Guillermo Maya, según la escueta nota que acompaña la enumeración de sus columnas en el diario El Tiempo, de Bogotá, es economista, escritor y catedrático del Departamento de Economía de la Universidad Nacional de Colombia con sede en Medellín. El pasado 10 de junio publicó en el citado medio el siguiente texto a propósito de la magna obra de Adam Smith.
La riqueza de las naciones en castellano
La riqueza de
las naciones fue publicado por Adam Smith en 1776, hace 240 años. Este
libro es fundacional de la economía política y todavía sigue influyendo en los
asuntos económicos contemporáneos. Los economistas ortodoxos usan su autoridad
para otorgar credibilidad a las políticas del libre comercio.
En el siglo XVIII, el pensamiento político y económico
español estaba muy influenciado por los economistas extranjeros, especialmente
Condorcet, Galiani, Genovesi, Hume, Quesnay, Smith, Turgot, etc.; y aquellos
intelectuales con preocupaciones económicas y filosóficas que sabían otros
idiomas, francés o inglés, conocían La
riqueza de las naciones antes de que fuera traducida al castellano (Robert
Sidney Smith, 1957, 'The Wealth of Nations in Spain and Hispanic America'
1780-1830, JPE).
Hacia 1780, Vicente Alcalá Galiano, secretario de la Sociedad
Económica Segoviana, parece ser el primero en España que conoció la obra de
Smith. Igualmente, Valentín de Foronda, y miembro de la Sociedad Económica
Vasca, defendía los puntos de vista liberales y recomendaba el libro.
Por su parte, Smith impresionó fuertemente a Gaspar
Melchor de Jovellanos, que tenía una visión amplia, gran respeto por el método
científico y pocos pares entre los intelectuales y hombres de Estado del siglo
XVIII español. Entre sus escritos sin publicar se encontraron un Extracto de
los trabajos de Mr. Smith y partes traducidas de la Riqueza. Al respecto comentaba: “(Smith) prueba muy bien las
ventajas del libre comercio con las colonias”. Sin embargo, Jovellanos
anticipaba situaciones bajo las cuales las exportaciones no estaban a favor del
interés público.
Carlos Martínez de Irujo ayudó a que se conociera la obra de
Smith en España, con una traducción parcial de la sinopsis de la Riqueza escrita por Condorcet y
publicada con el nombre de Compendio de
la obra inglesa intitulada Riqueza de las naciones, hecho por el marqués de
Condorcet (Madrid, 1792), impresa en la imprenta real por orden del Gobierno y
sin la revisión inquisitorial. Martínez opinaba que la obra de Smith era el
mejor trabajo de economía política que se había escrito hasta el momento.
El primer traductor al castellano del libro de Smith fue José
Alonso Ortiz, abogado, ligado a los consejos reales y a la cancillería en
Valladolid, y profesor de derecho canónico y teología sagrada. Ortiz dedicó la
publicación de la traducción a don Manuel de Godoy, jefe de gobierno español
que la apoyó.
En 1793, ante la Inquisición, Ortiz hizo declaraciones sobre
la obra en cuanto a que su traducción había sido limpiada de “propuestas impías
(...) y eliminada por completo la parte en que el autor favorece la tolerancia
en cuestiones de religión”. Los censores de la Academia de Historia aprobaron
la traducción y finalmente fue publicada en 1794. Sin embargo, la Inquisición
había puesto la traducción francesa en el índice de libros prohibidos, pero no
la versión inglesa.
En el prefacio, Ortiz explica que se suprimieron “algunos
detalles, pero muy pocos, ya sea porque son absolutamente irrelevantes para
nuestro país o están casi en desacuerdo con la santa religión que profesamos”,
pero que la esencia del trabajo no había sufrido alteración.
Sin embargo, hay discrepancias significativas respecto a
algunos pasajes que no pueden ser excusados, dice Robert Sidney Smith.
Igualmente, la versión de Ortiz está plagada de notas aclaratorias. En una de
ellas, este defiende la colonización española, habla sobre los beneficios de
llevar la civilización a los “salvajes”, y no por razones de codicia, como
tantos han acusado a España.
En cuanto al libre comercio, Ortiz hacía excepciones. Los
fabricantes nacionales deberían tener el “privilegio de un mercado exclusivo,
al menos durante un cierto tiempo, hasta que la industria nacional pueda
colocarse en posición de competir con el extranjero”. El libre comercio, en la
mente de Ortiz, era “ventajoso cuando no sirve como un obstáculo positivo a la
mejora de la producción nacional en un país atrasado”.
El crítico de Smith más influyente fue el catalán Ramón
Lázaro de Dou y de Bassols, quien reconocía la profundidad de este libro pero
se negaba “a aceptar las opiniones de Smith sobre la política comercial”,
mientras exponía un fuerte programa para la industrialización de Cataluña con
la ayuda de aranceles externos: “Todo lo que se puede decir en contra de los
aranceles (...) me parece una ilusión o la locura económica”. El catalán
prefería al mercantilista navarro Gerónimo de Uztáriz y no al inglés Smith como
mejor guía para la política comercial.
En conclusión, La riqueza de las naciones fue una obra que influyó en los intelectuales españoles e hispanoamericanos; sin embargo, fue puesta en el índice, la traducción en castellano se hizo con muchas aclaraciones y muchas “traiciones”, especialmente sobre tópicos de tolerancia religiosa, impuestos a la Iglesia, etc. Aun así, la primera traducción merece su lugar en la historia.
En conclusión, La riqueza de las naciones fue una obra que influyó en los intelectuales españoles e hispanoamericanos; sin embargo, fue puesta en el índice, la traducción en castellano se hizo con muchas aclaraciones y muchas “traiciones”, especialmente sobre tópicos de tolerancia religiosa, impuestos a la Iglesia, etc. Aun así, la primera traducción merece su lugar en la historia.
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