lunes, 13 de julio de 2009

Los traductores les proponen a las editoriales un poco más de rigor y libros mejor traducidos a cambio de un pago más justo


Todos los traductores y los correctores (estos últimos, una especie en franca extinción) saben que el hilo se corta por lo más fino, lo que traducido a sus respectivos oficios significa que, a la hora de bajar costos, los responsables de las editoriales no discuten con el proveedor del papel (de hecho, éste no admite discusiones), ni con en el imprentero, ni con el encuadernador, ni mucho menos con el distribuidor. Los traductores y los correctores, en cambio, tienen todos los números para convertirse en los blancos naturales de la tacañería de los empresarios editoriales. Sin embargo, esos genios financieros no tienen en cuenta que una mala traducción puede invalidar el contenido de un libro.

Con el objeto de orientar a los editores y hacerles saber que no siempre más barato es mejor, proponemos una nueva sección en este blog que sirva para denunciar errores graves en libros que, de otro modo, podrían haber sido serios. Por ello, se invita a los lectores a que nos envíen ejemplos de malas traducciones que un buen traductor o buen corrector podrían haber mejorado.

Y para comenzar, aquí van algunas observaciones sobre La máquina de los memes, un libro de Susan Blackmore, con prólogo de Richard Dawkins), publicado en traducción de Montserrat Basté-Kraan por Paidós (Barcelona, 2000).

A lo largo de todo el libro se podrán comprobar múltiples erratas, como por ejemplo "desvelar" por "develar", en la página 42, que un corrector podría haber evitado. No es lo más grave. De hecho, por lo risible, podría ser hasta simpático.
Los errores conceputales son otra cosa.

La autora utiliza una y otra vez el concepto de replicator, creado por Richard Dawkins, cuya traducción correcta y canónica, al menos desde la publicación de El gen egoísta, es "replicador". A la traductora y al eventual corrector les habría resultado fácil comprobarlo, ya que así se tradujo casi una década atrás cuando el libro de Dawkins se publicó por primera vez en Barcelona. Sin embargo, en el libro de Paidós, se emplea la palabra "replicante", acaso por influencia del film Blade Runner, olvidando que la ciencia ficción no es necesariamente científica.

Pero el colmo puede leerse en la página 60, donde se encuentra el siguiente párrafo:

"El autor científico británico Colin Tudge (1995) describe la adopción de la práctica de cultivar la tierra como 'el fin del Edén'. En lugar de facilitar la vida de los campesinos, la complicó y así se comprueba, por ejemplo, cuando se examinan los vestigios de los esqueletos egipcios. Sus espaldas y los dedos de los pies aparecen deformes debido a los esfuerzos que debía hacer para moler el maiz cuando quería amasar pan".

Seguramente la traductora equivocó la acepción de corn ("maíz", pero también "grano", como corresponde en este caso), produciendo un auténtico dislate que, por falta de cultura general de quien traduce o de quien corrige, termina por restarle seriedad a todo el resto del libro: el maíz es americano y, por lo tanto, difícilmente llegó al Egipto antiguo en tiempo de los faraones.

Tal vez no deban cargarse las tintas sobre la pobre traductora. Acaso con más tiempo o mejor paga podría haber comprobado la terminología y revisado sus datos. También es cierto que un traductor con más oficio y cultura quizás no se habría equivocado, pero eso probablemente sale más caro. Y otro tanto podría decirse de un corrector profesional, quien, sin duda, le hubiera ahorrado el mal rato al traductor que cometió este error verdaderamente importante. Ahora bien, sólo un necio negaría que la responsabilidad no es del editor. Entonces, ¿cuál es el objeto de gastar en la compra de derechos de un buen libro –y el mencionado, al menos en su versión original, lo es–, de pagar el papel, la imprenta, la encuadernadora y de entrar en todos los vericuetos de la distribución, si por no pagar unos pocos pesos más el resultado termina siendo un galimatías o un absurdo?
A lo mejor, ya es hora de que los empresarios venidos a intelectuales dejen de pensar con lógica de almacenero.

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Jorge!

    Escribo guiones para materiales audiovisuales educativos de ciencias naturales en México. Escribí uno donde usé el concepto de "replicator" creado por Dawkins. Lo usé en plural para describir las primeras moléculas que hacían copias de si mismas: replicadores. ¿Es correcto? En español replicador significa respondón. No me dí cuenta y me angustia que haya cometido un gravísimo error.

    Tú escribes que "replicador" es: "una forma correcta y canónica" después de la publicación del libro de Dawkins. Creo que en ese punto respondes mi pregunta. Si no es así, por favor dime si cometí un error; sería de gran ayuda para mi. ¡Gracias!

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  2. Hola Diego. No creo que hayas cometido un error. Alguien tradujo "replicator" como "replicador" una primera vez y, luego, la comunidad científica usuaria de ese término lo adoptó por bueno, como es buena la palabra "computadora", tomada del inglés en casi toda Latinoamérica, y, supongo, es buena "ordenador", tomada del francés en España. Digamos que es el uso lo que termina decidiendo cuando se trata de neologismos.
    Por último, según el Diccionario de la R.A.E. (y que me perdone Borges por mentarlo)la palabra "réplica" tiene 4 acepciones. La que interesa acá es: "Copia de una obra artística que reproduce con igualdad la original". No sé por qué se debería explicar con exclusividad a una obra artística y como no se justifica en la definición, mejor olvidémonos del arte. Por su parte, "replicador" –como sustantivo– debería ser algo que replica, ¿no? Y como adjetivo el que "replica" puede ser varias cosas porque, el verbo "replicar" tiene 4 acepciones. La tercera, entiendo, es la que te importa a vos: "Repetir lo que se ha dicho". ¿Responde todo esto a tu pregunta?

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