Segundo día de la encuesta.
Los traductores y la inteligencia artificial (2)
VERÓNICA ZONDEK (Chile)1) ¿Qué tan familiarizada está con lo que puede hacer la Inteligencia Artificial en
lo que a traducciones literarias se refiere?
Mi interés en la IA es posterior a las 6 o 7 versiones que estoy acostumbrada a hacer cuando traduzco poesía, por lo que viene a ser una versión más, por lo general sólo un referente. Hace muy poco empecé a mirarlo porque sentí que debía estar al tanto.
2) ¿Considera que es una herramienta útil para su trabajo? Si sí, ¿por qué sí? Si
no, ¿por qué no?
Me parece que es una herramienta más. También creo que no es posible reemplazar al humano, al menos para la traducción de cierto tipo de literatura y de atmósferas y multiplicidad de sentidos.
3)
Cree que la IA supone un riesgo para la profesión? Si sí, ¿por qué sí? Si
no, ¿por qué no?
El
riesgo de todo lo que cambia. Los cambios son siempre riesgosos porque no
se pueden planificar.
MATÍAS BATTISTÓN (Argentina)
1)
¿Qué tan familiarizado está con lo que puede hacer la Inteligencia Artificial
en lo que a traducciones literarias se refiere?
Uso DeepSeek y alguna que otra IA desde hace un año y pico, en general para realizar consultas culturales o terminológicas más que para darles textos a traducir y ver qué sale, aunque eso lo hago cada tanto. Ya tengo cierta noción de la calidad de las traducciones automáticas que producen a esta altura, aunque siempre te logran sorprender con lo que hacen inesperadamente bien y lo que hacen inesperadamente mal. (En eso se parecen a los estudiantes de cualquier traductorado). También la he usado para pedirle juegos de palabras con algún campo semántico específico, si me hacían falta. Los resultados ahí suelen ser tremebundos todavía, pero de rebote pueden inspirar algo con sus respuestas, como un Watson autómata. Y de vez en cuando uso la IA para perder el tiempo con cualquier otra cosa, que es parte indispensable de mi proceso de traducción.
2)
¿Considera que es una herramienta útil para su trabajo? Si sí, ¿por qué sí? Si
no, ¿por qué no?
Por ahora, en mi caso, probablemente por haber traducido tanto con buscadores y diccionarios, la IA me resulta más bien prescindible (lo que no implica que la IA no me esté haciendo prescindible a mí mientras tanto, claro). En general tengo que obligarme a recordar que existe antes de usarla. Y si bien para búsquedas bibliográficas y terminológicas tiene su utilidad, porque puede ser más inmediata que ir peinando y barajando distintos materiales de consulta, por ahora la tendencia de la IA a alucinar (es decir, a inventar datos, incluso cuando se pide expresamente que justifique sus respuestas y cite sus fuentes) hace que uno deba tomar los resultados con muchas pinzas. En cuanto a la posibilidad de “poseditar” una traducción automática en lugar de traducir directamente, por lo que vi el ejercicio no suele ahorrar tanto tiempo, y en textos largos las chances de que a uno se le fugue un quelonio (p. ej., que se escapen o filtren giros que uno no usaría, deslices de tono, pifies de contexto y demás) es considerable. Traduciendo uno se equivoca también, claro, pero son errores más queribles. Y como por A o por B lo que muchos terminan mirando de una traducción son los defectos más que las virtudes, ese podría convertirse en un rasgo distintivo al comparar entre traducciones humanas y automáticas: la calidad o el peso del error, la marca autobiográfica del furcio. Y también la originalidad, imagino, lo que nos lleva a esa pregunta tan extraña: ¿qué hace que un traductor sea original?
3)
¿Cree que la IA supone un riesgo para la profesión? Si sí, ¿por qué sí?
Si no, ¿por qué no?
Creo
que sí, por simple economía. Es posible que al principio los editores se
resistan a implementar la IA, por cuestiones más bien personales o
sentimentales: extrañarán la artesanía de explotar traductores de carne y
hueso, les rodará un lagrimón por la cara al recordar el último contrato de
traducción leonino que le hicieron firmar a algún incauto, soltarán una risita
melancólica por los derechos que obligaron a ceder a perpetuidad o que nunca
liquidaron... Pero si la calidad de las traducciones automáticas sigue
aumentando (cosa muy probable, aunque uno nunca sabe cuándo va a imponerse la
ley del rendimiento decreciente), imagino que muchos querrán experimentar con
cambiar traductores por poseditores (el nombre del traductor ya pateado al
escalafón inferior) en al menos parte de sus catálogos. No es que la IA vaya a
igualar de manera necesaria las habilidades de un humano en el corto plazo,
pero no hace falta. Lo único imprescindible es cruzar un umbral de
rentabilidad. No sería la extinción de la profesión, pero sí un golpe fuerte a
la oferta de trabajo interesante y bien remunerado y una prueba de que, por
increíble que parezca, siempre se la puede precarizar más aún.
JAN DE JAGER (Argentina)
1) Qué
tan familiarizado está con lo que puede hacer la Inteligencia Artificial en lo
que a traducciones literarias se refiere?
La IA me parece una extensión o ampliación de lo que ya se podía hacer con Google Translate y con DeepL y similares. A veces simplemente ahorra tiempo de tipeado y permite mirar el texto resultante como quien corrige un trabajo, mejor o peor, de un alumno.
2) Considera
que es una herramienta útil para su trabajo? Si sí, por qué sí? Si no, por qué
no?
Es una herramienta útil. De todos modos ya hay muchas editoriales (o clientes de traducciones jurídicas o científicas) que preguntan si uno como traductor usa estas herramientas y prefieren el trabajo más artesanal. Lo cual en cierto modo habla de algo de neofobia, pero también del aprecio que tenemos los humanos por las cosas “hechas a mano” versus el producto industrial.
3) Cree
que la IA supone un riesgo para la profesión? Si sí, por qué sí? Si no,
por qué no?
Para
mí la traducción es un género literario, no un subproducto del trabajo de otro
autor. Es posible que la demanda económica disminuya, pero la traducción como
ejercicio literario y mental es tan fundamental como lo es aprender a hacer las
cuentas para los escolares, a pesar de la facilidad que ofrecen las
calculadoras: de lo contrario, todo pasa a ser un arcano enigmático, y el
cerebro cada vez más empobrecido.
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