Carmen
López ha publicado en eldiario.es la siguiente nota que da cuenta de la situación
de los traductores literarios en la
España actual.
La realidad del traductor literario: luces y sombras
Cuatro
personas mantienen una conversación sobre la novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Tres de los
participantes declaran que el libro les ha resultado muy aburrido y tedioso.
Tanto, que ni han llegado a la última página. Sólo hay una voz discordante: uno
de los conversantes comenta que le ha gustado mucho y añade que puede ser
porque la traducción del clásico está firmada por Carmen Martín Gaite.
De
dicha discusión se extrae una conclusión evidente: una buena o mala traducción
influye en la opinión final sobre la obra (que se lo digan al pobre Flaubert).
El libro se vende como un texto firmado por un autor, no como el resultado
final de un trabajo en el que han participado un lector de manuscritos, un
editor, un corrector y, precisamente, un traductor.
Los
integrantes del gremio trabajan en la sombra. ¿Deberían de recibir más
atención? La traductora literaria Julia Osuna, en cuyo
currículum pueden
verse los títulos de más de 60 libros traducidos, opina que la figura del
traductor debería tener más peso: “Como cualquier artista, y no por una
cuestión de vanidad, sino porque el reconocimiento haría que las condiciones
laborales fuesen mejores y, en consecuencia, la calidad de las traducciones
también mejoraría”.
Javier
Calvo es uno de los nombres más conocidos del sector, tanto por el tiempo que
lleva ejerciendo como por el hecho de ser escritor. Como él mismo expone:
“Cuando lo eres [escritor] te ofrecen más trabajo porque existe la idea, un
poco errónea, de que si eres escritor puedes traducir mejor. No es que sea
errónea, pero tampoco es que haya ninguna vinculación entre las dos cosas. Pero
para un editor es un factor de prestigio tener a un escritor que haya publicado
que le esté haciendo traducciones”.
La
descripción de las malas condiciones laborales es la habitual en las
profesiones en las que el grueso de sus trabajadores es freelance: plazos de entrega
absurdos, tarifas bajas, disponibilidad constante, jornadas interminables
delante del ordenador. Lo que se conoce como trabajar a destajo: se cobra tanto
según la cantidad de labores realizadas. Calvo añade un matiz a las quejas que
quita protagonismo a su condición específica y la expande a la generalidad del
sector del libro: “Paradójicamente la traducción, que hace años tenía fama de
estar muy mal pagada, ha acabado estando mucho mejor pagada que otras cosas
dentro del mundo editorial”.
Otro
dato a tener en cuenta es que hacerse un hueco en el sector es complicado. Hace
años estaba menos saturado, pero hoy en día, sin tener clientes ni experiencia
es muy difícil entrar, al menos por lo que se deduce de las respuestas de ambos
entrevistados. “No sigues el típico proceso de estudiar una carrera, hacer una
oposición y colocarte de por vida. E incluso aunque entres en una editorial y
tu trabajo sea bueno, siempre dependes de otra persona. Si se va el editor de
mesa de la editorial, puede llegar otro que tenga a sus traductores de
confianza y la relación puede acabarse de un día para otro”, comenta Julia.
Ambos
coinciden en que para mantenerse dentro del sector la clave está en la
constancia, el esfuerzo, la disponibilidad y la especialización en un género
literario (ambos traducen esencialmente narrativa). Y en la calidad del trabajo
entregado, por supuesto.
Desde la otra orilla: la editorial
El
papel de la editorial en la subsistencia del traductor literario es clave. Lo
normal es tener una cartera de clientes que van solicitando los servicios del
traductor según sea el idioma de la obra original (Julia domina el inglés, el
francés, el griego y el italiano mientras que Javier traduce del inglés al
castellano e inversamente).
La editorial
Nevsky confirma
esas opiniones: “Este es nuestro sexto año de andadura en la editorial, y lo
cierto es que solemos colaborar con un número muy limitado de traductores
externos de nuestra confianza, y con los que solemos repetir. Cuando buscamos a
un nuevo traductor es simplemente por magníficas referencias de otros colegas,
o porque hemos conocido su trabajo y queremos trabajar con ellos”. Añaden que
“también hacemos pruebas de traducción, por supuesto, a gente que nos escribe”.
Nevsky
ha publicado recientemente una nueva traducción de la obra El maestro y Margarita de
Mijaíl Bulgákov. “Estamos a punto de publicar la tercera edición de un libro
del que ya existía una edición anterior, aunque no en nuestra versión. Por una
parte, el libro no había sido vuelto a traducir en varias décadas, y para
nosotros es un clásico importante, de referencia, que creíamos se merecía una
nueva versión. Por otro, la edición de la cual partimos, de Marietta Chudakova,
nunca había visto la luz en nuestro país, y se considera la versión canónica de
la novela”, explican. La traducción de esta nueva edición ha corrido a cargo de
Marta Rebón, traductora de ruso al castellano y catalán.
El
caso de Nevsky es curioso porque reúne las dos caras de la misma realidad:
además de editores también realizan trabajos de traducción. Y aún con esa doble
perspectiva mencionada antes, la conclusión es la misma: “Nosotros traducimos
en inglés, sobre todo para el Reino Unido y allí las cifras son distintas que
en nuestro país, incluso si partimos de los mínimos que reconoce como justo el
gremio de traductores. Pero, por otro lado, allí no suelen concederse royalties, así que eso lo hacemos mejor aquí.
Digamos que para vivir de esto hay que traducir a destajo”.
El
próximo libro de Javier Calvo será precisamente (y es pura coincidencia con su
aparición en este artículo) sobre el mundo de la traducción. Lo entregará a
Seix Barral en un par de meses y será: “Un ensayo no divulgativo, sino más
literario, pero sí con una vocación de intentar interesar al público general de
la literatura”.
“Hablar
sobre la importancia cultural del traductor visualizándolo
históricamente", es el objetivo principal de la obra. "De los
problemas que tiene la traducción hoy en día, su realidad en el contexto
internacional: quién traduce y cómo, las diferencias entre un país y otro, qué
hacen los traductores y cómo trabajan con los editores. También cómo está
cambiando el mundo de la traducción, que es muchísimo. El 90% de la traducción
que se hace hoy en día es de Internet, hecha por fans que traducen todo por la
patilla. Qué implica eso para la traducción literaria de la vieja escuela. Qué
es lo que vale la pena conservar de eso y luchar por que no desaparezca”. En
teoría y si todo va bien, como expone el autor, se publicará a finales de este
año o principios del que viene.
Los
eslabones más frágiles de la cadena
En
relación con el último aspecto del libro, el futuro, las previsiones no parecen
ser muy halagüeñas para los integrantes del gremio. Ni siquiera la subvención,
ese concepto cuya mención alegra las perspectivas, repercute en la remuneración
del traductor. Como explican desde una editorial que prefiere no ser
mencionada, el pago por el trabajo del traductor se pacta a la hora de firmar
el contrato. En el caso de las subvenciones españolas, la editorial especifica
cuáles han sido los gastos que ha supuesto la edición, incluida la traducción
del texto. Para Javier Calvo, estas ayudas “sólo sirven para recortar el coste
de la editorial”.
Osuna
tiene una opinión firme sobre las posibilidades del gremio y se atreve a
señalar una realidad que podría llegar a modificarse: “Las editoriales medianas
y pequeñas cuyos catálogos están formados en gran medida de traducciones tienen
pocos ingresos y, como siempre, los eslabones más frágiles de la cadena y donde
primero se recorta es en los colaboradores externos: traductores, correctores,
maquetadores, etc. Cuando casi el 60% del coste del libro se lo llevan los
distribuidores, tienen poco margen donde recortar. En ese sentido creo que este
tipo de editoriales deberían plantearse un cambio de dinámicas frente a la
tiranía de los distribuidores, unirse de algún modo para evitar la precariedad,
de la que ellos mismos sufren en su trabajo, porque, evidentemente, tampoco
ellos se hacen ricos. Pero tendrían que ver más claro quién se está llevando
gran parte del pastel, abocándolos a precarizar a sus trabajadores, mal que les
pese”.
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