Mörike, Franz Grillparzer o Adalbert Stifter (estos dos últimos, austriacos, por cierto).

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