domingo, 12 de julio de 2009

Las dramáticas estadísticas europeas


Ian Barnett tuvo la gentileza de enviar a este blog el artículo de Ros Schwartz, publicado en el número de junio-julio de este año de The Linguist, que, en versión parcialmente reducida, aquí se ofrece en traducción del administrador. Como se verá, en el texto se describe una situación que, por más increíble que parezca, no sólo no es privativa de Latinoamérica sino que, dada la importancia de la industria editorial de los principales países europeos, es más que alarmantes. A título complementario, se invita a quienes estén interesados en la situación de los traductores europeos y las consecuencias de ésta sobre la cultura europea a releer el artículo de Rüdiger Wischenbart posteado en este blog el 1 de junio de 2009.

Una verdadera historia de horror

Recientemente, el European Council of Literary Translators Asociations (CEATL) publicó un estudio comparativo de los ingresos de los traductores literarios en toda Europa, basado en los datos proporcionados por las asociaciones que lo integran. Los resultados son profundamente perturbadores. Descubrimos que en 20 de los 23 países que son objeto de estudio, el poder adquisitivo promedio de los traductores literarios es más de un 60 % menor que el de los obreros industriales y que el de los trabajadores de las empresas de servicios. Hay un único país donde los traductores literarios ganan más del 80% del salario promedio (Francia, con el 83%), mientras que Irlanda, Suecia y Gran Bretaña ganan un poco más del 70%. Parece que los traductores literarios, en la mayoría de los países europeos, viven en la pobreza y trabajan muchas horas. Al final de la tabla se encuentran la República Checa, Grecia y Eslovaquia.
Entonces, ¿qué significan estas cifras desalentadoras para quienes intentan ganarse la vida traduciendo a los más grandes escritores mundiales? Los traductores literarios tienen que tener varios trabajos para llegar a fin de mes, a menudo a expensas de su propia salud y de su familia. Y aun así, es una lucha.
“Muy a menudo no llego a fin de mes”, dice Klety Sotiriadou, de Grecia. “Traduzco alrededor de tres libros por año. Cuando García Márquez ganó el Premio Nobel, tuve que trabajar 14 horas por día para poder entregar todas sus novelas y cuentos en dos o tres años.” La checa Alena Lhotova, una de las personas responsables del estudio, dice que no puede vivir “sin un pequeño ingreso privado” y lo que gana su esposo. El húngaro Janos Lackfi tuvo que acomodar la traducción literaria a su trabajo principal de profesor universitario. También es escritor, poeta, crítico literario y editor de una revista, y regularmente da charlas en escuelas y bibliotecas. “Estoy ante mi computadora al menos 10 horas por día. Mi familia tiene que soportarlo”, dice.
Existe el mito de que los traductores se hacen ricos con las regalías. Aunque en algunos países se incluye en los contratos una cláusula sobre regalías, fuera del traductor holandés de Harry Potter, no hay traductor que se haya hecho millonario. Lejos de ello. Según la española Ana Casassas, “Aunque, en teoría, los traductores españoles reciben regalías, en la práctica eso nunca pasa. De los setenta y pico de libros que traduje recibo regalías por dos y los montos son risibles”. Los ingresos de un traductor literario provienen principalmente de tres fuentes: la tarifa básica, las regalías y las becas y subsidios. Las regalías incluyen una parte de los ingresos por el uso de la obra bajo todas las formas de publicación (derechos primarios), una parte de los derechos de las ventas (derechos adicionales y subsidiarios) y una parte de las sumas reunidas por las sociedades encargadas de recaudar (principalmente, derechos de préstamos públicos –DPP). Así como hay variaciones sensibles en las tarifas básicas de los distintos países, también hay diferencias marcadas en las otras dos formas de ingresos. En algunos países, los DPP no generan prácticamente nada, y las becas y los subsidios son inexistentes. Sin embargo, hay países (particularmente los nórdicos y Holanda) en los que los DPP y las becas significan una parte sustantiva de los ingresos y pueden duplicar la tarifa básica.
Las discrepancias entre los diferentes sistemas de seguridad e impuestos tienen un impacto considerable sobre los ingresos de los traductores literarios. Parece que el mejor país es Irlanda, porque los traductores están exentos de pagar impuestos. En otros países europeos, los traductores no sólo ganan poco, sino que también pagan mucho por la seguridad social. La austríaca Jacqueline Csuss traduce uno o dos libros al año y sobrevive haciendo traducciones comerciales. “Fácilmente puedo ganar en un mes lo que me pagan por un libro entero, que me significa cuatro meses de trabajo”, comenta. “Mis ingresos anuales son tan bajos que no tengo que pagar impuestos. Lo poco que consigo ahorrar, generalmente se me va en el pago de las cuotas de la seguridad social. No sé ni cómo me las arreglo.”
En Gran Bretaña, apenas un puñado de traductores pueden ganarse la vida sólo haciendo traducciones literarias. Christine Shuttleworth trabaja también haciendo índices y, dice, “me las arreglo para pagar las cuentas”.Sandra Smith, la aclamada traductora de Irene Nemirovsky enseña a tiempo completo en la Universidad de Cambridge con horarios carcelarios. “Tengo que dictar clase por razones fnancieras”, dice. “No es de extrañar que este siempre cansada.”
La falta de tiempo es la queja compartida por los traductores literarios en cada uno de los países estudiados: falta de tiempo para hacer un buen trabajo y para pasar con la familia. Como dice el premiado traductor alemán Holger Fock –quien fue el motor del estudio del CEATL–, “Trabajo unas setenta horas semanales. Me tomo dos o tres fines de semana de vacaciones por año. Nunca me enfermo; no tengo tiempo de enfermarme. Esto le significa un precio muy alto a mi vida familiar (mis hijos se quejan de la ‘presencia ausente’ de su padre) y a mi salud (espalda, rodillas y codos). En síntesis, vivimos como esos tejedores del siglo XIX por un ingreso que es apenas más alto que vivir del seguro de desempleo”.
En lo que respecta a los contratos, nuevamente hay grandes diferencias. Algunos países tienen contratos standard, redactados con el acuerdo de los editores, mientras que otros (entre ellos, Gran Bretaña) proponen un contrato modelo (sugerido por los miembros de la Asociación de Traducción Literaria) o recomendaciones de publicación. Mientras que en 13 países/regiones, la asociación recomienda una tarifa mínima, sólo en seis países se logró acordar una tarifa mínima con los editores. En la mayoría de los países, los traductores reciben un pago inicial a la firma del contrato y el resto se paga contra entrega de la traducción.
En términos generales, las regalías generan un ingreso adicional para los traductores sólo en países donde las editoriales venden un gran número de libros (10.000 ejemplares o más). Pero en ninguna parte el monto pagado por regalías excede el 5% del total de los ingresos anuales del traductor literario. Es necesario advertir que el ingreso de los traductores es generalmente más alto y estable en los países donde existen acuerdos de tarifas y regalías entre los traductores y las editoriales. En los países que tienen un gran mercado de libros de bolsillo, los derechos adicionales y subsidiarios pueden aumentar considerablemente los ingresos. En general, el número y el monto total de las becas concedidas a los traductores es insignificante.
La mayoría de los traductores continúa trabajando mucho después de la edad de jubilación. Las pensiones estatales varían enormemente. En Dinamarca, los traductores pueden esperar una pensión estatal de unos 1.000 a 1.500 euros mensuales, pero en Gran Bretaña reciben sólo el equivalente a 650 euros. Las tasas impositivas también varían considerablemente: del 0 % en Irlanda al 53% en Holanda.
En Italia, la situación es desastrosa. En Grecia, Alemania, Finlandia, Austria, Dinamarca y Suiza la situación material de los traductores es crítica y los traductores literarios profesionales están virtualmente en la cola de la beneficencia. También vale la pena notar que España exhibe mejores cifras sólo porque los traductores literarios se las arreglan para producir mucho más, a expensas de la calidad.
Martin de Haan, co-autor del estudio, señala: “Es un serio problema social en un continente que se supone debe ser desarrollado, multilingüe y multicultural, pero también es –y eso es lo más importante– un problema artístico y cultural muy serio. ¿Qué nos está diciendo sobre la calidad del intercambio literario entre nuestras sociedades el hecho que nuestros traductores literarios se vean obligados a despachar su trabajo a toda velocidad sólo para poder sobrevivir?”.
También hay implicaciones para la supervivencia de la profesión. En palabras del danés Soren Barsoe: “Los que recién empiezan no pueden ganarse la vida con la traducción literaria. Aun cuando uno esté trabajando todo el tiempo, se gana la mitad de lo que en Dinamarca se considera un ingreso bajo. Y siendo nuevo, no se es capaz de negociar una tarifa más alta”.
El CEATL ha formulado una serie de recomendaciones para mejorar las condiciones de trabajo, incluyendo un porcentaje más justo en cada explotación del trabajo; un contrato legal que estipule una remuneración justa y conveniente; sistemas de becas mejores, con mayores sumas de dinero y una mayor fiabilidad en las becas como ingreso adicional; mejores cláusulas referidas a la seguridad social e incentivos fiscales.
Hay un vículo entre una mejor remuneración y un status mejor con una mayor visibilidad. El nombre de los traductores debería aparecer en la cubierta de los libros y en todo el material promocional. Necesitamos incrementar la conciencia de nuestro arte entre los críticos bibliográficos y los lectores a través de eventos que le den relevancia a la traducción literaria y a los traductores. Y necesitamos premios a la traducción literaria considerada como arte.

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