lunes, 13 de febrero de 2023

Más sobre la crisis del papel en la Argentina


A pesar de que en los tres últimos días de la semana pasada ya nos ocupamos de la cuestión, dada la gravedad del asunto, hoy volvemos a plantearlo desde la perspectiva de otro diario. En la ocasión, se trata del artículo publicado por Silvina Friera, en Página 12, el pasado 18 de enero. En su bajada se lee: “La Cámara Argentina del Libro y las editoriales vuelven a advertir sobre un problema que, lejos de resolverse, se profundiza cada vez más, con situaciones abusivas y poca firmeza desde el Estado”.

La crisis del papel pone en peligro a la Feria del Libro

 

Una “herida tremenda” impacta en la industria editorial. Peligra la producción para la próxima Feria del Libro por el costo y el abastecimiento del papel, que aumentó un 150%, muy por encima de la inflación. El papel ilustración para tapas y para interiores de libros infantiles se incrementó en torno al 300%. La Cámara Argentina del Libro (CAL), entidad que aglutina a editoriales medianas y pequeñas, alerta sobre la gravedad del problema en un mercado que se ve cada vez más empobrecido en términos de bibliodiversidad porque se recortan los planes editoriales, se limitan las tiradas y se suspenden reimpresiones.

El papel escasea y si se consigue hay que pagar aumentos desmesurados, establecidos por un mercado oligopólico con dos productores nacionales, Celulosa y Ledesma, “que fijan el precio como ellos quieren y abastecen como ellos quieren”, advierte Martín Gremmelspacher, presidente de la CAL, a Página/12. Un fenómeno reciente añade más preocupación el papel tiene una participación de más del 50% en el costo general de un libro. Como expresa la CAL en un comunicado “la materia prima cuesta más que el trabajo de autores, editores, diseñadores, imprentas y encuadernadores sumados”, cuando históricamente representaba entre el 30 y 35%.

La ley de la selva
El avance de la incidencia del papel en el costo de un libro -y como los editores no pueden trasladar los aumentos recibidos en forma completa al precio de venta al público- “provoca una pérdida de rentabilidad de la industria editorial a manos de los grupos concentrados que producen papel en la Argentina”, plantea la CAL. Gremmelspacher confirma que el papel obra, el que se utiliza para la edición de libros, ¿comenzó a faltar en octubre de 2021. “Uno llama a los distribuidores o a los propios fabricantes y no tienen papel o el papel que reciben es para abastecer pedidos que tienen hace tres meses parados. El Estado está haciendo compras interesantes de libros para chicos y libros de textos y eso también absorbe papel que el mercado no había previsto”, explica el presidente de la CAL.

Gremmelspacher aclara que el papel aumentó más en Argentina que en otros países. “El papel obra está dos dólares en el mundo y nosotros lo estamos pagando tres, un cincuenta por ciento más caro”, puntualiza el presidente de la CAL. “A esto se suma las distribuidoras que traen papel ilustración, que en el mundo está dos dólares, dos dólares cincuenta, y nosotros lo estamos pagando entre cinco y siete dólares, cuando lo están importando en un dólar veinte, un dólar treinta. Además el Estado está dando dólares a valor oficial y estos importadores están haciendo lo que quieren con el mercado”. Desde la CAL están analizando alguna medida legal, en Defensa de la Competencia o en alguna dependencia, que “pueda poner esto en orden”. Gremmelspacher resume el cuadro de situación. “Es tremendo lo que está pasando: el desabastecimiento continuo del papel hace quince meses, más el aumento desmedido del papel obra y el papel ilustración”.

¿Cómo se compone el costo de un libro? Según datos recopilados por la CAL a través de encuestas propias, el 54% del costo lo encabeza el papel, el 20 % pertenece a la impresión, el 15% a la encuadernación, el 6% al diseño y el 5% a la edición. “El libro no aumentó un 300% o un 150%, aumentó menos, con lo cual el diseñador, el ilustrador, el corrector y los editores estamos perdiendo rentabilidad porque cobramos menos por nuestros servicios. El papel va por un ascensor y el resto de los costos vamos por una escalera sinuosa”, compara Gremmelspacher. “Las papeleras están haciendo lo que quieren con una desfachatez total porque cuando se sientan a una mesa para conversar mienten o dan una excusa para seguir protegiendo la quintita que tienen con el oligopolio de la venta de papel”, precisa el presidente de la CAL.

Menos margen para la crisis
Desde Córdoba capital, Gabriela Halac, directora editorial de DocumentA/Escénicas, un sello extraordinario que tiene en su catálogo la obra teatral y narrativa de Emilio García Wehbi, revela que el problema del papel afectó el plan editorial. “A pesar de las estrategias que aplicamos para soportar la situación ha sido un proceso demasiado largo y desgastante. No es solo en relación a los libros nuevos, también a los que se agotan y no es posible pensar en planes de reimpresión ya que su circulación es mucho más lenta. El año pasado fue imposible hacer previsiones económicas y esto ha generado permanentes desfasajes que se fueron acumulando. Somos una editorial pequeña radicada fuera de Buenos Aires y esto suma también costos de circulación que incluso cuando aplicamos a convocatorias de compras nacionales no son contemplados. La desigualdad es tan real como invisible. Por lo tanto, las ganancias se reducen todo el tiempo y la economía deja menos márgenes para enfrentar las crisis”, evalúa Halac.

La editora cordobesa cuenta que fue soportando las subas del papel con algunos aportes institucionales y tratando de asistir a todas las ferias posibles. “La realidad hoy es que esos aportes ya no alivian como en otros momentos porque no se relacionan con los costos de producción de un libro. El cuerpo a cuerpo de un editor independiente tiene una energía limitada. El agotamiento va desgastándonos en muchos sentidos. La trashumancia de un editor que va de feria en feria para evitar el costo de la cadena puede resultar si vivís en Buenos Aires, pero no si vivís en una provincia y tenés que agregar los gastos de traslado y alojamiento”, reconoce Halac. “La situación es crítica y si bien nos anima a seguir los compromisos asumidos y la calidad de los proyectos que llegan, nos vemos en problemas reales de difícil solución”.

Halac dice que el abastecimiento del papel los excede como editores y se refiere a la permanente lucha por reinvertir todo ingreso en comprar papel para momentos críticos. “En mi caso trabajo con una imprenta hace muchos años y esa variable está presente de manera permanente. Creo que los vínculos sólidos entre editores e imprenteros son fundamentales. Buscamos opciones, pero en cuanto te movés a otro papel interior porque un papel chino se consigue al mismo precio que un papel nacional y hay stock en Córdoba a los dos meses ese papel subió y genera discontinuidad en las ediciones. Los papeles de tapas en este momento se han vuelto inaccesibles, y muchos de los papeles con los que trabajamos no entran o son carísimos. Estar en Córdoba es más complejo aún porque el abastecimiento es menor”, asegura la editora.

Una salida colectiva
Damián Luppino, de Omnívora Editora, admite que la mayor parte del presupuesto en la producción de un libro se va en imprenta, principalmente en papel. “El constante aumento del papel va mucho más adelantado que los precios de los libros. A lo único que se puede aspirar en este momento es a no perder tanto, a recuperar el capital que pusimos para la producción del libro para ponerlo en el próximo título. Esto afecta a las pequeñas y medianas editoriales y de esta manera se hace casi imposible pensar en vivir de la edición”.

Luppino subraya que se necesita la intervención del Estado. “Hay subsidios, ayudas estatales, pero no son suficientes, no son para todas las editoriales y tampoco ayudan a cubrir el presupuesto de imprenta. Entre las editoriales tendríamos que empezar a buscar respuestas, juntarnos, conocernos más, mirar por ejemplo lo que están haciendo la Unión de Escritoras y Escritores. Tenemos que buscar una salida colectiva porque la situación nos afecta a casi todas las editoriales, y de esta manera las únicas que van a beneficiarse son las grandes multinacionales. Esto también es un problema porque las llamadas editoriales independientes hacemos un aporte muy importante para la bibliodiversidad que se vería perdida al no poder seguir sacando libros”, reflexiona el editor de Omnívora. “Todos miramos y pensamos en el Estado para tratar de que haya una regulación que contemple al insumo del papel destinado a hacer libros. Pero insisto que también deberíamos juntarnos las editoriales y empezar a pensar una solución entre nosotros. Pedir la solución desde arriba pero también motorizarla desde abajo”.

Cautivos de Celulosa
Matías Reck, de la editorial Milena Caserola, recuerda que en la Feria del Libro, desde el stand colectivo “Todo libro es político”, se preguntaron cuánto vale un río, cuánto vale un libro. “El rol de las editoriales independientes es hacerse preguntas, poetizar, estar cerca de la naturaleza y no seguir el camino de los monstruos que es imprimir cantidades inusitadas de libros para luego mandarlos a la trituradora. Nosotros no entramos en el juego de los números, hace años que imprimimos lo que en Estados Unidos se llama print on demand y seguimos ese camino”.

El editor de Milena Caserola coincide en que hay que pensar en forma colectiva propuestas para alcanzar una solución. “Yo traigo una experiencia de Cuba. En lavarropas en desuso que les habían mandado de la Unión Soviética, la editorial Papiro metía papel usado y con agua y otros elementos crearon una pasta y fabricaron su propio papel. De Cuba venimos y hacia Cuba vamos”, concluye Reck.

Un grupo de editoriales independientes, entre las que estaba Las Cuarenta, se contactó el año pasado con Papelera Mitre para consultarles sobre la posibilidad de producir papel obra ahuesado de 65 y 80 gramos. “Nos dijeron que podían conseguir la pasta para producir”, comenta Néstor González, editor de Las Cuarenta. “La empresa tenía una capacidad productiva de 600 toneladas mensuales, pero tenía un conflicto por el pago de facturas con su proveedora de energía, CAMMESA. Esta última le solicitaba el pago total (40 millones de pesos). Le pedimos al ministerio de Producción de la Provincia de Buenos Aires que intercedió y habló con la secretaria de Energía de la Nación, Flavia Royon, para que interviniera y pudieran pagar los 70 millones (capital más intereses hasta noviembre) y un plan de pagos por los intereses restantes. Nos respondieron que es muy difícil tratar con CAMMESA (donde el Estado es socio con el 50%) y que no se podía hacer nada. Desde fines de noviembre 77 trabajadoras y trabajadores están en la calle y nosotros perdimos la posibilidad de tener otro proveedor de papel. Seguimos cautivos de Celulosa”.

¿Por qué el Estado no interviene para encontrar una solución? “Es interesante la pregunta, pero yo no tengo la respuesta”, contesta Halac desde Córdoba. “Las políticas de apoyo al sector han sido dirigidas a la compra de libros. Las editoriales ofrecen libros con un 50% de descuento. Un editor aplica a una compra del Estado en marzo y quizás tardan 12 meses en ejecutar un pago que se realizará en base a un precio fijado en marzo. Con la inflación es inverosímil pensar que esto tiene buenos resultados”, analiza la editora cordobesa. “Encontrar soluciones requiere en primera instancia asumir que existe un problema que se llama inflación y que es deber del Estado trabajar en relación a la fragilidad extrema que está sufriendo el sector cultural. El tema del papel en Argentina es histórico, el cupo de importaciones, los precios, la especulación, la suba en dólares. Es sumamente complejo y merece quizás otras leyes que nos ayuden a prevenir esta herida tremenda a la producción de libros. Una crisis que sostenida en el tiempo no hace otra cosa que hacernos perder la diversidad del sector en todos sus aspectos y dejar que sobreviva el más fuerte”.

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