martes, 12 de diciembre de 2023

Reabre Clásica y Moderna, pero con escándalo

Más allá de si es una buena o una mala idea, en la mayoría de las librerías argentinas los libros que se venden son consignados por las editoriales, las cuales los cobran al cabo de un cierto tiempo, en razón de que se hayan vendido o no. Sin embargo, la empresaria Raquel Rodrigo, nueva dueña de lo que fuera Clásica y Moderna, no reconoce ese sistema. Tal es lo que se plantea en la nota publicada por Luciano Sáliche, en Cultura InfoBAE, del 7 de diciembre pasado. Según la bajada, "La emblemática librería porteña fundada en 1916 y cerrada en 2019 vuelve a abrir sus puertas la próxima semana. Adentro, miles de libros quedaron 'encerrados': la dueña dice que son suyos, pero los editores los reclaman".

Clásica y Moderna: gran reapertura, disputa por 6 mil libros y el problema del sistema de consignación

Reabre Clásica y Moderna. La noticia es esa. El emblemático espacio fundado por un inmigrante español en 1916 bajo el nombre de Librería Académica de Poblet e hijos —y que cerró en 2019 tras la muerte de su dueña, Natu Poblet, en 2017, nieta de su fundador— vuelve a abrir sus puertas este lunes. La inauguración será colorida y bulliciosa. La llave ahora la tiene Raquel Rodrigo, de profesión docente y de actividad empresaria, dueña de El Tropezón, otro símbolo de la Ciudad (“donde comía puchero Gardel”) que rescató en 2017, luego de 34 años cerrado. Clásica y Moderna cerró en febrero de 2019 y en estos casi cinco años el lugar permaneció igual: las mesas, las sillas, la decoración, un piano obsequiado por Sandro y los seis mil libros de la librería. Pero, ¿de quiénes son esos libros?

“Es una alegría que vuelve a abrir una librería, y más Clásica y Moderna, donde nosotros tuvimos una relación afectiva con Natu de años y años. Pero los libros que están adentro son nuestros”. El que habla es Norberto Gugliotella, editor del sello Corregidor. Él y tantos otros se enteraron hace apenas unos días de la reapertura. Y una entrevista a Rodrigo en el diario Clarín revelaba que los libros estaban en “perfecto estado de conservación”. Al menos unas veinte editoriales aseguran haber dejado material ahí: Siglo XXI, Corregidor, Blatt & Ríos, Colihue, Gárgola, La Marca Editora, Asunto Impreso, interZona, los sellos que forman parte de La Coop. El sistema de consignación es el que rige la venta de libros en Argentina. Así se reponen y circulan, pero de la última reposición no obtuvieron dinero alguno.

“Estamos en la instancia donde los dueños están muy entusiasmados con abrir, pero atrás de eso hay una historia. No nos reconocen como interlocutores porque dicen que los libros son de ellos”, cuenta Guido Indij, editor de La Marca Editora, Asunto Impreso y interZona, y agrega: “Cuando Natu falleció, continuó unos pocos meses Alejandro Monod, su pareja, que antes tenía una librería que se llamaba Libros Monod. Un poco antes había fallecido Paco, el hermano de Natu, que estaba a cargo de la parte gastronómica. Y de un día para el otro cerró la librería. Yo hablé un par de veces por teléfono con Alejandro pero nada más, y nunca nos ofreció ninguna alternativa. El local que había sido de la familia ya no lo era. Y de repente el local estaba con la persiana baja y no teníamos a quién reclamarle”.

“Ahora, cuando uno va a reclamar y dice ‘pará, los libros nunca fueron de la empresa’, nos dicen ‘no sé, el juzgado me dice que son míos’. Nosotros les decimos que los libros son nuestros, que nos los tienen que devolver y que eventualmente podemos establecer una relación comercial”, dice Indij, mientras que Gugliotella agrega: “La dueña, en la nota de Clarín, en vez de proponer un diálogo, porque abrís una librería por primera vez en tu vida entonces establecés un diálogo con los que van a ser tus proveedores. En cambio, lo primero que dice en esa nota, es ‘no, todo lo que hay adentro es mío’. A nadie se le ocurriría decir eso cuando abre una librería. Yo creo que lo dijo a propósito para sentar jurisprudencia de que todo lo que hay adentro es de ella. Y eso nos enervó más”.

Las librerías son “socios frágiles” de los editores porque “de un día para el otro pueden cerrar”, dice Indij. Y recuerda varios casos, como la librería Antígona que estaba en la Biblioteca Nacional: “Ves que cerró, ves las persianas bajas, las cajas con los libros adentro, pero nadie nos explica. Acá pasa lo mismo. La Justicia se está olvidando que los libros no son de la Justicia o del Estado, sino de distintos editores que seguimos reclamándolos”.

La gran reapertura
En el año 2017 todo el gremio del libro despidió a Natu Poblet. Su muerte comenzó a ponerle punto final al sueño familiar fundado por su abuelo. Su marido, Alejandro Monod, quedó al frente del establecimiento pero todo se fue a pico: crisis, desalojo y cierre. “Van a hacer cinco años desde que esto cerró. La sociedad anterior, que se llama Clásica y Moderna S. A. dejó una quiebra fatal con los propietarios, porque ellos alquilaban, con el consorcio, con las bodegas, con los empleados, con las editoriales, con todos”, dice Raquel Rodrigo del otro lado del teléfono. “Por eso esta propiedad, en el momento que yo vine a visitarla hace un año, tenía un embargo judicial muy costoso. En estos cuatro años y pico la familia propietaria del local no ha podido ni alquilar ni vender”.

“Yo les dije que quería levantar el embargo como si fuera una subasta, pero en lugar de que alguien se lleve una mesa, un piano, un libro, yo compré toda la subasta, todo el embargo. Y cuando digo todo es todo: el ventilador de techo, que es viejo y que estarás escuchando ahora, la cocina, la cucharita, los libros, el piano que regaló Sandro, todo. Fue mucho el dinero que tuve que poner para entrar acá”, continúa. La actual dueña cuenta que la operación se realizó con el juzgado, no con los propietarios: transfirió el dinero a la cuenta que le dieron y recibió la posesión del lugar. En ese momento recibió “un listado de los 5565 libros que hay, más las cucharitas, más los platos, más 45 mesas, las 90 sillas, todo. Porque dentro de lo que yo pagué, menos las paredes y el inmueble, entra todo”.

Lo que plantea Guido Indij es que “no hubo un síndico que se comunique con los editoriales para que cada uno muestre cuantos libros tiene depositado allí o un intento de arreglo... no hubo nada”. Raquel Rodrigo dice empatizar con los editores y les acoseja: “Ellos tienen que accionar contra Clásica y Moderna S. A., que es la sociedad a la que ellos les dieron los libros y no se los pagaron”. Y agrega: “Los libros que están acá son míos, porque yo los pagué. Es como si viviera Sandro y viniera a decirme que el piano es suyo. No, es mío, yo lo pagué. A las editoriales les dije: quiero ser clienta de ustedes. Como han tenido mala experiencia con los dueños anteriores, no me dejen libros a consignación, yo se los compro”.

El sistema en cuestión
“El sistema de consignación es un tema que da para largo”, dice Indij y aclara que “en otros países funciona diferente”. Si es conveniente o no, eso depende de cada empresa. Lo que ocurre es que hay una fragilidad en las librerías y el sistema de consignación lo oculta. Si una librería tiene que ir a comprar libros con sus propios recursos, vos sabés si tiene plata o no. Pero cuando vende tus libros y no te los declara correctamente, llegan las vacaciones y tiene que pagar aguinaldos e irse de vacaciones. Y muchas veces lo hacen con la guita de los libros que se vendieron. En definitiva, cuando le das libros a consignación a alguien, esa persona te los está cuidando. Los libros siguen siendo de tu propiedad hasta que el librero te los devuelve, o los vende y te los paga”, agrega el editor.

Norberto Gugliotella explica cómo funciona el sistema de consignación: “Nosotros mandamos un remito con x cantidad de libros a tal librería. Mes a mes el librero nos va pasando lo que va vendiendo y nosotros se lo facturamos. SI le mandamos diez ejemplares de un título a fin de mes vendió dos, nosotros le facturamos esos dos y podemos mandarle dos nuevos para que siga con diez. Y todas las editoriales hacen lo mismo, desde Random a Tenemos Las Máquinas. El tema es que el dueño anterior cerró las puertas de la librería intempestivamente y los libros quedaron adentro. Generalmente cuando hay un cierre la librería avisa con anterioridad, devuelve los libros, normas de cortesía. Después arreglarás con él cómo cobrarle. Acá un día apareció la cortina baja y listo”.

Y agrega: “Yo no sé si es un sistema perfectible o no, pero también es la manera para que cada novedad que sale pueda estar en todas las librerías. Por ejemplo, un libro de crítica literaria lo podríamos mandar a cinco librerías, por decirte una cantidad. En cambio, así tenemos la posibilidad de estar en todos lados. Y también es la forma que tienen los libreros de tener mayor oferta. Pero también se tienen que comer que Random te mande 200 cajas y te inunda la librería con cualquier cosa. Es un sistema que no sé si funciona bien, pero es el que hay”. Lo que ocurre con Clásica y Moderna es un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la sociedad entre librero y editor se rompe. “Son libros de 2018, capaz que hablan de cómo puede ser la segunda presidencia de Macri, imaginate”, bromea Gugliotella.

Mientras tanto, Raquel Rodrigo sostiene: “No quiero que con esto se ensucie esta reapertura, de la que todos estamos contentos. Yo entiendo a las editoriales, pero no es conmigo el problema”. Sobre el sistema de consignación asegura que prefiere otro modo, el clásico, el que opera en la mayoría de los productos de la economía. “Yo se los pago”, dice. “Ponele que pasen ocho meses y no vendo un libro... bueno, a veces pasa. Con la gastronomía, por ejemplo, pongo algo en la carta y no lo vendo... es un riesgo que tengo que correr. Cuando uno invierte no es todo genial. Yo se los pago, no me los dejen en consignación. En lugar de 500 tal vez sean 100 o 50. Además tenemos el asesoramiento de Alicia Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras. Es muy serio lo que estoy haciendo acá”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario