lunes, 26 de septiembre de 2022

Hablan los editores de Gris Tormenta



Tomada del blog de Eterna Cadencia, la que sigue es una entrevista, publicada el pasado 19 de septiembre, con Jacobo Zanella y Mauricio Sánchez, los editores de Gris Tormenta, interesante editorial mexicana con sede en la ciudad de Querétaro.

“Publicamos ensayo que no busca respuestas, sino convivencia con la duda”

La Feria de Editores, en Buenos Aires, fue todo un éxito en esta nueva edición con sede renovada, y recibió numerosos sellos extranjeros, algunos de ellos visitantes por primera vez. Entre esos estuvo Gris Tormenta, al mando de Jacobo Zanella y Mauricio Sánchez, la única mexicana de esta edición, proveniente de Querétaro.

Continuando con nuestra serie de entrevistas a editores, y hoy toca el turno a esta casa que publica pensamiento literario a través del ensayo y la memoria.

"Gris Tormenta es un taller editorial que imagina, edita y publica libros que reflexionan sobre la cultura y el pensamiento contemporáneos. Títulos que amplían y profundizan la curiosidad del lector, estructurados alrededor de la idea del libro mismo. La filosofía editorial de Gris Tormenta se desprende de una filosofía de la lectura, de la atención a lo que nos habla y del placer de la imaginación: más que descubrir nuevos autores, se proponen nuevas discusiones sobre dudas inquietantes y nuevas perspectivas y lecturas de textos existentes", explican sus editores, y sostienen que cada título es la respuesta a una pregunta, a una idea o a un debate originado por la misma editorial.

"Nos interesa transmitirlo con una voz propia", advierten sobre sus libros de diseño sobrio y elegante que se reparten en dos colecciones: Disertaciones (colección de antologías alrededor de un tema debatido por un grupo heterogéneo de voces o alrededor de una pregunta que sugiere una disertación colectiva: migración y exilio, viajes espaciales o navegaciones del mundo de Georges Perec, por caso) y Editor (narraciones en primera persona que revelan los distintos procesos, largos e inesperados, que existen antes de que un libro sea abierto por un lector).

En esta segunda colección de memorias y ensayos dedicados a los múltiples oficios de la edición acaba de salir el argentino Alan Pauls con Fallar otra vez, compartiendo catálogo con Mario Muchnik, Thomas Bernhard, Jhumpa Lahiri, Emily Gould o Pablo Duarte e Ilegible. Crítica, retórica y filosofía literaria; creación, composición, traducción y edición. "Raros hallazgos e historias originales sobre las grandes ideas que suceden en el backstage de la literatura y el libro en el mundo", dicen. De eso se trata.

–¿Cómo nació Gris Tormenta?
–Nació por iniciativa de uno de los editores, después de haber estudiado el Máster en Cultura Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y haber estado en contacto, como parte de su tesis, con varios editores locales. Ese fue el último empuje, digamos, porque antes de eso ya tenía una larga vida como lector, sobre todo de editoriales independientes latinoamericanas. Para el nombre hubo varios candidatos, pero nos gustaba Gris Tormenta por sugerir una atmósfera de lectura y porque refleja el anhelo de algo que no tenemos. Querétaro, la ciudad donde vivimos, es muy luminosa, calurosa y seca: tiene un promedio anual de 330 días de cielo azul y poquísimos milímetros de lluvia. Más que vender libros, al principio nos preocupaba ser una editorial que se identificara, y quizá por eso fuimos cuidadosos con las colecciones y los títulos. Los primeros libros ya reflejaban esa búsqueda a través de una estructura clara de la editorial en colecciones: la colección Disertaciones, con Lo infraordinario, y la colección Editor, con Perder el Nobel.

–¿Cómo es editar desde Querétaro en México, cómo es editar sin hacer base en el DF?
–Es un país excesivamente centralizado, por lo que editar en cualquier ciudad que no sea la Ciudad de México es una hazaña. La hazaña no es editar, sino que la editorial encuentre el lugar que le corresponde en el panorama de la lengua. Cuando los libros salen de México eso deja de interesar: al lector le importa la propuesta editorial y literaria, no si la ciudad es mediana, pequeña o grande. En México, sin embargo, hay muchos prejuicios, y eso significa dificultades, lentitud.

–¿Cómo es el sistema de editoriales mexicanas independientes, en qué mundo se inscriben?
–Tal vez el sistema sea el mismo que rige en otras partes de América Latina, un sistema basado en lo que les da origen: hay editoriales conformadas por autores, otras más que fueron fundadas por personas que alguna vez ejercieron un cargo en la industria del libro; después están las editoriales de corte académico, fundadas a partir de una propuesta universitaria y hay otras fundadas por entusiastas de los libros, la edición y la lectura. Seguramente este último sea nuestro caso.

–¿Cómo diseñaron sus colecciones Disertaciones y Editor? ¿Qué modelos tuvieron y qué objetivos se propusieron en cada caso?
–La editorial, en general, buscaba desde el principio distinguirse por el catálogo. No buscábamos que fuera un catálogo raro, pero sí distinto a lo que normalmente se publica (narrativa, tendencias, poesía). Eso nos llevó al ensayo y a la antología, dos géneros (uno literario, otro editorial) que se exploran poco, por lo menos acá. Y así nació la colección Disertaciones: antologías multiculturales, con relevancia contemporánea, alrededor de un concepto que elude la definición. Unos meses después nos encontramos con un texto que nos gustó mucho, en donde un autor habla de la larga e intrincada relación con su editor, y pensamos que si lográbamos encontrar más textos así, con esa calidad en la voz, podíamos formar una colección que hablara de eso que nosotros vivíamos todos los días, que expresara nuestra curiosidad como editores, y así apareció la colección Editor. No conseguimos los derechos para publicar ese texto, pero su espíritu (que tenemos muy presente) da origen a una colección improbable y bellísima que hoy cuenta ya con ocho títulos, y que se ha convertido en nuestra colección más reconocida. Ahora estamos trabajando en la definición de una tercera colección que aparecería en 2023.

–¿Cómo trabajan los libros por encargo? ¿Por qué se proponen no sólo elegir textos sino también producir textos?
–Veíamos que muchas editoriales se esforzaban por «descubrir» autores, con resultados regulares. Así que no quisimos ir por ahí. Por otro lado, ninguno de nosotros tenía experiencia editando textos literarios. Esto da origen a uno de los valores de la editorial, que es publicar textos breves, de autores —en su mayoría— ya conocidos. Siempre decimos que imaginamos los libros terminados y leídos antes de que existan. Y luego nuestro trabajo consiste en imaginar y producir un libro que se parezca a esa experiencia editorial y de lectura que imaginamos antes de siquiera saber quién lo iba a escribir. Lo mismo podemos decir de nuestras colecciones, pero en otra escala. En ambas colecciones hacemos híbridos: textos seleccionados (muchos traducidos al español por primera vez) mezclados con textos comisionados. Y en esa mezcla se puede lograr rareza y profundidad. Con los textos seleccionados hay más certeza: compras lo que te gusta. Con los comisionados hay más apuesta: quizá resulta que la voz que te gustaba produce (quién sabe por qué) un texto que no te encanta. O al revés. Y ahí es donde hay que empezar a negociar, editar y decidir. Hemos recibido textos que al final decidimos no incluir en los libros.

–Gris Tormenta se propone como una editorial de pensamiento literario, algo bien específico que sin embargo no encaran de modo académico. ¿Cómo trabajaron esta marca identitaria, cómo la van explorando?
–Nos interesa alejarnos lo más posible de lo teórico y lo académico, pero nos gusta mucho el concepto de pensamiento literario, porque creemos que hay algo muy cálido ahí, algo con lo que el lector podría identificarse —aunque de pronto podría leerse casi como una contradicción. Lo que nos interesa publicar son ensayos literarios y memorias que se originan o que están contados desde la experiencia, desde la vivencia, o incluso —parcialmente— desde la imaginación, sin llegar a ser ficción —aunque sí usando algunas de sus herramientas. Es decir, que publicamos el ensayo que no busca respuestas, sino la convivencia con la duda. El ensayo que explora los rasgos más humanos del escritor. Es el ensayo-tentativa, que inicia sin un punto de llegada fijo; que se interesa más bien por recorrer un camino, por recorrer con la mirada un paisaje. Cinco años y diecisiete títulos después, sentimos que la voz distintiva de la editorial comienza a ser evidente y reconocible. Parte de ese pensamiento literario se puede ver también en cómo a Gris Tormenta le interesa reflexionar sobre la labor editorial misma dentro de sus libros: la edición, la escritura, la lectura. La colección Editor lo muestra en palabras, la colección Disertaciones lo muestra «en la práctica».

En su catálogo cruzan firmas como las de Thomas Bernhard o Alan Pauls con las de autores y autoras noveles: ¿qué pueden decirnos de estos equilibrios y contrapesos?
–Gris Tormenta es una editorial de dos editores con personalidades muy distintas, con lecturas que raramente coinciden. Creo que hay reflejos de eso en el catálogo, si bien son indirectos, no siempre obvios. Pero también hay algo intencional en la «mezcla»: hacer evidente que la voz es mucho más importante que el nombre. Por otro lado, editorialmente, nos gusta saber que hay autores de distintas escalas conviviendo, y no me refiero a los jóvenes y los experimentados, sino a la convivencia de espectros y contextos desde donde muy distintos autores piensan y escriben: la mayoría de nuestras antologías tienen escritores de tres o cuatro continentes, de amplios rangos de edad, de distintas ideologías y memorias: esa mezcla es apreciada por el lector en la lectura —no por la mezcla misma, sino por el efecto que logra: el efecto de los matices de la voz humana. Otra cosa que nos interesa es proponer temas, o tratamientos de temas, que no existen en español, que vienen de otras lenguas, no importa qué autores hagan esa exploración. Eso crea un contrapeso con lo que estamos acostumbrados a leer y a ver en las mesas de novedades, y va forjando el carácter de la editorial. La antología En tierra de nadie, por ejemplo: habla de un tema en exceso repetitivo: la migración, pero ¿desde dónde lo hace? No desde la masa y la estadística, no desde la política y la sociedad, como siempre vemos esos temas tratados, sino desde la individualidad, desde la memoria, desde la incompatibilidad entre lo que el migrante busca y lo que el exiliado obtiene, es decir, desde el interior. Y eso es muy literario, para nada periodístico.

–¿Por qué seguir haciendo libros en un mundo como este?
–Porque el libro da forma a la escritura, es su representación. Los editores seguirán editando porque los escritores seguirán escribiendo: no encuentro un acto que más dialogue con las interrogantes que la vida plantea. Y porque me temo que lo que sugieres al decir «un mundo como este» aplica también al de hace doscientos años y al de hace dos mil. A cualquier mundo. Esa es parte de la historia de la literatura: hablar de un mundo que colapsa sobre sí.

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