lunes, 20 de febrero de 2023

El sueño de Arundhati Bhattacharya, traductora

El pasado 25 de enero, José Eduardo Mora publicó en Semanario Universidad, de Costa Rica, el siguiente artículo sobre Arundhati Bhattacharya (foto), traductora de literatura latinoamericana de la India, que se ocupó de Magón, uno de los principales cuentistas costarricenses.

Magón entre grandes figuras latinoamericanas traducidas al bengalí

El aleteo de una idea en la India puede tener efectos en San José, Costa Rica, sin necesidad de recurrir al efecto mariposa ni al realismo mágico, aunque haya mucho de mágico detrás de esta historia.

Que el autor costarricense, costumbrista por excelencia, como lo es Manuel González Zeledón —Magón—, acabe traducido al bengalí casi un siglo después de su muerte, es un hito en las maravillas de la cultura popular y en los tiempos de Internet.

La responsable de esta singular e irrepetible historia es la periodista, profesora y traductora india Arundhati Bhattacharya, quien en 2017 incluyó, en una antología de autores latinoamericanos traducidos al bengalí, uno de los cuentos de Magón.

Se trata de “El clis de sol”, una de las narraciones más reconocidas de Magón, tanto por su ironía como por el trágico desenlace del cuento, que ha cautivado a miles de lectores e hizo lo propio con Bhattacharya, quien desde Bengala, India, le cuenta a UNIVERSIDAD el interés que el despertó leer a Magón.

El libro Cuentos de América Latina recoge 20 narraciones de 15 escritores de diez países latinoamericanos.

La responsable de esta singular e irrepetible historia es la periodista, profesora y traductora india Arundhati Bhattacharya, quien en 2017 incluyó, en una antología de autores latinoamericanos traducidos al bengalí, uno de los cuentos de Magón.

Se trata de “El clis de sol”, una de las narraciones más reconocidas de Magón, tanto por su ironía como por el trágico desenlace del cuento, que ha cautivado a miles de lectores e hizo lo propio con Bhattacharya, quien desde Bengala, India, le cuenta a UNIVERSIDAD el interés que el despertó leer a Magón.

El libro Cuentos de América Latina recoge 20 narraciones de 15 escritores de diez países latinoamericanos.

“Nadie me habló de este autor. Yo descubrí sus cuentos buscando en Internet. Y me gustó su literatura. En especial “El clis de sol” y por eso decidí incluirlo en la antología de 2017. A mí me gustaría profundizar en la figura de Magón, como le dicen allá en Costa Rica, porque me parece muy interesante”, cuenta Bhattacharya desde Bengala, donde reside.

Magón en nuestra literatura

Magón, de acuerdo con Historia de la literatura costarricense de Abelardo Bonilla, es el principal escritor costumbrista junto con Aquileo J. Echeverría, aunque ambos siguieron la huella del realismo que había abierto Joaquín García Monge.

La capacidad que tuvo el periodista, diplomático y escritor de captar el habla de los costarricenses de la época influyó de manera decisiva en el movimiento que luego iba a desembocar en la novela y en la generación del 40, de acuerdo con Bonilla.

“El realismo costumbrista tiene su segundo maestro —y el primero por la extensión de la obra y por su identificación con lo nacional y con el gran público— en Manuel González Zeledón (Magón), el escritor que, con Aquileo J. Echeverría en la poesía, ha alcanzado la máxima popularidad y aprecio en nuestras letras, con justo derecho a que dentro de ellas, se le considere como un clásico, el más auténtico si a esa palabra le damos el sentido de autor consagrado e indiscutido”, indica Bonilla en el capítulo 13 de Historia de la literatura costarricense.

Y agrega: “En una carta de 1910 dirigida a García Monge –su antecesor en la novela realista—, Magón reclama el título de ‘descubridor de la riquísima veta costumbres nacionales’ y fue, en verdad, el creador de nuestros cuadros de costumbres, que comenzó a escribir en 1885.

Un total de 11 años más tarde de haber comenzado a publicar en la prensa costarricense de entonces, Magón escribió “El clis de sol”, la historia de Ñor Cornelio, que se va trocando en amargura, inocencia, engaño y desolación, mientras se produce la debacle final, siempre al amparo de la ironía.

Magón fue autor de las narraciones “Unos novios”, “Un almuerzo campestre”, “Dos músicos”, “Una obra de misericordia”, “Un día de mercado en la plaza principal”, “Castañuelas”, “Mi primer novio”, “Nochebuena”, “Una bella”, todos de 1896; así como “La muñeca del Niño Dios” y “El Tequendama”, de 1898; “Dos de noviembre”, de 1900; y “La guerra franco-prusiana”, de 1910.

También escribió la novela La propia, que es una de sus obras más reconocidas.

El descubrimiento de Bhattacharya de Magón como autor para sus pares indios es de una gran significancia, porque a pesar de que el principal premio de cultura del país hace referencia a Manuel González Zeledón, materializado en su pseudónimo, no existe una biografía consistente y profunda de la figura señera de Magón.

En 1947, el profesor José María Arce recogió en el volumen Cuentos, parte de la obra de Magón y la acompañó con un estudio crítico y un glosario, pero llama la atención que de un tiempo a la fecha, los estudios sobre este importante escritor y pensador nacional no hayan proliferado.

Para entender la dimensión que tuvo Magón, hay que recurrir de nuevo a la pluma selecta de Abelardo Bonilla: “La vida en Nueva York y en Washington no cambió, y en cierta forma afirmó la personalidad hondamente costarricense de González Zeledón. Muchos de sus cuadros y cuentos fueron escritos en el Norte, pero aun en sus cartas refleja el sentido de nuestra tierra, el recuerdo de sus costumbres y la persistencia del habla popular”.

Por esa razón, sostiene Bonilla, los temas le brotaban fácilmente de su visión de mundo marcada por su patria: “No se esforzó en buscar temas, porque los tenía en su propia vida y en la de sus conciudadanos. Sus amigos dicen que era un gran conversador, que narraba los hechos y cuentos de modo inimitable; que era sociable, optimista, intachable en su conducta y fino en su pensar y en sus modales. Todo esto se revela en su obra: descripción casi fotográfica, a veces naturalista de los escenarios; ironía, cuando no burla, en el tratamiento de los personajes y de los sucesos; alegría y optimismo, que no destruyen ni el dolor ni la miseria, y la idea cervantina de lo cómico como castigo del error”.

La historia de película de Arundhati

La razón de por qué hoy un cuento del autor nacional Manuel González Zeledón se encuentra traducido al bengalí, que es una de las 22 lenguas que se hablan en la India, tiene un largo y amplio recorrido, y su protagonista tiene una historia de película.

En 1986, Arundhati Bhatacharya (Bengala, India, 30 de mayo de 1968) se trasladó a Hyiderabad, en el sur de la India, a 22.000 kilómetros de Calcuta, capital de Bengala, para estudiar en la Universidad de de Inglés y Lenguas Extranjeras.

Se marchó luego de convencer a su esposo de que le permitiera separarse de su hijo, entonces de diez años, para poder cumplir su sueño de leer en lengua original Cien años de soledad.

En octubre de 1982, Gabriel García Márquez había ganado el Premio Nobel de Literatura y la concesión del galardón, como puede apreciarse, tuvo un impacto enorme no solo en América Latina, sino allende fronteras, incluida la India, donde los jóvenes leían en inglés las obras de Gabo.

“Mi inglés de entonces no era el mejor, ahora lo he mejorado muchísimo y lo leo muy bien, pero no en esos años, por lo que opté por leer a García Márquez en español y por eso me fui a estudiar muy lejos de mi hogar”.

Luego de un primer año regresó, pero después volvió tres años más a la universidad para terminar su maestría en bengalí primero y luego en español.

La experiencia de poder leer directamente la obra de García Márquez primero y de numerosos escritores latinoamericanos después, de los que lleva traducidos ya tres libros, no solo le cambió la vida de forma personal, sino que le hizo descubrir que entre América Latina y la India hay vasos comunicantes, como el hecho de que estos países fueron colonias y sufrieron la explotación de potencias extranjeras.

Antes de llegar a esa posibilidad de leer en su lengua original a los autores latinoamericanos para posteriormente traducirlos al bengalí, necesitó romper muchos tabúes que, sobre todo, recaen sobre la mujer en un país gigantesco como la India.

“Lo que hice para poder estudiar español fue algo muy especial, porque yo ya estaba casada y tenía un hijo. Cuando decidí estudiar tenía 35 años y poder marcharme tan lejos solo fue posible por el gran respaldo que siempre me ha dado mi esposo. Dejar un hijo para irse 2000 kilómetros fuera de casa en aquella época —1986— era visto por muchos como un acto criminal. Me acuerdo que mi esposo le dijo a mi hijo: ‘cuando su mamá se vaya, no puede llorar, porque si llora la va a hacer sentir culpable’. Y mi hijo no lloró (risas)”. 

Una labor encomiable

La puerta se abrió por Gabo, sostiene la traductora y profesora, pero luego vinieron Rulfo, Carpentier, Benedetti, Vargas Llosa, Fuentes, Galeano y Horacio Quiroga, entre otros, como parte de esa fascinación que le despertaron las letras latinoamericanas a Bhattacharya, quien explica que se identifica mucho con el mundo latinoamericano, no tanto así con la visión que se desprende de los autores españoles.

De esta manera, esa pasión por el castellano de latinoamérica, para designar de alguna forma, ha hecho que tradujera del español al bengalí tres volúmenes de cuentos, y las obras de García Márquez como Memoria de mis putas tristes, muchas entrevistas dadas por él a diferentes medios, y en la actualidad lleva 22 capítulos traducidos de las memorias Vivir para contarla.

“Me gusta enfocarme en traducir la obra de García Márquez que todavía no se conoce en bengalí. Ahora estoy con Vivir para contarla, que se va publicando en una página web por entregas. Es un trabajo que me llevará al menos dos años. Hay muy buena recepción de los lectores, porque hay muchas cosas de las que cuenta que, aunque parezca extraño, tienen una gran relación con mi país”.

Y es que Bhattacharya no descansa en su afán de dar a conocer la literatura latinoamericana en la India. Para la Feria del Libro de Calcuta, que comenzará el 31 de enero próximo, Bhattacharya presentará el libro Gabo y Mercedes: Una despedida, el texto póstumo que publicó Rodrigo García Barcha sobre sus padres.

“Este texto lo tuve que traducir del inglés pero los libros de García Márquez y los cuentos de escritores latinoamericanos los he traducido del español”.

Lo que empezó como un desafío personal —aprender castellano para poder leer en su lengua original Cien años de soledad— ha convertido a Bhattacharya en una verdadera admiradora de la cultura y la literatura de América Latina, y hoy su fascinación por los autores del Boom y más allá, ha hecho que cientos de sus conciudadanos puedan descubrir las similitudes, al principio inimaginables, que tiene su país de tercer mundo, como se decía hace unas décadas, con los de este lado del orbe, donde como en el suyo la realidad se empeña cada día en superar a la ficción.

Y en medio de esos cruces impensados, brotó en el espectro “El clis de sol”, que la cautivó por su ironía, por el desenlace y por el tono que el escritor costarricense le imprimió a su cuento costumbrista.

Un aleteo en la India hizo que sus efectos se notaran en San José un siglo después de que el cuento de Magón fuera publicado en Costa Rica, y todo por “culpa de Gabo”, como suele decir Arundhati, cada vez que evoca las razones que la llevaron a estudiar castellano y la obligaron, momentáneamente, a realizar una pausa con su familia en pos de un sueño que parecía imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario