viernes, 12 de agosto de 2022

"El traductor. Un detalle. Un accidente"

Jonio González (foto) es poeta y traductor de poesía. Desde hace ya muchos años viene traduciendo y publicando sus versiones de poetas, fundamentalmente estadounidenses, en diversos medios. Entre otros, Facebook, donde ayer colgó la siguiente reflexión.


La misma reflexión inútil de siempre

Días atrás alguien colgaba en FB la traducción de un poema escrito por un poeta, o quizá una poeta, pongamos que lituano (o letón, para el caso da igual), al que elogiaba hasta el punto de considerarlo uno de los grandes poetas de este siglo, y a continuación explicaba las razones, ninguna de las cuales guardaba relación con la versión castellana de dicho poema ni con la tarea del responsable de la misma.

En los comentarios estaban los que decían “amar” a dicho poeta (entiendo que se referían a su obra), quienes aseguraban emocionarse con sus versos, descubrir gracias a estos poco menos que el sentido de la vida, y alguien incluso señalaba, como incomparable, el tono del citado poema. El tono.

Es probable que me equivoque, pero me arriesgo: no creo que quien hacía ese comentario supiese leer lituano (ni letón); ergo, no creo que pudiera elogiar otro tono que el que quien tradujo el texto supo darle, o reproducir.

Por supuesto, el lector ya imaginará a estas alturas que el nombre del responsable de la traducción ni se mencionaba ni se solicitaba. Un vecino a quien se lo comenté en el ascensor, me llamó más tarde para decirme que se puso a buscar en Google y que le llevó menos de dos minutos dar con el poema y el nombre del traductor. Menos de dos minutos para saber quién había contribuido a experimentar “amor” hacia el poeta lituano (o letón) de marras.

¿Tan difícil era entonces mencionarlo? En mi adolescencia, dos poetas, entre otros, fueron fundamentales en mi formación: Matsuo Basho y Gregory Corso. Nunca estaré lo bastante agradecido a sus traductores, Osvaldo Svanascini y Marcelo Covián, respectivamente. Sin su esfuerzo, al primero difícilmente habría accedido ni con el paso del tiempo, y al segundo habría tenido que esperar algunos años y esa formación habría sido otra, muy distinta, y no sé si mejor ni me interesa. El traductor. Un detalle. Un accidente.

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