Foto: Patricio Pidal / AFV |
Lo que sigue es una entrevista de Daniel Gigena con Patricia Piccolini –directora de la carrera de Edición de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.– y Alejandro Dujovne –Doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, además de ser uno de los coordinadores del Núcleo de Estudios sobre Historia y Sociología del Libro y la Edición–, que se publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, el 27 de junio pasado.
Claroscuros en la industria editorial
Los dos investigan el
mundo editorial local, además de evaluar, desde dos frentes complementarios,
las implicancias sociales de un sector asociado al desarrollo de la cultura
argentina como pocos. Desde 2015, Piccolini dirige la carrera de Edición, la
que más inscriptos tiene en los últimos años en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires. La carrera reúne, según cuenta, a un
grupo heterogéneo de adolescentes recién salidos de la escuela secundaria con
graduados de otras carreras y adultos que quieren iniciar un trabajo vinculado
con el mundo de los libros. Doctor en Ciencias Sociales e investigador del
Conicet, Dujovne es uno de los coordinadores del Núcleo de Estudios sobre
Historia y Sociología del Libro y la Edición. En 2014 publicó Una historia del libro judío. La cultura
judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y
bibliotecas (Siglo XXI), su primer libro. Ambos conversaron con La Nación sobre el universo editorial
argentino, un sector activo aun en tiempos de recesión. Al respecto, ofrecieron
estrategias para pensar la crisis y posibles vías de salida con el apoyo del
Estado, las universidades y los editores de sellos independientes.
LN: -¿Cómo observan el panorama de la
industria editorial actualmente en la Argentina?
PP: -Hay que tener dos
perspectivas: una de corto plazo, la de la foto, y otra de largo plazo, más
amplia. Los números del informe que hizo la Cámara Argentina de Publicaciones
muestran en el último año una retracción del 15 al 20% en la producción de
libros y en la venta, acompañando una retracción general del consumo. En cuanto
al largo plazo, me parece interesante la enorme vitalidad de la actividad
editorial argentina, medida en la cantidad de editoriales nuevas y apuestas
diferentes que hay todos los años. Y también lo tengo que medir desde donde
estoy, que es la carrera de Edición, haciendo hincapié en la cantidad de
alumnos nuevos que hay todos los años. Me parece que es un presente con
dificultades pero con signos alentadores.
AD:
-Desde el punto de vista del mercado global, en efecto, hay una coyuntura mala,
pero creo que excede un poco la retracción del consumo, porque hay políticas de
gobierno que han afectado particularmente la producción de libros. Hay que
pensarlo por segmentos. En lo que podemos llamar, en términos muy genéricos,
"editoriales independientes", hay una enorme heterogeneidad y la
realidad es muy distinta. Hay editoriales que han tenido un gran nivel de
profesionalización en los últimos años y manejan muy bien todos los aspectos de
la producción y la comercialización; en esos casos, los editores viven de la
editorial. Hay otras que, en términos de distribución, de catálogos o de
cantidad de ejemplares publicados, todavía están en un proceso de desarrollo.
LN: -¿Las políticas estatales son una de las causas de la retracción del mercado del libro?
AD: -Creo que hay dos medidas particulares que el Gobierno ha tomado y ha dejado de tomar. Una es la apertura de importaciones, que para mí es un problema: podría haberse hecho de una forma más ponderada, pero fue irrestricta. En efecto, hubo una invasión de saldos españoles, libros a muy bajo precio, que sacan lugar a las editoriales locales. El otro punto, que afecta directamente a las pequeñas y medianas editoriales, es la baja de compras por parte del Ministerio de Educación. Conabip sigue haciéndolo muy bien, pero el Ministerio no compra.
LN: -¿Las políticas estatales son una de las causas de la retracción del mercado del libro?
AD: -Creo que hay dos medidas particulares que el Gobierno ha tomado y ha dejado de tomar. Una es la apertura de importaciones, que para mí es un problema: podría haberse hecho de una forma más ponderada, pero fue irrestricta. En efecto, hubo una invasión de saldos españoles, libros a muy bajo precio, que sacan lugar a las editoriales locales. El otro punto, que afecta directamente a las pequeñas y medianas editoriales, es la baja de compras por parte del Ministerio de Educación. Conabip sigue haciéndolo muy bien, pero el Ministerio no compra.
PP:
-Hay que diferenciar tipos de importaciones. A la importación de libros es muy
difícil oponerse porque ofrece variedad. Después habrá que ver si lo que llega
son saldos que no son tan buenos o cosas interesantes. Yo celebro que podamos
tener aquí libros importados. Además, porque no se puede pretender exportar si
se tiene una política de cierre. La otra cosa tiene que ver con las
importaciones industriales, es decir, libros importados pero de editoriales
nacionales, que por razones de costo o por cuestiones de calidad se hacen
afuera. Lo que me parece más preocupante, y es lo que necesita más tiempo, es
la posibilidad de tener nuevos mercados para el libro argentino, mercados que
en algún momento tuvimos. Nosotros exportamos muy poco y sobre todo a los dos
mercados más importantes: México y España. Me parece que hay que hacer un
trabajo, que lleva tiempo, para abrir esos mercados.
AD: -Creo que se pasa de una cosa a la
otra directamente, sin hacer un trabajo con el mercado. No hay mucha
información para hacer un análisis. Existe actualmente pero es limitada, y eso
te condiciona indefectiblemente sobre la decisión política que puedas tomar. A
un mes de la llegada del nuevo gobierno, en enero de 2016, se tomó la medida de
abrir las importaciones. Eso demuestra que no hubo un análisis del mercado para
entender cómo se tiene que establecer una medida. Lo que sí se logró fue el
Exporta Simple, que es un modo que facilita la escala de exportación propia de
las editoriales, sobre todo de las pequeñas y medianas. En la línea que
planteaba Patricia, hay un trabajo más fuerte que hacer sobre el mercado. En
términos de volumen de exportación, la Argentina ha bajado; en términos de
calidad, sigue exportando bien.
LN: -¿No creen que también debería haber una preocupación por recuperar
el mercado interno? En épocas recesivas hay una desproporción entre la
producción de libros y las compras.
PP: -Parece que en la Feria del Libro este
año funcionaron bien las ventas, según la gente de la CAP. Y fue muy importante
el público juvenil, que se está generando con interés en géneros específicos
que antes no existían para ese rango de edad, de 14 a 18 años, y con los
fenómenos asociados como youtubers y booktubers. Me parece interesante, más
allá de que mucha gente señala que literariamente esos libros no son tan
valiosos, porque es una entrada a la lectura. Creo que es un fenómeno que
habría que mirar con atención. Supongo que tiene que ver con políticas de
incentivación de la lectura desde la escuela. Esas políticas pedagógicas, no
necesariamente de gobiernos específicos, existen. Hay además una
resignificación del rol de los bibliotecarios: antes eran custodios de los
libros y ahora son mediadores de lectura. A la larga, todas estas cosas dan
resultado.
AD: - Habitualmente estamos
acostumbrados a poner como parámetro para entender los problemas de la edición
argentina a la propia edición argentina. Pero hay problemas estructurales que
tienen que ver con la concentración geográfica. Hay competencias de lectura muy
diferenciadas en función de la región, no solamente socioeconómica sino
espacial, y ahí se ve ausencia del Estado porque no hay políticas públicas de
lectura ni siquiera a nivel nacional. No están en la agenda de nadie. Hay una
ecuación bastante básica: la oferta genera demanda. A menor cantidad de
librerías, menos lee la gente. Otro problema es que las librerías son el
eslabón más débil de la cadena de comercialización y producción. Creo que por
la situación económica estamos en mucho riesgo con las librerías. Hay una
superpoblación en Buenos Aires, que no está mal, pero el problema es que no
existe una política de expansión.
PP: -En la ciudad de Buenos
tenemos 350 librerías, 400 en la provincia de Buenos Aires, mientras que el
Noroeste tiene 85 y el Noreste, 75. Son cifras de la CAP.
LN: - ¿Qué queremos decir cuando hablamos de
profesionalización?
PP: -Para hacer libros y
para que éstos lleguen, se necesita cierto conocimiento del mercado y de las
herramientas para manejarse en él: comercialización, cómo trabajar con las
librerías, cómo controlar la producción y cantidad de ejemplares. También se
necesita conocimiento para que los libros sean de buena calidad (selección de
autores, diseño). Antes, en las editoriales uno podía ir aprendiendo todas
estas cosas pero prácticamente en la actualidad eso ha desaparecido. Hoy, no
todas las editoriales grandes son buenas escuelas de edición. La actividad
editorial en la Argentina también es despareja y no está totalmente
profesionalizada. La diversidad es la norma, pero para hacer buenos libros se
necesita conocimiento, no solamente tener buen gusto literario.
AD: -Coincido
y creo que ligado a eso la experiencia de la participación en ferias
internacionales ha sido y es fundamental. Primero, por la presencia del libro
argentino en otros mercados. Las ferias siguen siendo el gran lugar de
organización y circulación de libros. Ahí las editoriales universitarias han
estado y también han empezado a participar las "independientes". En
cuanto a medidas políticas inteligentes, el Programa Sur de traducciones se
continuó y parece que va a ser una política de Estado. Se van a dar por año
ciento cincuenta títulos y el acumulado ya lleva más de mil.
LN: - ¿Fue tan revolucionaria la revolución
digital en el mundo del libro?
AD: - Lo que hizo fue bajar la barrera de
acceso al mercado. También creó la ilusión de que cualquiera puede editar. Un
ejemplo: quiero armar una editorial en Jujuy; puedo hacerlo, pero tengo el
problema de cómo voy a distribuir los libros o promocionarlos. Ése es uno de
los grandes problemas en el mercado editorial: la distribución. Salvo las más
grandes, que lo tienen resuelto, es la queja más recurrente. Si en Buenos Aires
existe ese problema, si te alejás en términos logísticos y de escala deja de
ser negocio para las principales distribuidoras. La ilusión de posibilidad se
encuentra con obstáculos del mercado editorial que implican algo más que lo
digital, implican política y estrategia.
PP:
-Con respecto a otros países de habla hispana tenemos un menor consumo de
libros digitales, en paralelo con una mayor conectividad: la cantidad de
celular por habitante acá es mucho mayor que en España.
AD: - La revolución digital no fue el apocalipsis
que se imaginó. Hay algo de la materialidad del libro que no fue afectada.
Amazon está abriendo librerías. Es un gran enemigo, no para el lector, sino
para el ecosistema del libro. Lo que pone en riesgo es el sistema de producción
de valor del libro, ligado a las librerías. En la Argentina eso está un poco
más protegido porque la ley del precio fijo sienta un piso muy importante para
sostener un mercado del libro diverso e impide mayor concentración en el
mercado de las librerías. Eso tiene repercusión sobre las editoriales porque,
mientras más concentradas son las librerías, más precisan de best sellers.
LN: -¿Qué significa que una editorial debe
"trabajar con los autores"?
PP: -Todavía tenemos una idea platónica de
que un libro es una novela. El editor recibe originales de autor, descubre un
autor en ese original y lo publica. O no lo considera y al final termina siendo
un best seller, como pasó con Harry
Potter. En realidad todo es más diverso. Primero porque hay distintos géneros,
porque no todos los autores son escritores y porque cada vez más los libros se
hacen a pedido. Vos conocés a un profesor e investigador que es interesante, le
preguntás si tiene un libro en camino, le pedís que haga una propuesta y así se
va trabajando. Eso también es trabajar con el autor: trabajar con el libro
cuando todavía no es un libro. Los buenos editores universitarios en Estados
Unidos o Inglaterra son los que van a los congresos, leen los libros, están al
tanto de qué se publica, cuáles son los temas, quiénes son los referentes en
determinado tema. Ese trabajo nosotros todavía lo tenemos muy en pañales. Es un
cambio fundamental: el editor que no está a la espera, sino el editor que va a
buscar en el sentido más legítimo.
LN: -¿Cómo imaginan el futuro del libro en la Argentina?
AD: - Creo que hoy puede ser mucho mejor
de lo que es, en todo sentido, con una mejor articulación entre el sector
privado y el Estado. El Estado requiere ser más inteligente de lo que es. No
creo que hoy el Ministerio de Cultura esté pensando en políticas públicas para
el libro, si bien hay gente capaz. Falta información. La que tenemos es
demasiado global y genérica y eso es un déficit. Hay que entender la industria
editorial como un mercado que produce riqueza, que tiene una incidencia en el
desarrollo cultural del país y en el que el Estado tiene que estar presente.
PP: -Soy bastante optimista
con respecto al futuro de la industria editorial más allá de las dificultades
específicas. Tal vez porque estoy en contacto con gente que comienza con estas
editoriales más chicas o con los desarrollos de las editoriales universitarias.
Veo mucha potencialidad. Me gustaría una industria editorial más
profesionalizada, que abarque géneros más diversos y que aproveche el potencial
de investigadores y profesionales bien formados que tenemos en la Argentina
para hacer libros interesantes y con una mayor integración entre el contenido
del libro y su comercialización.
LN: -¿Afecta mucho la presencia de los
grandes grupos en el mercado editorial argentino?
PP: -Esa presencia se da en todos los
países en donde existe un desarrollo editorial significativo. Es un proceso,
para decirlo en forma simple, hijo de la globalización y de las formas que
adoptó la comercialización del libro en las últimas décadas. Luego, no tiene
ningún sentido pensar en los grandes grupos como monstruos a los que hay que
combatir. Los grandes grupos amplían el trabajo gráfico local, generan empleo
genuino y privado, y, como siempre buscan los títulos y autores de tiradas
masivas, dejan un espacio muy importante para el surgimiento y desarrollo de
otros sellos editoriales. También habría que señalar que sin la existencia de
grandes grupos no podrían prosperar las iniciativas que requieren grandes
inversiones, como las de libros escolares. El costado negativo se da, sobre
todo, en las posibilidades de exhibición. Los editores suelen señalar que el
50% de la superficie de exhibición de las librerías está en manos de los
grandes grupos. Finalmente, no hay que olvidar que en la Argentina la actividad
editorial tiene una gran vitalidad. Es un escenario muy rico y diverso.
AD: -Es bastante común escuchar que
grandes y pequeñas editoriales pueden convivir y desarrollarse, pues apuntan a
públicos diferentes que eventualmente se solapan. Desde mi punto de vista esto
es sólo parcialmente cierto. Hay determinado margen en el que las pequeñas
pueden crecer, y en este sentido no se pueden atribuir a la concentración
editorial todas las limitaciones que encuentran para su desarrollo. Pero la
contradicción existe y ejerce todo su peso en el plano de la visibilidad y la
venta. La clase de títulos que venden los sellos más comerciales de los grupos
concentrados son importantes para las librerías. Eso permite a los grandes
grupos tener mayor poder de negociación de espacio en las vidrieras y mesas de
las librerías, mayor poder para que las librerías reciban la totalidad de las
novedades y reimpresiones mensuales, y mayor capacidad para negociar los
descuentos otorgados. Las editoriales más pequeñas se ven desfavorecidas en
todos estos niveles. La bibliodiversidad, esa idea tan repetida en el último
tiempo, sólo se logra con más y mejores editoriales. Publicar muchos libros no
garantiza la bibliodiversidad. Éstos, además, deben ser diferentes entre sí.
Mucho de lo mismo, es decir, libros hechos a medida para el consumo masivo, no
implica bibliodiversidad. Si ése es uno de los objetivos de una política
pública, es preciso fortalecer el desarrollo de las editoriales pequeñas y
medianas, que, por otra parte, bien encauzadas tienen un enorme potencial
exportador.
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