El 9 de agosto pasado, en la página
diaria de cultura del diario Clarín,
la escritora y periodista Patricia
Kolesnikov se preguntaba si alcanza la buena voluntad para sostener una
literatura. Lo hacía en vísperas de la Feria de Editores, que tuvo lugar durante el 10, 11
y 12 de este mes. Lo que siguen son su reflexiones.
¿Cuántos libros tiene que vender
un
escritor argentino?
Si algo amamos amar, en nuestra
cultura argentina, es la existencia de una constelación de editoriales
independientes, cada cual con brillo propio. Y cómo no: surgidas al calor de la
crisis de 2001 –ese calor de gomas
quemadas en las esquinas–,
estas editoriales que van de medianas a mínimas (pueden estar formadas por un
par de personas con un buen capital o por cinco amigas entusiastas) movieron
mucho de lo más interesante de la literatura argentina de los últimos 20 años.
Oh, 20
años ya. Las independientes se consolidaron, entraron a la Feria del Libro,
lanzaron autores que tuvieron buena acogida y, como siempre pasa, se les fueron
con las editoriales grandes, que tienen mejor distribución y, generalmente,
pagan mejores adelantos. Y hasta inventaron una Feria del Libro propia, la
Feria de Editores, que se fue llenando de gente. Este fin de semana –de viernes
a domingo– se hace la séptima edición en el Centro Cultural Konex. Nadie duda
de su éxito.
Del editor al lector en serio,
atendidas por sus propios dueños en serio, las editoriales ofrecen a los
lectores ese viejo y buen uno a uno y la disposición
para hablar de literatura.
No habrá grandes "banners" ni empleados uniformados con frases
marketineras. Un alivio.
Pero el lado B del
entusiasmo independiente es, quizás, igual a su virtud: los libros –muchas
veces distribuidos a pulmón por los propios editores, que también serán
correctores, traductores y lo que haga falta– no siempre se encuentran en
muchas librerías. Los autores no siempre
cobran algo por su trabajo. Pero los editores tampoco: una cadena de producción cultural literalmente por amor al arte.
¿Cuántas editoriales independientes
sacan el equivalente a un sueldo para quienes trabajan en ellas? Dos o tres,
calcula un editor que pide discreción. Como muchas, su editorial publica
entre dos y cuatro libros por año. Y transita esos meses como un equilibrista:
tiene que vender unos 1.000 ejemplares de un título para no caerse de la
cuerda. Este año la pegó con uno –que resultó a la vez de calidad y atractivo
para un público más amplio– y eso le da aire para seguir editando. Así la vida.
Y tiene uno, dos trabajos más: eso sostiene la pasión
editora.
En general, aporta otro
editor, se hacen tiradas chicas, dirigidas a un público específico, un fenómeno
heredero del que protagonizó la poesía en los años 90. Conocen a sus lectores,
hacen los ejemplares necesarios, sobreviven. Y más de una vez traen
exquisiteces no gratas al paladar del gran público y cuyos números no son aptos
para una editorial grande.
“Publicar hoy es
barato”, repiten todos. La tecnología hace que no sea necesario imprimir los
3.000 ejemplares de rigor décadas atrás. Y permite hacer la experiencia.
¿Cuántos
libros vende un autor argentino? Desde
una editorial trasnacional hacen una cuenta rápida: un tanque, 80.000
ejemplares, un libro bien comercial, 50.000; autores más “literarios” pero con
nombres conocidos, entre 15.000 y 30.000. Los demás, por bien que escriban, de
1.500 para abajo. Son números optimistas: en empresas equivalentes, otros
estiman que un autor argentino “del montón” no vende más de 1.000 ejemplares.
No paga ni los costos de los que hablaba el editor independiente...
Quizás las independientes –recordemos
otra vez el calor de su nacimiento– respondan al lugar que va tomando la
literatura en la época: una experiencia a la que cada vez menos gente le dedica
cada vez menos tiempo –así lo indica, de manera contundente, la última encuesta
de consumos culturales del Ministerio de Cultura de la Nación, que muestra que en
2013 el 57% de la población leyó por lo menos un libro y en 2017 sólo el 44:
más de la mitad de los argentinos no agarraron un libro en todo el año.
En la década del 80 la ensayista Beatriz Sarlo
pronosticaba que, en el futuro, los lectores seríamos bichos raros encerrados
en grutas. Sin llegar a tanto, damos lugar a un fenómeno en que “gourmet”
también significa “poquitos”. ¿Cuánto se sostiene una literatura hecha a
expensas del tiempo libro o la herencia? Esas dudas aparecen junto al
florecimiento de las editoriales independientes, que merecen, por supuesto,
todos los honores.
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