¡La marca España está en todos lados! |
Con esta declaración del ministro de Cultura
español la verdad que se escondía detrás de la máscara del panhispanismo sale a la luz : España tiene una
visión imperial de la lengua. Por ridículo que parezca, en la medida que los
gobiernos y las instituciones latinoamericanas dejen hacer, van a lograr su
cometido, que implica mucho dinero, además de un punto de vista sesgado sobre
la realidad de la cultura en castellano. La ignorancia de los ministros de
Cultura de nuestros países y las políticas tibias de las academias latinoamericanas
–de las que no se puede exceptuar la excesiva y servil diplomacia de la
Academia Argentina de Letras, que viene decepcionando desde hace ya un tiempo–
han abonado el campo para que se produzcan estos excesos.
Dicho de otro modo, todo indica que no hay
lugar para ninguna negociación y que, ya se trate del PP, del PSOE, de Raphael
o las chicas de Flos Mariae, España ha tomado una decisión que la
enfrenta con Latinoamérica en más de un frente.
¿Qué pasaría si a alguien se le ocurrieran medidas que permitiesen equilibrar las cosas. Por ejemplo, si alguien (y no quiera dios) llamara a un
boicot al próximo Congreso de la Lengua, cocinado durante el Congreso de la Lengua de Puerto Rico, sin el conocimiento de la Academia Argentina de Letras y aceptado con avidez por la Secretaría de Turismo de la provincia argentina de Córdoba?
O, ¿qué pasaría si lisa y llanamente los lectores latinoamericanos dejaran de comprar libros españoles? En su momento, cuando el gobierno kirchnerista retuvo esos mismos libros en la Aduana argentina, los medios españoles (y no pocos medios argentinos que se hicieron eco) hablaron de un atentado a libertad de prensa. Pero, si esta vez fueran los lectores quienes dejaran de lado a Pérez Reverte, Ruiz Zafón y toda esa bazofia, ¿sería lo mismo?
Tal vez, si todo eso pasara, se lograría una mayor conciencia entre las clases gobernantes latinoamericanas sobre la importancia de la lengua como commodity (algo que los españoles sí vieron). De paso, también sería una forma de reaccionar ante los abusos en los que incurre el gobierno
peninsular apuntando al órgano que más les duele (el bolsillo) para que se lo pensaran dos veces antes de volver a invocar la perversa marca España.
América también
reclama el español
Hizo el primer
anuncio el propio Mariano Rajoy. El 24 de enero, el presidente presentó en el Museo Reina Sofía una
nueva prioridad del Gobierno: el español como lengua global. La pasada semana,
el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, ofrecía más detalles en el
Congreso: “2019 será declarado año del español. La iniciativa [de la que no
detalló propuestas concretas] quedará englobada dentro de la Marca España”,
a la que también había aludido el jefe del Ejecutivo en su intervención. Ambos
anuncios han generado notable malestar en los ámbitos lingüísticos
latinoamericanos, que entienden que supone un desprecio al resto de los países
hispanohablantes, a sus Academias de la Lengua y al propio carácter global del
idioma.
También los grupos políticos, salvo el PP, criticaron la propuesta en el
Congreso. Quien más beligerante se mostró fue Ciudadanos, que la cree vacía.
Los nacionalistas vascos y catalanes la desecharon como un nuevo ataque a sus
ámbitos idiomáticos; Podemos la consideró demasiado económica y el PSOE censuró
su falta de solvencia presupuestaria.
La preocupación en
los organismos americanos de defensa del español se debe, sobre todo, a que
consideran el que plan menosprecia la estrategia panhispánica, dos décadas de
diplomacia cultural, dedicadas a aunar los esfuerzos de todos los países en
torno al idioma. Víctor García de la Concha impulsó este rumbo mientras fue
director de la Real Academia Española
(RAE), entre 1998 y 2010.
Desde los noventa, las políticas y las normas lingüísticas, incluido el
contenido de los diccionarios, gramáticas y ortografías, están sometidas a un
amplio consenso. La RAE lo ha logrado junto a la Asociación de Academias del
Español (Asale), que representa a 23 países y tiene su sede en la institución
madre en Madrid. Son ellas también las que organizan junto al Instituto
Cervantes, los congresos internacionales del español, que reúnen a expertos
para debatir con amplitud los problemas y avances de una lengua en su predominio
global.
Méndez de Vigo no es ajeno a estas políticas. Antes de presentar su plan
en el Congreso, fue advertido en una comida por los directores de la RAE y el
Cervantes, Darío Villanueva y Juan Manuel Bonet, respectivamente, así como por
un alto cargo de Exteriores, ministerio al que está adscrito el instituto, de
que su plan no gustaría. Méndez de Vigo los escuchó, pero siguió adelante.
Fuentes del Ministerio de Cultura respondieron ayer a El País que no les constan oficialmente estos desacuerdos y declinaron
hacer más comentarios. Ni Villanueva ni Bonet quisieron pronunciarse. El
académico José Antonio Pascual, director del Nuevo diccionario histórico del
español, considera la iniciativa como “una operación de marketing”. “Y las operaciones de marketing son buenas si van acompañadas de dinero”, ironiza.
El venezolano Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asale, se
opone con rotundidad: “Aunque no puedo especular sobre los motivos que han
llevado a esta conceptualización de la lengua dentro de la Marca España, me
parece que ha sido un error hacerlo como se ha hecho. Propondría una
rectificación, en el terreno estrictamente lingüístico: que se hable, más bien,
de una Marca Panhispánica, compartida por las 23 naciones o territorios en los
que se desarrolla el español”.
Marca España se define en su web como “una política de Estado que tiene
como objetivo mejorar la imagen del país en el extranjero y entre los propios
españoles”. A su frente se halla el alto comisionado Carlos Espinosa de los
Monteros, cuya oficina depende jerárquicamente de Presidencia y orgánicamente
de Asuntos Exteriores.
Pérez cree que la aparente intención de centralizar nuevamente el dominio
de la lengua común desde España resulta, “como mínimo, preocupante”. Los
asociados, entre los que se encuentra la RAE, “no pueden ver con buenos ojos
esta vuelta al pasado”. Opinan que en el Gobierno existe un desconocimiento de
lo que ha aportado el panhispanismo: “No se ha tomado en cuenta lo que
significa dicha política lingüística como ideología y metodología para
comprender lo que es hoy el español y su estudio descriptivo. Esta estrategia
se sustenta sobre la idea de que no puede reconocerse un solo centro de dominio
lingüístico desde donde se irradien mandatos y normas que regulen el uso del
idioma, sino que debe regirse por un policentrismo”.
“Desacertado”
José Luis Moure, presidente de la Academia argentina, también desaprueba
el nuevo rumbo: “Nadie debe dudar de las buenas intenciones del proyecto, pero
integrar la lengua común a una Marca España sin haber considerado que 22
naciones, cuyos hablantes constituyen una abrumadora mayoría, son accionistas
activos de una sociedad igualitaria, a quienes no se ha dado participación
alguna en aquella construcción, parece, por decir lo menos, desacertado e
inconveniente”. A su entender, la unidad del español es la manifestación de una
voluntad colectiva, “la convicción de seguir perteneciendo a un mundo cultural
que se considera deseable. No es bueno poner a prueba esa durable armonía. Y el
mejor liderazgo es el que no se nota”.
México y Colombia han sido dos países en los que la enseñanza y expansión
del español se ha considerado política de Estado. La Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), una de las mayores del mundo, ha liderado alianzas
lingüísticas con España a través del Cervantes, como, por ejemplo, el actual
certificado internacional para evaluación de la lengua, el Siele. Andrés
Ordóñez, representante de la institución en Madrid, si bien recalca que no
habla en nombre de la UNAM, es un gran defensor del panhispanismo. “Somos una
civilización panhispánica que ocupa su lugar en la modernidad. Nuestra
asociación con las instituciones españolas prima el sentido de la integración
para políticas comunes”, resalta.
Es lo que sostiene también Carmen Millán, la directora del prestigioso Instituto Caro y Cuervo en Colombia: “En nuestro país, hablamos español 48 millones de personas. Aunque nuestras cifras no son comparables a las de México [120 millones de hablantes], sí son superiores a las de España [47 millones]. Pero no se trata de marcar rivalidades, sino de sentir pertenencias a una lengua común, de un diálogo que se desarrolla en el interior de una misma lengua, como lo expresó Octavio Paz en su discurso de aceptación del Nobel de Literatura, que tituló En busca del presente”. Un tiempo que no necesita más fricciones. Sobre todo entre los que en lo básico, se muestran de acuerdo.
Es lo que sostiene también Carmen Millán, la directora del prestigioso Instituto Caro y Cuervo en Colombia: “En nuestro país, hablamos español 48 millones de personas. Aunque nuestras cifras no son comparables a las de México [120 millones de hablantes], sí son superiores a las de España [47 millones]. Pero no se trata de marcar rivalidades, sino de sentir pertenencias a una lengua común, de un diálogo que se desarrolla en el interior de una misma lengua, como lo expresó Octavio Paz en su discurso de aceptación del Nobel de Literatura, que tituló En busca del presente”. Un tiempo que no necesita más fricciones. Sobre todo entre los que en lo básico, se muestran de acuerdo.
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