lunes, 12 de abril de 2010

Un resumen de lo que los argentinos suponen que los alemanes entienden por "literatura argentina", o algo así, aunque quién sabe

"Mientras algunos editores alemanes esperan ansiosos la lista oficial de los escritores invitados a la Feria de Fráncfort para tenerlos traducidos en octubre –escribe Julieta Mortati desde Berlín, para la edición del suplemento de cultura del diario Perfil, de Buenos Aires, del día de ayer–, hablar de literatura argentina en Alemania ya es cosa del pasado: muchos autores han conseguido entrar en el mercado antes de esta carrera desesperada por figurar en los prestigiosos –y no tanto– catálogos alemanes." La nota completa se reproduce a continuación.

Literatura argentina camino a Fráncfort
 
No es casual que este año Argentina sea invitada de honor en la Feria de los Libros de Fráncfort. Después del interés suscitado por la entrada tardía del boom latinoamericano a mediados de los 70 que hizo que hasta Borges fuera leído en clave de realismo mágico, para luego desembocar en una posterior apatía de la región, la literatura argentina se carga al hombro su crisis y desventuras, generando nuevas sensibilidades. Este año, los nombres que empezaron a mencionarse primero en los circuitos informales, son absorbidos por las grandes editoriales, sedientas de autores nuevos que pongan a funcionar la máquina editorial. La producción argentina deberá imponerse no como un color de moda sino como un campo de tierra fértil, una “inspiración”, como dicen sus programadores, para la literatura mundial.

Curiosidad por lo otro
Alemania es uno de los países que más libros traduce en el mundo. Se habla de 4 mil títulos por año. El interés de los alemanes por las culturas mundiales no se puede entender sin mencionar la Fernweh, una palabra de difícil correlato en otras lenguas, que supone una especie de nostalgia no por lo pasado, sino por mundos lejanos. Así, además de ávidos lectores, los alemanes son los que más viajan por el mundo, y no sólo por posibilidades económicas.

“La literatura latinoamericana siempre ha sido una parte muy importante en nuestra editorial, más que la anglosajona, francesa o escandinava y esto tiene que ver con la realidad latinoamericana que es más compleja. Hay un tipo de lector que se interesa en la vida de estos países aunque les cueste notar las diferencias entre los autores de Chile y Colombia”, dice Jürgen Dormager, a cargo de la sección de literatura en español de Suhrkamp.

Michi Strausfeld es una de las personalidades más influyentes del campo editorial alemán y actor fundamental de la recepción de la literatura latinoamericana en Alemania que llegó con el boom. “Cuando empecé en Suhrkamp, a principio de los 70, no existía una conciencia de la inmensa riqueza de la literatura latinoamericana”, cuenta Strausfeld desde Barcelona. Diez años después, gracias a su iniciativa y confianza del editor de ese entonces, Sigfried Unfeld, ya estaban traducidas y publicadas las obras fundamentales de Julio Cortázar (Rayuela tardó siete años en traducirse), Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Octavio Paz, Juan Carlos Onetti, Manuel Puig, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Borges empezó a ser publicado por Carl Hanser en 1959 y desde entonces fue saliendo la obra completa en distintas ediciones.

Pero el quiebre no fue sino en 1984 con La casa de los espíritus, de Isabel Allende, que habilitó la aparición de nuevos autores. “Fue un fenómeno inaudito no sólo para Suhrkamp, sino también para Alemania que una autora latinonamericana pudiese triunfar de esa manera. No lo había logrado ni siquiera García Márquez y eso contribuyó a ampliar el catálogo. Treinta años después teníamos publicados 300 títulos de América Latina”.

Dentro de este horizonte común que comparten los países latinoamericanos el traductor y agente literario especializado en literatura latinoamericana, Matthias Strobel dice que Argentina, México y Colombia son, en ese orden, los países latinoamericanos que se perciben como interesantes para Alemania. La Argentina se destaca por un hecho particular, la crisis: “Después de 2001, se movieron cosas, surgieron talentos como maneras de procesar lo que estaba pasando”. Para Silvia Fehrmann, directora de comunicación y marketing de la Haus der Kulturen der Welt, éste fue un aspecto importantísimo a la hora de buscar nuevos autores por el mundo: “Que la Argentina haya podido atravesar la crisis, rehacerse y no entrar en guerra civil, generó una buena percepción del país”.

Otro eje que facilita el entendimiento entre ambos países es así de triste como real, la dictadura militar. Según Fehrmann “en Alemania siempre hubo un interés por las literaturas que tratan sobre la vida en condiciones de totalitarismo, y a uno siempre le parece que se vuelve sobre lo mismo: Latinoamérica es la república bananera o la dictadura militar. Pero es lógico que haya un interés en saber cómo se sigue y cómo las nuevas generaciones van trabajando el tema. Esta sociedad tuvo que enfrentar la culpa colectiva y es un tema existencial para los alemanes”.

Literatura, fuego.
La importación de los “autores de la crisis” fue posible gracias a la intervención del escritor y traductor Timo Berger. Durante 1998 vivió en Buenos Aires, participó de colgadas de poesía en la plaza Almagro, de lecturas en bares, en Belleza y Felicidad, vio nacer editoriales independientes. Allí tradujo a Washington Cucurto y El salmón de Fabián Casas, del que una vez en Alemania imprimió 40 ejemplares y lo repartió entre sus conocidos. Junto a Rike Bolte fundaron latin.org, una antología virtual de poetas latinoamericanos traducidos al alemán y en 2006 organizaron el primer festival de poesía en Berlín, Latinale, que sigue hasta hoy, aunque reconoce: “Debo confesar que hay muy pocos alemanes que se interesan por la Argentina en la actualidad. Mucha gente la confunde con Australia y hay muchos clichés que están en el aire. Tampoco creo que la literatura nacional cierre como concepto por influencia de la migración, el exilio, los escritores que escriben en otros idiomas, la globalización.”

Pese a su escepticismo, la literatura argentina en Alemania se mueve. La editorial Sukultur, que publica autores jóvenes alemanes en una colección de libritos con tapitas de cartón amarillas que cuestan un euro cada uno, tiene en su catálogo a Cucurto y Cecilia Pavón. “Creo que la literatura argentina es excepcional. Tratan temas relevantes, son concientes de la forma, atrevidos y llenos de chispa. Cucurto juega en la liga de los mejores del mundo por la originalidad de sus temas, lenguaje claro y directo”, dice su editor Marc Degens.

La editorial independiente Parasitenpresse de Colonia publicó el libro de poemas de Damián Ríos La misma luz en todas partes y dos fascículos con autores latinoamericanos. “La gente que compra nuestros libros está interesada en buena literatura joven. Y nos parece muy interesante ver lo que pasa en otros lugares, como Argentina. Nuestros libros, además, son un poco parecidos a los de Eloísa Cartonera, los hacemos con poco capital, la tirada no suele superar los 50 ejemplares, y los imprimimos en hojas recicladas”, dice Adrian Kasnitz, su fundador, en cuyo escritorio tiene un tomo del libro de cuentos de Samantha Schweblin, Pájaros en la boca, que acaba de ser traducido por Suhrkamp.

En mayo de 2008 la revista literaria con sede en Viena, Wespennest, sacó un dossier sobre la literatura argentina, en cuya tapa del número se ven los rascacielos del bajo desde el pastizal de la costanera. En ella se publicó a Sergio Bizzio, César Aira, Raúl Escari, un texto de la socióloga Maristella Svampa, y también se lo incluyó a Dani Umpi. Con esta selección, dice su editorial, “se quiere echar un vistazo a las controversias suscitadas en la reciente historia del país” y destaca la sorprendente productividad cultural generada con la crisis en 2002, veinte años después de la dictadura militar. A esto se le suma, el dossier de poesía argentina que sacó la revista de poesía de Leipzig, Poetenladen, en el otoño alemán del año pasado. También en Leipzig, en la Feria del Libro de mayo de 2009, Carlos Gamerro presentó la edición alemana de la novela de Laura Alcoba La casa de los conejos. Adelantándose a la feria, el número de julio de la muy prestigiosa revista literaria Die Horen va a estar dedicada a la literatura argentina. Para eso Strausfeld preparó un “paseo” por la literatura argentina en el que se va a publicar, por ejemplo, El matadero, de Esteban Echeverría, un fragmento de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal y Esa mujer, de Rodolfo Walsh.

Caminito, crisis, dictadura.
El último diciembre, Die Zeit, uno de los diarios alemanes más prestigiosos, publicó una larga crítica de El pasado, de Alan Pauls. “Con su novela, Alan Pauls se llevó los mayores elogios que ha habido en el último tiempo para un escritor argentino por no cultivar los lugares comunes de lo latinoamericano. Se entendió que su novela era política, precisamente porque no escribe sobre la dictadura como tema”, dice Fehrmann y marca un cambio en el código de lectura: “Me parece que los líderes de opinión de los suplementos culturales se rejuvencieron por obvias razones y se relacionan con América latina de una manera distinta que la generación anterior que tenían una mezcla de romanticismo con estereotipo. El programa literario de algunas editoriales no cambió del mismo modo. Ese hueco hace que en determinado momento no se entendiera César Aira”.

Strobel, por su parte, ambiciona que algún escritor argentino de una vez por todas se digne a escribir un buen policial negro dirigido a un público masivo: “Buenos Aires sería el lugar perfecto, hay casos increíbles de corrupción. En otros países suelen ser más pragmáticos, pero en la Argentina hay cierto prejuicio al género, como si esas reglas les aburrieran. Los argentinos no suelen ser narradores de historias fuertes, si no siguen una línea más vanguardista, quieren reinventar la literatura, son exigentes con los lectores, hacen hincapié en la forma y en la reflexión”.

Octubre.
“La literatura latinoamericana en los últimos diez años se la ha tenido mucho más complicada. El interés político y económico menguó mucho en esta decena de años y América latina no está muy presente en los medios públicos salvo cuando hay catástrofe”, dice Strausfeld cruzando los dedos para que Juan Gelman asista a la Feria y penando la muerte de Tomás Eloy Martínez, en busca de un nuevo referente que no encuentra. Por eso, para Fehrmann es tan importante el rol que viene a jugar la Feria: “El país que es declarado invitado de honor tiene una repercusión en la vida pública alemana que creo que en la Argentina no tienen en cuenta. El 80 por ciento de los títulos que se están publicando ahora son porque Argentina es país de honor y genera una visibilidad para las literaturas nacionales en la prensa local que no tiene comparación”.

Frente al agotamiento de escritores, este año las grandes editoriales apuestan a publicar autores nuevos en pos de rejuvenecer sus catálogos, pero también, con la expectativa de que ahí surjan nuevos íconos que despierten el perezoso mercado editoral. En este sentido, las antologías son la punta de lanza. A modo de muestrario, en Fischer ya se puede conseguir, Schiffe aus Feuer (Barquitos de Fuego), una antología con textos 36 escritores latinoamericanos, “los nietos de los autores del boom”, según Strausfeld, siete de los cuales son argentinos (Guillermo Martínez, Rodrigo Fresán y Patricia Suárez). Y en estos días, en la otra esquina, se publica por Wagenbach, una editorial más pequeña, Asado verbal, una antología en la que aparecen textos de Lucía Puenzo, Pedro Mairal, Juan Diego Incardona, Félix Bruzzone y Romina Paula, selección hecha por Berger.

Para los autores, estar publicados en Alemania es generar interés en toda Europa. Pablo Ramos tiene El origen de la tristeza en Suhrkamp, y ya lo llamaron de Francia, Italia, Portugal y España, y Martín Kohan con Dos veces junio y Segundos afuera en la misma editorial rescata la atención que ha suscitado en el continente. Según él, “más allá del aspecto específicamente comercial, la Feria es una ocasión para aprovechar, y para hacerlo lo que cuenta es dar a conocer lo mejor de la producción literaria argentina, más allá de vanidades o de cálculos facciosos”.

Mientras que algunos editores esperan, ya con un poco de resignación, la lista oficial de los escritores invitados a la Feria de los Libros para tenerlos traducidos en primer plano en el stand de Fráncfort, para Strobel, hablar de literatura argentina en Alemania ya es pasado: “Hace dos o tres años todas las editoriales querían tener su autor argentino, los buscaron por todos lados, casi demasiado; ahora la actitud es: ‘Lo vamos a publicar pese a ser argentino’”.

Es por eso que algunos autores, como Ramos, se arriesgan a publicar el año que viene: “La deventaja es que una vez que el país invitado de honor se va de Fráncfort, los alemanes no quieren ni oír hablar de los autores de ese país. Por eso yo decidí no sacar mi libro en este contexto, para no sepultarlo. Yo siempre prefiero esperar”. Y Fehrmann hace especial hincapié en la necesidad de tener apoyo público el año que viene para darle “continuidiad a un campo que ya se abrió”. Para Strobel, optimista, “lo que quedan son los lazos directos establecidos entre editoriales de allá y acá, sin intermediarios.” Lo que vaya a pasar en la Feria con respecto a Argentina y el entusiasmo que despierte en la región es todavía una incógnita y habrá que esperar hasta el último día de esta operación rescate.

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