En el número correspondiente a septiembre-octubre del blog Bazar
Americano, el poeta, crítico y traductor Santiago Venturini entrevista a
Julia Sarachu (La Plata , 1976). Escritora,
editora y traductora, dirige, junto con Laura Lobov, Miguel Ángel Petrecca y
Vanina Colagiovanni la editorial Gog y Magog,
que se inició en Buenos Aires hace una década y cuenta con un catálogo
orientado casi exclusivamente a la poesía. Julia es autora de Transformaciones (2004), Cuatro ojos ven más que dos (2005), Las bellezas del lobo (2007) y Muñequitas rusas (2009). Como traductora de esloveno,
ha traducido a Simon Gregorčič,
Edvard Kocbek, Alojzij Gradnik y Svetlana Makarovič. Administra el blog “Los poetas en off”.
"Mis traducciones son
parte de mi obra"
Los orígenes
--Mi primera pregunta tiene que ver con el surgimiento de Gog y Magog y su recorrido hasta la actualidad.
Hay un consenso en señalar que desde finales de los ’90 y principios del 2000
surgieron un conjunto de “editoriales independientes” o “pequeñas editoriales
literarias” –la denominación es discutible– que tuvieron un rol centrar para
la poesía. Me interesaba saber cuál es tu visión sobre este proceso y cómo
entra en ese panorama Gog y
Magog.
--Conocí a Laura (Lobov) y a
Miguel Ángel (Petrecca) en el año 2000. Los tres habíamos escrito nuestros
primeros libros, queríamos publicarlos y no teníamos dónde hacerlo. A esto se
sumó la crisis de 2001 en Argentina. Ante semejante crisis económica nos dimos
cuenta de que no podíamos esperar subsidios de un Estado en ruinas, ni apoyo de
ningún particular para financiar la publicación, por lo que decidimos juntarnos
y hacerlo por nuestra cuenta. Atravesábamos, por un lado, un momento de mucha
creatividad, una explosión general de creatividad. Había muchísima producción
en la escena literaria: ciclos de lectura de poemas, talleres, discusiones
fervientes –no sólo literarias sino también políticas– e incluso peleas (risas).
Había un clima de mucha efervescencia y debido a la crisis no había canales
materiales para poder concretar las publicaciones. Eso fue lo que marcó el
surgimiento de Gog y Magog.
Que coincidió además con la masificación del uso de las computadoras, yo tuve
mi primera computadora en el año 2000; teníamos tecnología disponible que hacía
más barata la fabricación de libros en medio de una crisis tremenda en la que
no podíamos esperar que nadie nos ayudara. Al principio nos juntábamos en una
casa que alquilaba Miguel Ángel con unos amigos en el barrio de Montserrat, una
casa antigua y gélida. Me acuerdo que pasamos todo el invierno de 2003,
congelados, intercalando las páginas de la primera serie de libros.
--¿Cuáles fueron los primeros
títulos que publicaron?
--Los
primeros fueron nuestros libros (Transformaciones, Julia Sarachu; El gran furcio, Miguel Ángel
Petrecca y Las cosas a
descansar, Laura Lobov). Teníamos la idea no sólo de publicar lo nuestro
sino de difundir los libros de otros autores que nos gustaban y que leíamos en
ese momento. Además, la idea era difundir no sólo la poesía de Buenos Aires
sino también la del interior, por eso en la primera colección salió un libro de
Francisco Garamona (Pequeñas urnas), que en ese momento vivía en
Rosario, y un libro de Lucía Bianco (Preinsectario), que es de Bahía
Blanca. Esos fueron los primeros cinco títulos. Tardamos mucho en poder
terminarlos: empezamos a principios de 2003 e hicimos la presentación en
octubre de 2004.
--¿Tuvieron algún modelo en el
momento de proyectar el diseño de los libros?
--Nos gustaban mucho los libros de
Ediciones Del Dock. Quizás esa predilección haya influido en los primeros
libros de Gog y Magog, con la tapa de cartulina rústica sin
imágenes. En cuanto al diseño, estábamos un poco perdidos y tuvimos la ayuda de
Pablo Font, un muy buen diseñador. Queríamos que los libros expresaran su
pertenencia a una colección pero que al mismo tiempo fueran diferentes. Y a
Pablo se le ocurrió la idea de hacerlos muy simples pero utilizando diferentes
colores en la guarda. Posteriormente, en 2007, Vanina (Colagiovanni) se
incorporó al grupo y como su marido, Akira Patiño, es fotógrafo,
decidimos incorporar imágenes en la tapa de los libros. En este
momento cada tapa exhibe una obra de un fotógrafo contemporáneo diferente.
Akira realiza la selección, digamos que es el curador, pues la colección se ha
transformado en una serie de obras de fotografía. Deberíamos hacer una muestra
solo con las tapas, porque la verdad es que son increíbles, muy hermosas. Este
cambio en el diseño nos permitió también solucionar un problema que teníamos
con el papel rústico de las primeras ediciones, el tema de las devoluciones:
las librerías nos devolvían los libros muy deteriorados. Hoy en día las tapas
son plastificadas, lo que les da mayor durabilidad.
Poesía traducida
--El catálogo de Gog y Magog tiene
una colección interesante de traducciones. ¿Qué importancia le dan a la
traducción desde la editorial y por qué consideran que es importante publicar
poesía traducida?
--Primero, porque es difícil
conseguir traducciones de algunas obras y de determinados autores. La poesía no
es muy rentable, no representa un gran negocio para las editoriales y se
consiguen casi exclusivamente traducciones de clásicos de poesía, muy poco de
poesía contemporánea. Nuestra idea fue volver accesible una cantidad de material
–de autores y de textos– que son difíciles de conseguir. Pero además, la idea
es enriquecer la propia lengua y la poesía contemporánea argentina a través de
la incorporación de otras poéticas, del contacto con otras poéticas.
--Más allá de las traducciones de
poesía que vienen publicando desde hace tiempo algunas editoriales argentinas,
muchos poetas extranjeros circulan en nuestro país en traducciones españolas
que, además de ser caras, están escritas en una variedad de lengua que no es la
nuestra. Esta cuestión, que en principio no tiene por qué ser negativa –al fin
y al cabo es como leer la literatura escrita en otros países hispanohablantes–
genera, no obstante, en muchos lectores, cierto distanciamiento en el momento
de la lectura. ¿Qué posición tienen con respecto a esta cuestión?
--Nosotros decidimos que todas las
traducciones sean al español rioplatense, porque tomamos la traducción como una
reescritura: en mi caso, cuando traduzco a los poetas eslovenos realmente
siento que estoy escribiendo un libro y considero a las traducciones como parte
de mi obra poética. Esta decisión también plantea algunos problemas. Hace un
tiempo atrás vino alguien que compraba libros para México: le encantaron
nuestras traducciones pero nos dijo que en México no podían venderse
traducciones hechas al rioplatense. Ahora nos pidieron los derechos para
publicar en Chile nuestras antologías de poesía eslovena (Poesía eslovena
contemporánea, 2006) y de poesía china (Un país mental: 100 poemas
chinos contemporáneos, 2011).
Se los dimos, pero en mi caso tuve que modificar y corregir la antología
–eliminando el “vos”, por ejemplo– para
que puedan ser publicadas en ese país. O sea, la elección impone algunas
limitaciones. De todas maneras fue bueno tener que corregirla, porque al final
incorporé nuevas traducciones, cambié algunos autores y poemas, escribí un
prólogo, de modo que será una antología diferente después de todo, pensada
exclusivamente para Chile, y eso me gusta, me parece bueno. Pero en general
creo que la mejor calidad literaria, sobre todo en poesía, se logra con la
reescritura. Y cuando reescribís lo hacés desde vos, es como si estuvieras
escribiendo tu propia poesía: es un poco forzado aspirar a una lengua neutra.
Eso no tiene marca personal, no tiene mucha poesía, en mi opinión.
--Más allá de la poesía eslovena
–que es un caso especial dentro del catálogo de Gog y Magog– me interesaba saber cómo
funciona la inclusión de los autores: pienso en Pasolini, Larkin, Schuyler y
tantos otros. ¿Son ustedes los que buscan los autores o son los traductores los
que los ofrecen?
--Nosotros trabajamos con un grupo
de poetas traductores amigos. Elegimos a los autores pero solo hasta cierto
punto: es más que nada la relación personal con los traductores la que nos
lleva a los poetas.
--¿No encargan traducciones?
--He
encargado traducciones de poesía eslovena, las que a mí me interesan –para mi
investigación de doctorado, por ejemplo–, o de los autores eslovenos que más me
gustan. Como no puedo traducir todo, estoy obligada a encargarlas.
--¿Y la elección de los títulos
siempre se somete a la opinión de todos los miembros de la editorial?
--Sí, tenemos que llegar a un
acuerdo: es una bolsa de gatos, nos peleamos todo el tiempo porque es difícil
llegar a un acuerdo total para publicar a alguien. Además está el hecho de que
contamos con pocos recursos. Nunca ganamos un centavo con la editorial, es más,
muchas veces ponemos dinero de nuestro bolsillo, o tiempo y trabajo, que es lo
mismo. Es mucho el material y no tenemos dinero suficiente para editarlo, por
lo tanto tenemos que ponernos de acuerdo y elegir solo una parte de todo lo que
nos envían.
La preferencia eslovena
--Sos traductora de esloveno y
tradujiste algunos de los títulos de poetas en esta lengua que aparecen en el
catálogo de la editorial (El imán del poeta, de SimonGregorčič; Poesía en holograma, Edvard Kocbek; La
tierra desolada, Alojzij Gradnik; Mujer ajenjo de Svetlana Makarovic). ¿Cuál es
la principal apuesta de Gog y
Magog al traducir poesía eslovena? ¿Tiene que ver sólo
con tu interés personal o hay algo más?
--Para mí los poetas eslovenos son
increíblemente buenos. Creo que pasa, en general, con los eslavos: los eslavos
tienen una poesía muy potente. La cultura eslava es una cultura lejana para
nosotros y todavía no ha llegado a su clímax de plenitud, es una cultura que
está en desarrollo, algo que también le pasa a la cultura latinoamericana. En
ese sentido, tenemos muchas similitudes y por eso me parece interesante poner
en comunicación esos dos mundos. Tanto Latinoamérica como los países de Europa
del Este tienen una historia parecida con respecto a los países centrales –una
historia de sometimiento, de colonización, una historia de subdesarrollo, en
cierta medida– y no son culturas muertas que ya han tenido su epifanía, su auge
y han desaparecido (como la cultura griega o la romana, o como la cultura
anglosajona, que ha llegado a su plenitud y ahora inicia su etapa de
declinación, desde hace bastante tiempo el paradigma anglosajón está comenzando
a resquebrajarse). Me parece que es interesante entrar en contacto con poéticas
en crecimiento.
--Imagino que el panorama de la
poesía en ese país debe ser heterogéneo. ¿Hay ciertos criterios que influyan en
la selección de los autores? ¿Hay una determinada línea de la poesía eslovena
que Gog y Magog intenta promocionar o difundir a
expensas de otras?
--Sí. Los eslovenos tienen una
importante tradición poética. Al haber estado dominados durante tantos siglos
por otros imperios –se independizaron recién en los ‘90–, mantuvieron su
cultura oral prácticamente hasta el siglo XX. Y como no constituían una nación-estado,
para ellos la lengua fue su patria. Por eso la poesía es muy fuerte, es mucho
más importante la poesía para los eslovenos que para nosotros. Todos los héroes
nacionales eslovenos son poetas. Su tradición poética es impresionante. Además,
como es un país que se encuentra casi en el centro de Europa, desde fines del
siglo XIX y casi hasta la actualidad Eslovenia estuvo muy marcada por el
conflicto entre el capitalismo y el comunismo. Durante la Segunda Guerra
Mundial atravesaron una guerra civil, entre partisanos y colaboracionistas del
nazismo. Esta cuestión generó dos líneas dentro de la poesía: una, más cercana
a los países nórdicos y anglosajones –poetas que escriben una poesía más
formal, conservadora, clásica– y otra, relacionada con poetas como Brane Mozetič. Mozetič, que tiene un vínculo muy
fuerte con lo latino y con poetas africanos francoparlantes, es uno de los
principales representantes de una corriente literaria más relacionada con la
experiencia personal, con la expresión de la subjetividad, una poesía menos
retórica y formal, con mayor expresión de los sentimientos, la subjetividad. Svetlana
Makarovič es otra de
las representantes de esta línea. Makarovič es la poeta eslovena viva más
importante de la actualidad, una poeta que no se define ni comunista ni tampoco
de derecha, simplemente “ultra” individualista: está en contra de todas las
instituciones sociales y políticas tradicionales, contra todo lo que atente
contra la individualidad (desde un matrimonio hasta un partido político). Pero
esto no hay que entenderlo como apología del egoísmo, justamente eso es lo raro
de la poesía eslava: la subjetividad es un fondo oscuro del que brota el
nosotros, que no es partidista sino colectivista y humanista, una mezcla aún
desconocida en la poesía anglosajona. Gog y Magog, o al menos yo, me siento más cerca de estos
poetas que de los otros.
--¿Qué recepción crees que tuvo y
tienen los autores eslovenos entre los lectores de poesía de nuestro país,
teniendo en cuenta que ya llevan publicados varios títulos?
--Pienso que los críticos y los
especialistas en literatura, por ahora, no le han dado mucha bola a los poetas
eslovenos, aunque se publicaron algunas reseñas (que se pueden encontrar en
gogymagog.com). Pero la gente común, sí: lectores que no se especializan en
poesía, o especialistas en poesía que no forman parte de la “elite
crítica”. Todo el tiempo pasan cosas que me sorprenden en relación con las
traducciones eslovenas. Miguel Ángel, por ejemplo, viajó a Bahía Blanca para presentar
su antología de poesía china y se acercaron tres chicas a preguntarle si no
tenía algo nuevo de Brane Mozetič,
porque habían leído Metulji (Mariposas, 2006) y
les había copado. Con Makarovič me pasa que todas
las personas que la leen –poetas mujeres, en su mayoría– me escriben para
decirme que están fascinadas porque es un tipo de voz poética que acá no
existe. Paula Peyseré por ejemplo me dijo que musicalizó unos poemas de Makarovič que le gustaron. También un
artista plástico me pidió la traducción de Kocbek (Poesía en holograma,
2011) para integrarla al montaje de una instalación. Creo que a la gente le
gustan los poetas eslovenos. Pero pienso que hay un prejuicio: los ambientes
intelectuales siempre son conservadores, se rehúsan a aceptar algo que no forma
parte de su horizonte mental, es más difícil que les guste algo nuevo. Los
grupos de intelectuales son siempre los últimos en aceptar lo diferente y los
que más tarde modifican su punto de vista, hasta que no tienen la revolución en
la puerta de su casa… no se enteran. Pero ya se van a enterar. En algún momento
se van a redescubrir las traducciones de poesía eslovena que publicamos. Por
otro lado, creo que hay otro prejuicio que sostiene que la práctica de la
traducción es en sí misma un poco extranjerizante, que hay que prestar atención
a lo que pasa acá en Argentina y en Latinoamérica, porque seguir mirando a
Europa es como seguir siendo dependiente de una posición colonial. Creo que eso
es una estupidez. Primero, porque con la experiencia de internet a veces nos
pasa que estamos más cerca de gente que vive a 20.000 kilómetros
de distancia que de alguien que está acá a la vuelta de casa. Nos guste o no,
la globalización económica y la interpenetración cultural son hechos
consumados. Y segundo, porque no veo en la traducción ninguna amenaza; al
contrario, se trata de enriquecer, de democratizar la poesía para, de alguna
manera, presentar más opciones.
--Todos los volúmenes que publicaron
de poesía eslovena hacen mención a un subsidio que recibieron de algunos
organismos oficiales, como por ejemplo la Fundación Trubar.
Como la cuestión del mecenazgo es muy importante para pensar la traducción, me
interesaba preguntarte si este subsidio implicó o implica algún
condicionamiento en la elección de los títulos o simplemente es una ayuda.
--Nada, ningún condicionamiento.
Ellos prefieren publicar poesía contemporánea, antes que poetas muertos. Los
europeos tienen esa política de promover a los vivos. Y sin embargo a mí se me
ocurrió traducir a poetas del siglo XIX como Gregorčič (1844), Alojzij Gradnik (1882) o
traducir a Edvard Kocbek (1904-1981), que es un poeta muerto de mediados del
siglo XX. Jamás me exigieron nada o me condicionaron de algún modo, al
contrario. Primero conseguimos la financiación de la traducción y luego cuando
ya está otorgada pedimos la beca para la publicación. Eso se dio con todos los
autores menos con Simon Gregorčič,
al que lo traduje a pulmón, sin ningún tipo de subsidio.
--A esta altura de la entrevista
es una obviedad preguntarte si considerás que la poesía eslovena tuvo y tiene
un impacto en tu propia escritura, pero de todos modos lo hago.
--Sí, totalmente, ni hablar. Gregorčič influyó mucho en mi escritura de Las bellezas del lobo (2007) y Makarovič me cambió la cabeza, directamente,
porque es un tipo de escritura femenina, una voz de mujer que en nuestro país
no existe. Acá la poesía de mujeres está mucho más marcada por el género. Makarovič, en cambio, escribe desde un
yo-espíritu que incluye al género, pero va más allá del género, e interpela a
un otro-nosotros que es el pueblo esloveno. El otro en la poesía contemporánea argentina
en general es un vos individualizado, un individuo particular, no se da esa
fluctuación yo-ustedes-nosotros entre individuo y comunidad. Eso me resulta
interesante.
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