Jesús
Ruiz Mantilla publicó
en El País, de Madrid,d el 26 de septiembre pasado el siguiente artículo, que
cuatro días más tarde reproduce La Nación,
de Buenos Aires. Al cabo de su lectura, uno se pregunta cuál es el negocio
escondido de tanto altruismo patrocinado por el Banco Santander. Porque, más
allá de la dudosa calidad del diccionario, como se dice en la Argentina, “el
que se quema con leche, cuando ve una vaca llora”.
La nueva edición del Diccionario de la RAE será digital
La más reciente edición en papel
del Diccionario de la Real Academia Española -la número 23- salió a la calle en
2014. Como tal, podría ser la última. "Queremos cambiar la planta actual
del diccionario, es decir, su estructura, de impresa a digital", asegura
Darío Villanueva, director de la RAE.
Pero hay más. Un sutil pero
contundente cambio de marca. Para empezar, la actual edición ya ha afianzado su
nombre y se ha consolidado, sencillamente, como el Diccionario de la Lengua
Española, evitando el término DRAE: "Vamos a ir poco a poco desterrándolo
y ampliando nuestro espacio para abarcar a las demás academias. De ahora en
adelante, será el DLE", afirma su director, Darío Villanueva. La
transformación parece radical y definitiva. Internet ha impuesto su implacable
metamorfosis léxica. Refresca la dinámica aventura de los significados y del
lenguaje cada día. Recibe y abraza términos polisémicos según las procedencias
globales del español. Lo escucha, lo amplifica y lo enriquece.
Las visitas a la página web de la
institución, concretamente a la aplicación que permite acceder gratuitamente al
Diccionario, se multiplican: el pasado mayo se registraron 73 millones de
consultas. El cambio de paradigma es un hecho que afecta desde ya de manera
mucho más profunda a la vigesimocuarta edición. Pero Villanueva recalca: "No
dejará de aparecer en papel, aunque se publicarán hijuelas de la versión
electrónica". Las actuales 24 academias de todo el mundo trabajan sobre un
documento común en el que irán abordando debates y aportando sugerencias. Otro
cambio muy sustantivo. "El trabajo se descentraliza. Tendrá un carácter
panhispánico, será la obra conjunta de todas las academias", añade
Villanueva.
Es algo en lo que también incide
Guillermo Rojo, miembro de la RAE, coordinador de la comisión interacadémica y
director del Corpes del español para el siglo XXI (Corpes XXI), con 225
millones de formas lingüísticas documentadas hasta la fecha. "En 2018
llegaremos a 400 millones", afirma. Sobre esa base descomunal, los
académicos de todos los países y decenas de lingüistas, lexicógrafos y
filólogos trabajan en torno a la transformación digital, en un proyecto que
cuenta con el patrocinio del Banco Santander. "Los diccionarios impresos
adolecen ya de un límite de espacio. En la última versión cupieron 93.000
entradas. Las siguientes serán ilimitadas."
Con la guardia alta
Pero ¿quiere esto decir que todo
término podría entrar sin un riguroso examen en el Diccionario? Se trata de un
debate vivo en la Academia. "No significa que bajemos la guardia en la
selección. Se quiera o no, estamos ante una obra normativa", asegura Rojo.
Lo que ofrece la nueva versión digital es un amplísimo enriquecimiento de cada
término. "No sólo contará con acepciones, pronunciaciones y sinónimos;
elaboraremos varios ejemplos que faciliten la claridad de las entradas." Y
ofrecerán enlaces a otros diccionarios: "No sólo a los de las academias; a
unos cuantos más", añade el académico.
El trabajo de la vigesimocuarta
edición no tiene plazo. Las salidas sucesivas de cada entrega en los últimos
decenios han ocupado más de una década. "Actualmente, todos los recursos
de la RAE se encuentran a disposición del proyecto", asegura Villanueva.
"En cuanto al tiempo definitivo, no nos hemos fijado fechas. Lo
abordaremos de manera dinámica e iremos ofreciendo volcados parciales."
La seguridad de Villanueva al
afirmar que no será esta la última edición en papel puede que quede modificada
por el tiempo. Lo que nadie discute es que se trata de todo un paso sin vuelta
atrás hacia un paradigma que afecta el trabajo y la metodología de las
academias.
"Pero los miembros han
abrazado de manera muy natural estos cambios tan profundos", recalca
Villanueva. "En casi 300 años, la estructura del Diccionario no se ha
tocado", afirma Rojo. Ahora sí. Cuando salga, el papel se convertirá en una
especie de fetiche.
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