"El aumento del papel, la apertura de las importaciones y el posible fin de políticas públicas de promoción generan debate en el sector del libro, en medio de un diciembre problemático e inflacionario." Eso dice la bajada de la nota publicada por Luciano Sáliche, en Cultura InfoBAE, del 22 de diciembre pasado.
En la industria editorial hay viejos problemas, nuevos dilemas y mucha incertidumbre
¿Quién lee mientras la economía colapsa? ¿Quién produce libros, quién los escribe, quién los vende, quién los compra? “Somos una cadena”, dice Cecilia Fanti, escritora, dueña de la librería Céspedes y vice de la Cámara Argentina de Librerías Independientes. La nueva escalada del dólar, la última devaluación del 54% y una inflación interanual de 160.9% golpearon a la industria editorial: aumento del precio del papel, del precio del libro y una gran desregulación anunciada por el presidente Javier Milei que promete trastocar notablemente al sector del libro. “Nosotros estamos pidiendo reuniones a todo nivel, Cultura, Educación, Cancillería y demás, para poder aceitar y mejorar todo este tipo de cosas”, dice Juan Manuel Pampín, dueño del sello Corregidor y presidente de la Cámara Argentina del Libro. El problema, explica, es que aún los cargos no están formalizados y las respuestas se demoran. Lo que hay, como siempre, es incertidumbre.
Ajuste y mensajes cruzados
Céspedes está en el barrio porteño de Colegiales, sobre Álvarez Thomas. “Estoy en la librería todos los días, ayer fue un día de ventas muy bueno pero hoy no pasó nada”, dice su dueña, Cecilia Fanti, y agrega: “Históricamente vendí un promedio de 3 mil libros por mes. Es un montón. El año pasado vendí un 10% menos. Este año, sobre ese 10% vendí un 15 o 20% menos. Este es un mercado que se está contrayendo. Eso impacta en toda la cadena, porque si yo en 2021 le reportaba a un editor ventas por 150 ejemplares y el año pasado le reporté por 145, este año le reporté por 110. Estuve toda la mañana hablando con el banco, bajó la tasa porque bajó la tasa de los plazos fijos, entonces de rebote bajó la tasa del plan Ahora Tres, pero como todavía hay Ahora Tres y en el DNU dijeron que justamente se liberaban las regulaciones con tarjeta de crédito, ya no sé cuál es el tope de la comisión que me van a cobrar. Tenés una serie de mensajes cruzados que son para volverte loco”.
Sobre la mesa, números y comparaciones. ¿Cuál es el balance? “El diciembre pasado fue muy malo —asegura Fanti—, fue increíblemente malo: el peor diciembre desde que abrí la librería. No se debió a una cuestión exclusivamente económica; estuvo el Mundial, que sacó a la gente a la calle, además el 21 de diciembre fue feriado: estábamos todos festejando. Este mes vengo vendiendo más que el diciembre de 2022 pero cuando miro comparativamente con el diciembre del 2021 me pongo a llorar. Es una baja que viene bastante sostenida, que es entre el 15 y el 18%. Es un montón en cantidad de libros”. “Nosotros somos intermediarios”, dice Jorge Walduther, dueño de la distribuidora que lleva su apellido. “Lo que vemos es que las editoriales tienen que volcar el aumento de sus costos a los precios de sus libros. Todos están aumentando y nosotros también. Tuvimos que ajustar los precios de acuerdo al nuevo tipo de cambio”, agrega.
Acodada en el mostrador de Céspedes, Cecilia Fanti —autora de ficciones como La chica del milagro y A esta hora de la noche— explica que “los precios de los libros aumentaron, pero hubo una tendencia, yo diría más general, de mantenerlos en diciembre, teniendo en cuenta el aumento acumulado que habían tenido en el año. Y después tenés algunas importadoras y algunas editoriales, las más grandes, con gran estructura para absorber esos costos, porque se sabe que cerraron un buen año, rápidamente clavaron un 30 o 40% de aumento a los libros que comercializan o que editan. Tenés grandes grupos que dijeron que todavía no iban a hacer ningún movimiento en estas semanas y tenés también grandes grupos que, automáticamente que se anunciaron las primeras medidas, trasladaron eso a precios. Esto significó una complejidad en la operatoria”.
“El negocio editorial es una mixtura entre material en firme y material consignado”, explica Fanti. El sistema de consignación es el que adoptan las librerías: se quedan con una determinada cantidad de libros y cuando los venden les pagan a las editoriales. “No sé si es un sistema perfectible o no, pero también es la manera para que cada novedad que sale pueda estar en todas las librerías”, dijo en una entrevista reciente Norberto Gugliotella, editor de Corregidor. En ese sentido, la librera sostiene que “la proporción de material consignado que tiene una librería es bastante mayor a la cantidad de libros que tiene en firme, es decir, que son propios. Eso ocurre por varios motivos: un material literario con una tirada acotada, porque sirve al perfil de mi librería, porque sabés que lo vas a vender, porque sabés que el mes que viene los vas a pagar más caros. Tiene mucho que ver con el criterio de cada librería”.
El viejo asunto del papel
El precio del papel está en el centro de la discusión editorial. ¿Qué pasó en los últimos días, qué pasará en los que vienen? “Se está produciendo todo un reacomodamiento de precios muy importante”, dice Pampín. “El papel aumentó más del 50% en el último mes; en las últimas dos semanas fue del 20%. Históricamente el papel representó entre un 30 a 35% del costo del libro. A principios de este año, cuando nosotros hicimos la alerta, llegó a estar en 50 y hoy va camino al 55%. Es un insumo que a nosotros nos preocupa mucho. Muchos van a decir que se abre la posibilidad de importar papel”. En Argentina solo hay dos empresas que abastecen al mercado del libro: Celulosa y Ledesma. Consultados por Infobae Cultura, representantes de ambas firmas dijeron estar estudiando la situación.
“El papel de uso editorial es más o menos el 20% de la producción total de papel”, explica Pampín. “Si los libros aumentaron más que la inflación es porque el papel aumentó más que la inflación”, comenta Fanti.
“Aquel que tenga la posibilidad de importarlo lo va a hacer —continúa el presidente de la CAL—, y lo va a hacer a un mejor precio. Quiero suponer que a partir de que se regularice un poco la situación macroeconómica y que sepamos a cuánto vamos a pagar el dólar, mucha gente, lamentablemente, y eso también nos preocupa, va a terminar imprimiendo en China, como estaba sucediendo hace un tiempo. Nosotros, como editores argentinos, queremos evitarlo, porque queremos que el trabajo quede acá. Aparte es infinita la diferencia de calidad y cantidad de papel, de impresión y de variedades que vos podés encontrar. Hoy por hoy, en Argentina tenés como tres o cuatro papeles: tenés ese injerto que es el NAT, el papel que inventó Ledesma, teóricamente como una solución ecológica. Después estaba Lime, que es el diario mejorado, que empezó siendo una solución ecológica y barata y hoy no solo no es barata sino que encima es la única que se consigue”.
¿Qué pasa con las importaciones?
El DNU de Javier Milei expresa que “el Poder Ejecutivo Nacional no podrá establecer prohibiciones ni restricciones a las exportaciones o importaciones por motivos económicos. Solo se podrán realizar por Ley”. En materia de libros, este asunto es importante. “A lo que nosotros aspiramos es a la posibilidad de importar libremente. Y si ocurre eso, creemos que vamos a poder trabajar un poco mejor”, dice Jorge Walduther. “Pudimos hacer una sola importación este año. Y el año pasado fue diez meses después de haber hecho los pedidos. Evidentemente así no se podía seguir trabajando”. Este asunto lleva bastante tiempo: denuncia de trabas, burocracia y la falta de políticas públicas claras. “Lo que se juega es la bibliodiversidad”, subraya, y agrega que “estaban entrando muy pocos libros. No se puede editar todo acá, en Buenos Aires, o imprimir, como hacíamos nosotros con textos de editoriales españolas”.
“Traer todo el catálogo del editor para mejorar la oferta bibliográfica de los lectores nos va a favorecer. Nosotros no traemos de a mil o 2 mil, traemos de a treinta, cincuenta, setenta. Esto va a favorecer la oferta”, asegura Waldhuter. La posición de Juan Manuel Pampín es diferente: “Calculo que a los importadores, en líneas generales, la apertura les va a convenir, pero nosotros somos exportadores natos, me refiero a los editores argentinos. Ahora se nos va a complicar. Los editores asociados a la CAL, que son entre 400 y 450, son pymes y micropymes; el 90% no llega a tener ni diez empleados. Una exportación argentina promedio puede ser de 4 mil o 5 mil dólares. Hay algunos números que se hacen imposibles. Tenés que traer toneladas de papel. Yo veo con cierta preocupación el tema de los precios. En los últimos dos o tres meses, sobre todo el material importado, aumentó muchísimo; el material nacional también. Se ve una baja importante de ventas en librerías”.
Lógicamente con un nuevo tipo de cambio, el freno no va a estar en poder importar, sino en el valor que van a adquirir esos libros. Pero eso ya no lo decidimos nosotros”, dice Waldhuter y agrega: “Hace seis meses que no podíamos pagar al exterior por todo tipo de trabas. Durante años nos pidieron que sustituyamos importaciones; lo hicimos. Entonces teníamos que pagar los derechos a los editores por los libros que imprimíamos acá; tampoco podíamos pagar esos derechos. Es perverso todo lo que hicieron”, dice y enumera toda la burocracia con el SIRA (Sistema de importaciones de la República Argentina) y la Ley de Tintas a la cabeza. “Si se puede volver a imprimir en China, en India, en Europa del Este, que es lo mismo que pasa en España, vamos a tener que ajustar precios y valores. Y las imprentas, uno de los gremios más protegidos, van a tener que ajustarse también. De todas formas, si acá nos hacen buenos precios vamos a seguir imprimiendo acá”.
“Yo soy optimista”, dice Waldhuter. “No se podía seguir trabajando así. Veremos cómo se acomodan los precios, los valores, el tipo de cambio. Pero evidentemente, con tantas trabas no se podía seguir trabajando. Uno no puede hacer una inversión en una Feria del Libro que es millonaria y no poder traer los libros que quisieras exponer ahí”.
Los procesos virtuosos
Una política que daba buen aire al mercado editorial eran la relacionadas a los materiales escolares. Mediante el Ministerio de Educación se hacían grandes compras a editoriales para que lleguen a las aulas. “Por lo que se está dejando entrever eso se va a cortar”, se anticipa Pampín. “Hay planes que quedaron no inconclusos y hay muchos editores preocupados porque también están esperando cobrar. Ahora, con el cambio de conducción, con la degradación a secretaría y demás, tenemos a muchos funcionarios que todavía ni siquiera tienen la formalidad del cargo. Pero el Estado está recibiendo aquello y dice: ‘tengo que revisarlo’. Nosotros pedimos celeridad, porque en las últimas compras participaron cerca de 80 o 90 editoriales de todo tipo y colores: Santillana, Mandioca, que son editoriales gigantes, y otras más chicas tipo Abrancancha o Bambalinas, que son dos o tres personas, o Editorial del Camino, que es una sola persona“, agrega.
Para Pampín, hay que celebrar “la posibilidad de que esas editoriales puedan participar de estos procesos” porque es “un proceso virtuoso”. “Hoy es una preocupación más allá de celebrarlo. Por otro lado, sé que en uno o dos años este tipo de procesos los vamos a extrañar indefectiblemente. Además, con la disparada de precios que hubo últimamente a cualquier editor que tenga algo para cobrar se le vuelve muy complicado. Porque, en principio, la primera preocupación es cobrar lo que cada uno tiene pendiente en diferentes ámbitos. Y la segunda preocupación o la segunda pregunta, que de hecho ayer nosotros hicimos una reunión general de socios y es algo que planteamos y discutimos mucho, es si va a haber alguna nueva compra. Funcionó como un apalancamiento muy fuerte el sistema de compras escolares. No solo compraban textos, sino que compraban literatura complementaria”, explica.
“Cada fin de semana hay un montón de ferias a lo largo y a lo ancho del país”, dice Pampín. Está la gran Feria, la de la Rural, el epicentro, pero alrededor proliferan cientos de ferias que nutren la dinámica de la industria. La gran mayoría de ellas, apoyadas por municipios. ¿Qué pasará ahora? ¿Y de cara al exterior? El Estado tiene varios programas para fomentar la venta de libros afuera, como Argentina Key Titles. “Hoy lo vemos como una nebulosa”, confiesa el presidente de la CAL. “Hay mucha preocupación. Hay programas que están buenísimos, que sirven para difundir el libro, porque tiene una doble función: es un hecho cultural y un hecho económico. Nosotros estamos llevando cultura argentina y cada vez somos más reconocidos dentro del mercado de industrias culturales. Llegar a ganar un mercado o a poder participar considerablemente es algo que lleva mucho tiempo. Estamos pidiendo reuniones con todos para saber qué es lo que vamos a poder sostener”, agrega.
Pensar en cadena
Esta semana se anunció la conformación de la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), que preside Mónica Dinerstein, de la librería Tiempos Modernos. Fanti es la vicepresidenta. “Se trata de profesionalizar un rubro, profesionalizar un oficio, profesionalizar una industria. Tiene que ver con algo del orden de la unión. Las cámaras, además de dialogar con los gobiernos de turno, dialogan con los otros representantes del sector. Tienen un rol formativo y un rol que trasciende lo personal: la conversación deja de ser personal para pasar a ser de rubro, de gremio. Y es también poder pensar a futuro, garantizar la pervivencia de un tipo específico de librería que aporta valor en cada comunidad y en cada ciudad en la que está. Apostar al crecimiento de la bibliodiversidad, de estos espacios, a la profesionalización de los libreros y a que sigan existiendo los lectores”, asegura la librera.
En torno a la discusión sobre imprimir los libros en el exterior, sostiene que no va a mejorar la industria, “porque la industria es una cadena”. ¿A qué se refiere? “La cadena incluye un montón de gente que trabaja en la preproducción, como las imprentas locales, que tampoco pueden acceder al papel o negociar porque saben que el papel que acá pagan en x cantidad de dólares afuera está más económico. Tenemos que pensar en términos de cadena, sobre todo en este momento. Es muy importante salir del individualismo, ser solidarios y encontrar acuerdos entre los privados. En esa cadena estamos todos: el escritor, la editorial que le paga un adelanto, el diseñador, el corrector que corrige la galera, el imprentero y toda la gente que en una editorial hay trabajando en marketing, en prensa, administrativos. Y eso llega a la librería con todos los gastos fijos que tiene: alquiler, servicios, empleados. Hasta que el libro se vende y llega a las manos de un lector”.
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