viernes, 14 de octubre de 2016

Una sobre literatura costumbrista de la Argentina

El miércoles 1 de octubre de 2014, la traductora española María José Furió publicó en El Trujamán el siguiente artículo, que dos años después tenemos el gusto de reproducir.  

La traducción del psicoanálisis

El psicoanálisis gozó de gran prestigio a lo largo de varias décadas en el campo de las humanidades y pasó de moda hasta circunscribirse casi en exclusiva a la práctica médica y a los congresos que regularmente celebran sus profesionales. Sólo pervive como materia de interés entre los sectores cultos en países como Argentina, Chile y, naturalmente, Francia, con una larga historia vinculada a su teoría y práctica. Este mes de mayo precisamente Le Magazine Littéraire le dedica su dossier: «Fictions de la psychanalyse», que introduce con la afirmación: «La literatura y el psicoanálisis son los mejores enemigos del mundo».

El descrédito y la parodia que lograron arrinconarlo proceden sobre todo de críticos de Estados Unidos. No es éste el lugar para analizar a qué obedece la pérdida de prestigio de una disciplina que acuñó a lo largo del siglo xx una larga serie de conceptos que enriquecieron el análisis de las obras literarias, pero sí para observar que, probablemente en respuesta a la crisis de credibilidad del llamado pensamiento único y de las ideologías políticas, además del aburrimiento que provocan los nuevos escritores con su formación superficial, se produce una cierta recuperación de teorías que hacen hincapié en el hombre y sus conflictos ya no desde una perspectiva social, o no exclusivamente.

Pensadores modernos, o a la moda, como Zizek, traen de vuelta a Lacan y sus conceptos clave; se conmemoran los treinta años de la muerte de Foucault, y David Cronenberg estrenó en 2011 Un método peligroso, donde confrontaba de forma algo estrambótica pero interesante a los dos grandes pioneros del psicoanálisis moderno, Sigmund Freud y C. G. Jung.

La teoría psicoanalítica no se limita al trío Freud-Jung-Lacan; autores de escuelas derivadas de ellos como Berne, Dolto, Klein o Adam Phillips, resultan accesibles en castellano en traducciones más que correctas. Sin embargo, un lector medianamente informado que pretenda acercarse a los escritos de Lacan o a su biografía en español puede acabar convencido de que su obra es una montaña inalcanzable. Lo mismo pensará de sus comentaristas, como Jacques Derrida, si lee algunas de las traducciones realizadas aun en años recientes, para descubrir con sorpresa que críticos del psicoanálisis, como Félix Guattari y Gilles Deleuze, no ofrecen mayores dificultades de comprensión en español una vez el lector se ha familiarizado con los conceptos de su disciplina, que incluye la reflexión en torno al lenguaje.

Lo paradójico del caso Lacan es que él fue un excelente traductor del alemán al francés de la obra de Freud —quien también lo fue del inglés—, y que, según subrayan expertos en su obra como Néstor A. Braunstein, «por no tener una traducción aceptable, toda una generación de psicoanalistas franceses se convirtió en meticulosa y crítica lectora de Freud. El judío austriaco, inventor del inconsciente, salió renovado y más brillante después de los desvelos incalculables de sus “pasadores” al francés». En España, Freud tuvo la fortuna de un excelente traductor, Luis López Ballesteros, a quien se atribuye el éxito que sus teorías hallaron en Latinoamérica.

Aunque no todas las traducciones de los escritos o seminarios de Lacan son indigestas, puede que el error de base que presentan las más llamativamente abstrusas consista en ignorar que no habría que traducir literalmente sus rodeos, circunloquios verbales y retruécanos, ni tampoco la retorcida sintaxis que practicaba, sino comprender que en parte ese estilo es el propio de un francés desusado, el de una clase formada en la alta cultura a principios del xx, que pudo compartir con autores tan distantes como los del nouveau roman. Por no tomar en consideración esta premisa, y porque hasta hace poco escaseaban los correctores conocedores de la jerga psicoanalítica, estructuralista, de la antropología, ni existía internet para afinar consultas entre glosarios y foros, la biografía de Lacan incluye numerosas incongruencias y confunde a veces términos —«estructural» por «estructuralista»—, al punto que convendría una puesta al día para dejarla, en una futura reedición, a la altura del original de Elisabeth Roudinesco.


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