martes, 26 de julio de 2016

Un título problemático (II)

J. D. Salinger

Segunda parte del artículo de Santiago Alcoba, comenzado a publicar en el día de ayer.





El saco de El cazador oculto por El guardián entre el centeno (II)

Lo interesante de este último acto de resistencia por parte de Gigliola Zecchin es que provoca la reacción del bajel de Alianza, que publica en 2006 una segunda versión de la variante peninsular, con magníficas invenciones, más literaria, donde la lengua de HoldenCaulfield, entre otros aspectos, se hace menos reiterativa, menos oral, lejos de la oralidad del original, con propuesta de versión definitiva, que impone el título de El guardián entre el centeno para todos los lectores de habla hispana, y que, entre otras aportaciones, que justifican sobradamente la revisión, sustituye el sistemático y monocorde “uno” de sentido “cualquiera” impersonal, reiterativo en el original y en las tres versiones anteriores, por las variaciones del “tú”, “te”, segunda persona del verbo, etc., más variado, que enriquece la expresión, sin la agobiante reiteración de la lengua de Holden Caulfield en el original, que se torna más variada, más literaria, menos de joven adolescente rebelde del Nueva York de los años 40, y de familia bien.

Sin entrar en las condiciones de la traducción, que yo no puedo hacer, hay que reconocer la extraordinaria labor lingüística y de creación en la segunda versión de Carmen Criado, de 2006, que, a pesar de que el resultado literario sea opinable, ha hecho que a partir de 1978 no hubiera más ediciones de El cazador oculto. Así, la versión de Pedro B. Rey de 1998 no se explica más que como un breve acto de resistencia heroica que, desde los anaqueles de las librerías de lance, se ha convertido en una magnífica fuente de datos para el estudio y argumentación empírica de algunos aspectos sobresalientes de la variante argentina de la lengua: una mina de datos, una joya de Pedro B. Rey a cuya libertad expresiva y de creación lingüística debió contribuir el encargo y el respaldo de Gigliola Zecchin. En este sentido, quizás se le puedan aplicar las palabras de J. J. Saer cuando se refiere a la versión del Ulises de J. Salas Subirats, para Rueda, en 1945: «el río turbulento de la prosa joyceana, al ser traducido al castellano por un hombre de Buenos Aires, arrastraba consigo la materia viviente del habla que ningún otro autor -aparte quizá de Roberto Arlt- había sido capaz de utilizar con tanta inventiva, exactitud y libertad. » Los especialistas dirán.

Hasta aquí los títulos en sí mismos; pero un primer fundamento lingüístico de cada título se puede deducir del motivo textual de la titulación. Los especialistas en teoría literaria y la crítica están de acuerdo en que la titulación original de la obra se desprende por topicalización desde un determinado segmento, al final del capítulo 22, de la obra de Salinger, según destaca Fernando Sorrentino, dirigiendo el foco con precisión:

J. D. Salinger, 1951, The catcher in the Rye: «What I have to do, I have to catch everybody if they start to go over the cliff--I mean if they're running and they don't look where they're going I have to come out from somewhere and catch them. That's all I'd do all day. I'd just be the catcher in the rye and all. »

Independientemente de la evocación del viejo poema de Robert Burns, que da letra a una antigua canción infantil popular escocesa, en este evidente motivo del título se responde al ¿qué seré?, desde la función, desde la respuesta a ¿qué haré? Está claro que la metáfora-metonimia que alude al ser de Holden Caulfield, I’d just be the catcher in the rye, se desprende de la ocupación soñada ¿a qué me voy a dedicar? «What I have to do, I have to catch everybody if they start to go over the cliff».

Esto parece ser así, como la coherencia del citado pasaje de la obra original induce a suponer, de la manera más sencilla y literal, a modo de mera glosa, alejada de cualquier propuesta más o menos especulativa. Si esto es así, como parece en la obra original, veamos cómo es en las distintas versiones de la familia: una cita larga (disculpen) pero crucial para explicar la absoluta conveniencia de Manuel Méndez de Andes cuando titula su versión (personalmente, porque es la primera edición) como El cazador oculto, sostenido, contra viento y marea, contra la fuerza del bajel de Alianza, en 1998, por Pedro B. Rey y Gigliola Zecchin.

Ordeno las citas en la secuencia que antes usamos para presentar los distintos títulos de las diferentes versiones donde se destacan un par de frases para fijar la atención: en el primer destacado se responde al ¿qué haré?, y en el segundo, al ¿qué seré?

(1). Jean-Baptiste Rossi, 1953, L'attrape-coeurs, francés, «Ce qu'il faut que je fasse, il faut que j'attrape tous ceux qui risquent de tomber du haut de la falaise. Je veux dire, s'ils courent et ne voient pas ou ils vont, il faut que je sorte de quelque endroit et que je les attrape. C'est tout ce que j'aurais à faire tout la journée. Je serais s seulement celui quiattrape dans les seigleset tout.»

(2). Annie Saumont, 1986, L'attrape-coeurs, francés, «Ce que j’ai à faire c’est attraper les mômes s’ils approchent trop près du bord. Je veux dire s’ils courent sans regarder où ils vont, moi je rapplique et je les attrape. C’est ce que je ferais toute la journée. Je serais juste l’attrape-cœurs et tout.»

(3). Manuel Méndez de Andes, 1961, Oct., El cazador oculto, español argentino, «Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno

(4). Carmen Criado, 1978, El guardián entre el centeno, español peninsular, «Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo seríael guardián entre el centeno
(5). Pedro B. Rey, 1998, El cazador oculto, español argentino, «Yo estoy parado cerca de un precipicio de locos y mi única tarea consiste en atrapar a todos los que se acercan demasiado al borde. Si corren sin mirar para qué lado van, tengo que salir de la nada y agarrarlos. Es lo único que tendría que hacer durante todo el día. Solamente sería el guardián entre el centeno

(6). Carmen Criado, 2006, El guardián entre el centeno, español peninsular, «Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, quiero decir que si van corriendo sin mirar adónde van, yo tengo que salir de donde esté y agarrarlos. Eso es lo que haría todo el tiempo. Sería el guardián entre el centeno y todo eso

(7). Adriana Motti, 1961, Nov., IlGiovaneHolden, italiano, «E non devo fare altro che prendere al volo tutti quelli che stanno per cadere dal dirupo, voglio dire, se corrono senza guardare dove vanno, io devo saltar fuori da qualche posto e acchiapparli

(8). Matteo Colombo, 2014, Il Giovane Holden, italiano, «II mio compito è acchiapparli al volo se si avvicinano troppo, nel senso che se loro si mettono a correre senza guardare dove vanno, io a un certo punto devo saltar fuori e acchiapparli. Non farei altro tutto il giorno. Sarei l’acchiappabambini del campo di segale
(9). Xavier Benguerel, 1965, L'ingenuseductor, catalán, « Tot el que em toca de fer, és de pescar a qui sigui que s'acosti massa a l'espadat -- vull dir· que si posant-se a córrer, no se n'adonen d'on han anat a parar, jo he de sortir d'alguna banda i obligar-me a pescar-los. És això el que he de fer durant tot el dia. Ser aquell que els atrapa en el sègol i tot plegat

(10). Ernest Riera y Josep M. Fonalleras, 1990, El vigilant en el camp de segol, catalán, «El que haig de fer és agafar tothom que estigui a punt de caure pel precipici... vull dir que si algú corre i no mira cap on va, haig de sortir d'algun lloc i agafar-lo. No faria res més en tot el dia. Seria el vigilant en el camp de sègol

(11). Álvaro Alencar, Antônio Rocha e Jório Dauster, 1967, O Apanhador no Campo de Centeio, brasileiro, «Sabe o quê que eu tenho de fazer?Tenho que agarrar todo mundo que vai cair no abismo. Quer dizer, se um deles começar a correr sem olhar onde está indo, eu tenho que aparecer de algum canto e agarrar o garoto. Só isso que eu ia fazer o dia todo. Ia ser só o apanhador no campo de centeio e tudo

(12). João Palma-Ferreira,2003, Uma Agulha no Palheiro, portugués, «O que tenho a fazer é agarrar os miúdos que estão já na beira do precipício, isto é, quando estão distraídos e andam a correr por ali. É nessa altura que eu apareço para os salvar. Gostava de fazer isso o dia inteiro. Seria apenas o vigia do campo de centeio

(13). José Lima Algés,2005, À Espera no Centeio, portugués, «E o que eu tenho de fazer é ficar à espera no centeio e apanhar todos os que desatarem a correr para o abismo... Quer dizer, se vão a correr e não veem para onde vão eu tenho de saltar de um lado qualquer e de os apanhar. Era só isso que fazia o dia inteiro. Só estar ali à espera, a apanhar os miúdos no centeio e tal

(14). Xosé R. Fernández Rodríguez, 2006, O vixía no centeo, gallego, «Eu estou ao borde dunha barranqueira e o que teño que facer é coller calquera neno que poida caer por alí abaixo, quero dicir que se están correndo e non miran por onde van eu teño que vir e collelos. E iso é o que faría todo o día. Sería o vixía no centeo

Si nos fijamos en las citas anteriores de (1) a (14), la frase que responde al ¿qué seré?, el catcher de Salinger, se interpreta en 8 casos con términos de sentido afín: francés, celui quiattrape, attraper; italiano,acchiappabambini; catalán, aquell que els atrapa en el sègol; portugués, apanhador no campo de centeio; y, según Méndez de Andes, el encargado de agarrar a los niños.

A la pregunta del ¿qué haré?, I haveto catch everybody, el verbo de las diferentes versiones es de interpretación unánime en todas ellas: francés, il faut que j'attrape tous ceux qui risquent de tomber du haut de la falaise; español, agarrar, atrapar; catalán, pescar a quisigui que s'acostimassa a l'espadat, agafar tothom que estigui a punt de caure pel precipici; portugués, agarrar os miúdos que estão já nabeira do precipício; gallego, coller calqueraneno que poida caer; italiano, en 1961, prendere al volotutti quelli che stanno per cadere daldirupo; y en 2014, acchiapparli al volo se si avvicinano troppo, [...] saltar fuori e acchiapparli. De estas versiones unánimes se aparta la primera versión española de (12), para diferenciarse de la versión anterior de Méndez de Andes, evitar que los niños caigan.

He dejado la solución del italiano para el final porque es la confirmación de la argumentación lexicográfica de El cazador oculto, que presento ahora, desarrollando una sugerencia apuntada por Rodolfo Rabanal y Fernando Sorrentino.

Para referirnos a los dos títulos en español de la obra de Salinger, se puede partir de consideraciones, que aceptamos por suposición, según propuestas generalizadas de la crítica y de los estudios sobre su obra, que reitero desde un epígrafe de los apuntes del curso MOOC citado anteriormente. El título de la obra surge de los párrafos de (1) a (14) como se demuestra por el extremado cuidado de fijar la propuesta de lo que quiere ser Holden Caulfield anterior correspondiente. Podría decirse que el título reitera el enunciado destacado: I'd just be the catcher in the rye. El término catcher [adaptado como receptor en Venezuela, donde alterna con cátcher, más crudo] es un uso literario y traslaticio del correspondiente catcher del béisbol.Así, catcher, en Salinger, recogería, insistimos, con sentido figurado y metafórico, el sentido del cátcher del béisbol.Por tanto, el sentido genuino del cátcher inglés y venezolano del beisbol constituye el fundamento justificativo del sentido literario y metafórico del catcher de Salinger.

El jugador también conocido por el anglicismo cátcher (del inglés catch, atrapar, cachar [según el DRAE, 1. tr. Am. Cen., Bol. y Col. En algunos juegos, agarrar al vuelo (sic.) una pelota que un jugador lanza a otro.], atajar).»

Desde las consideraciones y supuestos anteriores, también es comprensible que Méndez de Andes, con su versión del enunciado anterior, Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno, prefiere un título sin este anclaje literal. Así, Manuel Méndez de Andes propone un título con sentido metafórico y parecida función literaria del original, El cazador oculto.

Parece que, para su título El cazador oculto, en vez del párrafo y el enunciado destacados en (3), prefiere guiarse, con libertad, por el título de Salinger, The catcher in the rye, con el sentido metafórico de la situación: El cazador oculto [entre el centeno], que tiene la misión de agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio.

Desde estos supuestos, veamos en qué se funda nuestra advertencia de que la metáfora de cazador es más próxima a catcher, y tiene un cierto fundamento de lengua, frente a la metáfora de guardián, que se aleja con más violencia del original catcher: para disimular la operación de expolio, el saco de El cazador oculto por parte de El guardián entre el centeno.

Frente a la metáfora de guardián, fundada en una interpretación evidente de la situación narrada en la versión de 1978 de Alianza, evitar que los niños caigan en el precipicio, la metáfora de cazador se funda, por un lado, en las funciones del catcher: agarrar a cada niño que vaya a caer, atrapar a todos los que se acercan demasiado; y, según Adriana Motti (en (7), prendere al volo tutti quelli che stanno per cadere dal dirupo, o bien acchiapparli al volo se si avvicinano troppo, para Matteo Colombo en (8), con el sentido del español “cazar al vuelo” y otras expresiones afines en catalán de (9) y (10) o en brasileño-portugués de (11) a (13).

Son evidentes los fundamentos lingüísticos en español para la metáfora de ‘cazador’ en expresiones como ‘cazarlas al vuelo’ que acabamos de apuntar, y que sanciona el diccionario, con el sentido recto de la acepción 1 o con el sentido traslaticio y figurado, de la acepción 2 del Diccionario de uso de María Moliner, en la entrada de vuelo:

cazar[las] al vuelo. 1 Refiriéndose a la manera de cazar o coger algo, o de disparar, estando volando la cosa de que se trata: cazar una mosca al vuelo. 2(Cazar[las], Coger[las], Pescar[las], Pillar[las]) Entender las cosas o percatarse de las cosas con una indicación o señal, por muy ligera que sea; ser muy listo.

Ambos sentidos, rectos y figurados, de cazarlas al vuelo se encuentran en ejemplos como estos, compilados en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA):

«- ¿Explicarle una escena? -se escandalizó mi tía-. ¿Y no has encontrado otro momento más oportuno? - Es que si no, se me olvida. Estas cosas hay que cazarlas al vuelo.» (1985, Fernán Gómez, Fernando, El viaje a ninguna parte)

«No habló de los asesinatos ni se refirió a Bárbara, pero todo cuadraba. Villamuera las cazaba al vuelo y era un endiablado interrogador.» (CREA)

«Pedía informes, formulaba interrogaciones de todas clases, cazaba al vuelo los ademanes, los gestos, las sonrisas, las muecas, las miradas de Cornúa, para constatar en tales reflejos la verdad de sus palabras.» (1938, Serpa, Enrique, Contrabando. CUBA, Néstor A. Moreno, Ediciones Universal (Miami), 1973, CORDE)

«El dirigente, mal llamado liberal, JörgHaider, es frecuentemente calificado de radical, neofascista, xenófobo y oportunista. Las calificaciones que mejor le calzan serían la primera, pues tiene más de Marco Panella que de Jean Marie Le Pen, y la última, porque caza al vuelo las oportunidades: con el "Contrato con Austria", Haider no tuvo inconveniente en copiar una fórmula que ha sido empleada desde los EE.UU. hasta Rumanía.» (CORDE: 1997, PRENSA, ABC Electrónico, 21/10/1997)

«Chalo me explicó, con lujo de detalles, el origen de la expresión. Bizancio, los cardenales cebados como pavos de navidad, el sexo de los ángeles y los turcos saqueando la ciudad. Chalo era mi proveedor de palabras. Tenía una habilidad extraordinaria para atraparlas, las cazaba al vuelo.» (CORDE: 1991, Quintero, Ednodio, La danza del jaguar, VENEZUELA)

En fin, no hace falta extenderse más para entender las diferencias de referente entre ambos títulos El cazador oculto y El guardián entre el centeno, por un lado, y la extremada sutileza y belleza literaria del primero, de Manuel Méndez de Andes, por su fundamento lingüístico.

Por tanto, parece incuestionable que el diccionario y el uso de cazar al vuelo en español, como la función del cátcher del beisbol, explican sobradamente la metáfora de El cazador oculto, que attrape (francés), que agarra, que atrapa, que pesca (catalán), que agafa (catalán), que apanha (portugués), que solo hace prendere al volo (italiano) o acchiappar al volo (italiano), a todo niño que vaya a caer el precipicio. Es así de sencillo el fundamento del título original El cazador oculto. Y es la explicación preferible porque es la más sencilla.

Epílogo. Para más inri, como para justificar la ‘mala conciencia’ de alguien, si esto es posible en una gesta corsaria como la argumentada aquí, alguien se encargó de intoxicar al autor, que sanciona el título de las versiones españolas y repudia el de las argentinas. Según J. Aulicino, «Salinger, informado sobre la cuestión de los títulos de su novela, zanjó el litigio en favor de El guardián entre el centeno

Y más aún, para no dejar cabos sueltos,se ha conseguido que el traductor de Google proponga para the catcher in therye la traducción de el guardián entre el centeno.

Con toda modestia, en defensa del idioma común y del viejo galeón de Fabril Editora y de su piloto Manuel Méndez de Andes, se puede responder a la invitación del mismo traductor de Google y sugerir un cambio para mejorar su traducción haciendo un ‘enviar’ masivo y concertado de la corrección el cazador oculto como “contribución para mejorar la calidad de la traducción”, para devolver el botín a su propietario intelectual, y porque es mejor y preferible, según se ha demostrado aquí.

Aunque el Ulises no es El cazador oculto, yo creo que, si no tanto como José Salas Subirat, las aportaciones de Manuel Méndez de Andes y Pedro B. Rey bien merecen algún reconocimiento.

Post scriptum. ¿No hay nadie, entre los asiduos de este sitio, que pueda conseguir una entrevista con Pedro B. Rey? Sobre el objeto de esta entrada, pero también sobre un puñado de asuntos colaterales significativos.Alguien que sepa arrancarle algunas ‘notas’, para que deje de ser un ‘arpa olvidada’. Algo así como la conversación de László Erdélyi con Marcelo Zabaloy, a propósito de la última versión argentina del Ulises, “una mañana helada de domingo, pleno julio, en un café de Agüero y Santa Fe”.

3 comentarios:

  1. Como lectora de la generación de Jorge Aulicino me reconozco en El cazador oculto y el pez banana. Nuestro problema, muy melancólico, es que ya no existen Fabril ni la vieja Sudamericana del pez banana y algún día (esperemos muy lejano) no existiremos nosotros, los lectores de aquellos libros.
    Hay algo raro en esto: para no exigirnos homenajes memorísticos (sobre todo ahora que de este lado del mundo nos devora el calor y no sé que barros africanos que caen en forma de lluvia) las traducciones deberían coexistir.
    ¿Por qué unas están en nuestras cabezas y otras en los estantes de las librerías? ¿El pez plátano debe comerse necesariamente al pez banana? Estas preguntas y otras aparecen en estas reflexiones que me alegra mucho poder leer aquí.

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  2. Agradezco a Santiago Alcoba el haber tomado como pretexto mi intervención para el extenso desarrollo que nos brinda, pero no encuentro en él que tome ni rebata ninguno de los argumentos que yo di en favor de El guardián en el centeno, ni tampoco que haya interpretado la ambigüedad que planteo hacia el final en el sentido de que el personaje es un guardián que deviene cazador por su propia evolución de niño a adolescente. En definitiva, un buen ejemplo de diálogo de sordos o de ausencia de registro del otro.

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  3. Ante todo he de agradecer muy sinceramente la ocasión del artículo de Daniel Varacalli, que me pareció muy enjundioso desde el punto de vista teórico de la crítica literaria y de la teoría de la traducción. En esos territorios yo no podía entablar un diálogo, porque no soy de ninguna de ambas especialidades. En mi texto, quizás algo extenso, que, por eso agradece más la acogida del editor del sitio, solo quise hacer una aportación sumatoria, no dialógica, que añadiese algo a las consideraciones, relevantes en sí mismas, que me han precedido en ocuparse del asunto: Jorge Aulicino, Fernando Sorrentino y Daniel Varacalli Costas, porque lo que he pretendido es promover la suma de aportes.

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