Complementando la noticia del viernes pasado, el siguiente suelto publicado en La Razón.es del día 23 de noviembre, donde se entevista a Miguel Sáenz por su nombramiento como académico. Nótese la actitud contrastante entre sus dichos y los de varios de sus colegas (y no nos referimos sólo a los académicos, sino a muchos traductores españoles, incluso notorios miembros de la ACEtt ).
«La traducción siempre ha estado menospreciada»
La irrupción de las nuevas tecnologías ha impactado en la traducción de igual manera que en otros campos. El nuevo académico subraya las ventajas que han venido con ellas. «Las tecnologías repercuten por un lado de una manera muy positiva, porque ahora el traductor tiene muchos más medios para poder investigar que antes eran inimaginables. Hoy el traductor que no averigüe o no profundice en un texto es porque realmente no quiere. Las nuevas tecnologías suponen para nosotros una inmensa ayuda. Sólo el ordenador es una ventaja enorme. Pero también, hay que advertir, que están repercutiendo en el idioma de una manera que no es tan positiva. En ocasiones lo deterioran, como sucede con los mensajes rápidos y los chats. Y eso redunda en un español mucho menos rico, pero en el campo de la literatura su efecto es muy
beneficioso».
«Aprendí mucho en la ONU »
Sáenz nació en Larache, Marruecos, en 1932, y fue traductor de las Naciones Unidas en sus sedes de Nueva York y Viena. Una experiencia que dejó su poso. «Tengo que reconoce que aprendí mucho en las Naciones Unidas. Y una de las cosas más importantes que comprendí durante ese tiempo es el sentido de la responsabilidad. Existen traducotres, al español, al francés, al inglés, que están allí en una sala cercana al Consejo de Seguridad. Su cometido es traducir una resolución en cuestión de minutos. Elegir una palabra o un término es fundamental, porque la resolución del Consejo tiene que concordar en todas las lenguas y no es igual «deplorar» que «lamentar», por ejemplo. Ahí se aprende cómo la palabra lleva una carga de responsabilidad que puede afectar, incluso, a la vida humana».
"Existen en España doce o tres personas que traducen maravillosamente", qué lapsus linguae.
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