Como
es público y notorio, durante toda la gestión de Horacio González y su equipo, la Biblioteca Nacional
“Mariano Moreno” sufrió una notable transformación. Más allá de las
dificultades concretas que significó administrar una institución de tales
características, sometida al fuego cruzado de los gremios y sindicatos que en
ella operan, González supo dotarla de un perfil propio del que, puede
afirmarse, careció en gestiones anteriores. Y si bien fue sede del grupo Carta
Abierta, ideológicamente cercano al partido gobernante, es necesario afirmar
que también fue un espacio democrático, tolerante del disenso y abierto a la
discusión, al que incluso fueron invitados aquéllos que nunca simpatizaron con
el peronismo en general ni con el kirchnerismo en particular. Eso, en un país
como la Argentina ,
es claramente un mérito y hay que subrayarlo.
También
hay que señalar que, más allá de las actualizaciones bibliográficas y del
ingente proceso de digitalización emprendido, los últimos años han visto la
publicación de un número importantísimo de libros fundamentales del acervo argentino
a través de su editorial, así como de extraordinarias ediciones facsimilares de
las revistas más importantes de nuestra historia cultural. En uno y otro caso,
se trata de acciones tendientes a preservar la memoria de lo que las empresas
editoriales locales no consideran suficientemente rentable. Otro tanto podría
decirse de la recuperación de antiguas partituras, que entregadas a músicos
afines a los compositores para su recreación, fueron grabadas en discos
compactos con un altísimo standard de
calidad. Al igual que libros y revistas, se vendieron a precios francamente irrisorios.
Y
vuelvo a González: fue un director presente, al que siempre fue posible
acercarse sin el menor protocolo para plantearle desde la realización de un
ciclo de conferencias, una muestra, una exposición, un proyecto editorial e
incluso, aunque parezca increíble por la celeridad de la decisión, el velatorio
de algunos de los más importantes escritores e intelectuales argentinos,
homenaje que la Biblioteca Nacional
asumió como parte de sus obligaciones para con la comunidad.
Por
eso, el anuncio de la designación de Alberto Manguel como hipotético nuevo
director –algo que, por su carrera hasta la fecha, parece apuntar más a la
imagen cosmética que el nuevo gobierno desea para sí antes que a las verdaderas
necesidades de la Argentina –,
la Biblioteca
Nacional ha entrado en un cono de sombra, que, en los últimos
días, se ha convertido más bien en abierta oscuridad.
La
decisión del Ministerio de Cultura, del que la Biblioteca Nacional
depende, de despedir de manera precipitada a un cuarto de sus empleados, la
idea de amedrentar a los trabajadores rodeando el recinto de carros policiales
y la pésima decisión de discontinuar la excelente editorial de la casa
constituyen un principio de vaciamiento y un atentado contra una de las
instituciones culturales que mejor funcionaron en la Argentina durante la última
década.
Por
todo esto, el Club de Traductores
Literarios de Buenos Aires, más allá de toda posición partidaria, desea
hacer pública esta situación en este blog y pedirles a sus muchos lectores que a su vez actúen
como caja de resonancia, tanto en sus provincias como en sus países, de estas desacertadas
medidas que mucho se parecen a la persecución ideológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario