martes, 7 de mayo de 2019

"Otra manera de comprender la realidad"

El pasado 19 de abril, la lingüista mexicana María del Pilar Montes de Oca Sicilia (foto) publicó el diario mexicano Excelsior la segunda parte de su columna sobre la traducción (reproducida en este blog en la entrada correspondiente al 17 de abril). Aquí, entonces, la continuación.

Traductor, traidor (II)

Los mexicanos usamos la palabra itacate y nos entendemos muy bien con ella: «mi tía Rosa te mandó tu itacate de chiles en nogada» o «¡ay, mi’jita, no has pasado por tu itacate de mole verde!», pero este término es difícil de traducir a otra lengua, no porque la misma palabra lo sea, sino porque el uso y costumbre que se refiere a ella requiere toda una explicación –de hecho, en el diccionario Webster encontramos que en inglés la palabra que usan es también itacate–, porque si no tendrían que decir que es «la provisión de comida que se lleva de un lugar a otro, después de un convivio o fiesta» o algo por el estilo. En el inglés mismo encontramos dos palabras para lo que en español llamamos «carne»: flesh, «carne humana», y meat: «carne de animal» para comer. Por lo que, si en español decimos «un pecado de la carne», para ellos no quedaría claro si es que rompimos la vigilia o «nos dejamos llevar por la pasión».

LENGUA Y CULTURA
Así, podemos decir que, para aprender francés y traducirlo de forma correcta, no basta con aprenderse un vocabulario y repetir: perro = chien, gato = chat, coche = voiture; hay que adentrarse en la cultura y la forma de pensar de los franceses, para quienes es muy importante la manera en que se pronuncian los fonemas. Por eso, una academia no enseña lengua francesa, sino lengua y cultura francesas, de la misma manera que para aprender japonés o chino se tiene que aprender la forma en que ellos piensan y la cultura en la que viven. Recordemos la anécdota del profesor estadunidense que estaba dando un curso a profesionales japoneses, pero no entendió que en esa cultura es una imprudencia solicitar un intérprete, porque los hace sentir incapaces o poco educados y, al hacerlo, rompió con la dinámica del curso. Traducir es, pues, adentrarse en otra forma de pensar, en otra manera de comprender la realidad. Al hacerlo, se descubre todo un mundo nuevo, un modo singular de reconocer, segmentar, relacionarse y convivir con la realidad.

LA IMPOSIBILIDAD
Se pueden traducir los términos, pero no es fácil traducir los ánimos, las sensaciones, el ritmo o el sabor de las palabras. Tal como dice Javier Marías: «Por una parte, tenemos la tendencia a creer, y aun a dar por sentado, que todo puede decirse en todas las lenguas o, por lo menos, en las más próximas [...] [Y] nos encontramos, así pues, con la paradoja de que todo puede traducirse, o eso creemos, y de que la traducción es imposible, si nos ponemos muy estrictos o muy teóricos, ambas cosas vienen a ser lo mismo».

Y aun hablando una lengua y comprendiéndola, si no se vive a fondo en el lugar y con la comunidad que la habla, tampoco es fácil saber en qué contexto se usa un término y en cuál no. Por ejemplo, un amigo alemán que acababa de aprender español solía, además de usar mal los artículos, que es de lo más común: el bolsa, la tequila, usar el sustantivo éxito concordando con el género: «el concierto fue un éxito» y «la fiesta fue una éxita». Otro conocido, que era inglés, no entendía la diferencia entre vomitar o guacarear, o sea, una embarazada «vomita» y un borracho «guacarea», pero no al revés, como él lo usaba.

La gente suele traducir lo que considera más familiar, lo que es parte de las dos culturas a las que se está traduciendo, no nos olvidemos de los mil y un casos de errores garrafales de traducción –pondremos como ejemplo el inglés que, por ser la lengua geográficamente más cercana, es la que más casos tiene–; entre ellos, y encabezando la lista, los títulos de películas, donde se pone de manifiesto el desconocimiento de la lengua, del contexto, de los usos y costumbres, de la cultura por parte del traductor. Hay desde traducciones literales, como «lowcarpet», por «bajoalfombra», o «burninghead», por «quemacocos»; casos inventados como «ishotcold», por «escalofrío» o «freshpicture», por «pintura fresca»; y hasta traducciones que no tienen nada que ver con el sentido original, como «eso fue demasiado frío», por «that’s really cool», no entendiendo que cool remite en ese caso a: «genial», «buena onda». Ejemplos hay muchos más y, seguramente todos conocen uno en alguna lengua. Una amiga que da clases de francés contaba que, en una ocasión, uno de sus alumnos entró tarde al salón y, cuando ella lo saludó con un: «ça va» –sabá–, él le contestó muy seguro: «No, me quedo».



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