Aunque, transcurridos varios días, ya se trate de una
noticia vieja, el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan seguirá causando polémicas
durante un buen rato. No importa que desde hace más de una década prestigiosas
instituciones e importantes escritores e intelectuales del mundo entero señalen
la justicia de darle el Nobel a un poeta, que es además cantante y que transita
con notable comodidad por el folk, el rock, el country y otras especies de la
música popular. Lo que importa es que sucedió, y eso abre la puerta a muchas
otras cosas, como lo señala acertadamente Patricia
Kolesnicov en la columna que publicó en el diario Clarín, a pocos minutos de llegada la noticia al mundo entero, el
pasado jueves 13 de octubre.
¿Camino
al Premio Nobel de Literatura para un tuit?
Hace rato, años, que Bob Dylan suena como candidato
al Nobel de Literatura. Primero su postulación causaba sorpresa, después nos
acostumbramos. Ayer estaba noveno en Ladbrokes, la casa inglesa de apuestas que
suele seguir el tema y, últimamente, pegarle cerca al resultado.
Pero Bob Dylan no es sólo Bob Dylan. Es un poeta con música, si se quiere.
Es un cantautor. Y es global. Lejos de la figura del poeta de una lengua
difícil de pronunciar, perseguido en lugares que hay que buscar en el mapa,
Dylan está en el centro de la cultura: es estadounidense, es rock, sus versos
andan fácilmente en nuestros labios. En la ducha, en el auto, en coros de
adolescentes. Nos hizo cantar, nos hace cantar. No leer: cantar.
Este año la Academia Sueca decidió dar este premio –al que hemos convenido
darle el lugar de Premio Mayor– a un poeta "de la gran canción
americana", como dijo el jurado. Se premia a Dylan y se señala a un
género: la literatura, dice la Academia, ya no pasa (no únicamente) por
los libros.
El año pasado ya habían sorprendido. Svetlana Alexievich es una
periodista. Sus libros son libros periodísticos. Literatura, dijeron entonces,
no es (no únicamente) ficción, búsqueda del lenguaje, épica, lírica. Literatura
es también investigación, son también testimonios.
La Academia consagra un nombre y apunta a géneros "menores": el
periodismo, la canción. Quizás sea eso lo que nos está diciendo: la literatura está
(¿también?) en otra parte.
La
próxima vez, ahora o en diez años, puede ser un tuit.
O en un flato
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