En octubre de 2018, Jorge Aulicino hizo una antología de
poemas de la poeta estadounidense Marianne Moore, con traducción de poetas
argentinos, que incluía versiones de Alfredo Weiss, Alfredo Casey, Alberto
Girri, William Shand, E.L. Revol, Hugo Padeletti, Mirta Rosenberg, Ernesto
Montequín, Jonio González, Andrés Hax, Jorge Aulicino, Silvia, Camerotto, Laura
Wittner, Ezequiel Zaidenwerg y Tom Maver. Esa selección fue publicada, con
formato de e-book, por la revista virtual op. cit. Lo que sigue es el prólogo
del volumen.Marianne Moore y Muhamad Ali
Jardines imaginarios con sapos reales
En 2009 en Ediciones en Danza apareció una antología de textos breves de Ezra Pound publicados en la Argentina por traductores argentinos, muestra que estuvo a cargo de quien firma estas líneas y que se iniciaba, como ésta, también en la década de los ’40 del siglo pasado. El introductor de ambos autores fue Alfredo Weiss, en una antología que hizo época: Poesía estadounidense, publicada en 1944 por Ediciones Continental, una editorial que dirigía el propio Weiss. En ese momento Pound tenía 59 años y probablemente estaba absorbido por sus tareas de propaganda en la República de Saló. Apenas unos meses después, sería hecho prisionero por sus compatriotas y acusado de alta traición. Marianne Moore, de 57 años, era una pequeña celebridad en Nueva York. Residía aún en Brooklyn, decidía bastante sobre el porvenir de poetas más jóvenes y se dejaba ver en diversos eventos públicos, entre ellos, partidos de béisbol. Con todo, no había publicado aún su primera obra reunida, la de 1951, que le valió los premios más codiciados. Se escribía aún con Pound, y siguió haciéndolo mientras éste estuvo preso en el hospital psiquiátrico St. Elizabeth, en Columbia, destino que le dio la Justicia para eximirlo de la pena de muerte. Tenían en común haber representado, desde la segunda década del siglo, la vanguardia llamada imagismo, para entonces ya lejana en la mente de ambos.
La traducción de Pound, Moore y otros autores estadounidenses a partir de los ‘40-‘50 abre una pequeña brecha en la monolítica influencia francesa sobre la poesía y el gusto argentinos, pero si Pound tuvo, por obra de Carlos Viola Soto, una antología propia a fines de los ‘60 (en la Compañía Fabril Editora), Moore debió esperar a Mirta Rosenberg y Hugo Padeletti hasta fines de los ‘80 para ver una colección de sus poemas traducidos aquí (en Centro Editor de América Latina). Las publicaciones desde entonces no fueron muchas, pero en dos casos al menos –el de la antología de Rosenberg y Padeletti y el de la publicación del poema “El basilisco emplumado” por la editorial Jimmy Jimmereeno en 1991– llegaron acompañadas de explicaciones sobre la figura de Moore y su relevancia desde el punto de vista estético. Antes de eso, Weiss había consignado brevemente que Moore “alentó los movimientos de vanguardia” y Alfredo Casey la había presentado, en su antología de 1969 para las Ediciones Antonio Zamora, como “una de las mujeres más calificadas en el mundo de la poesía”. También breve –aunque significativa– fue la introducción de Girri y Shand a la entrada de Moore una selección de poesía norteamericana para la Distribuidora Mexicana de Libros en 1976: “Dentro de la libertad aparente de su verso hay un profundo sentido de forma y una técnica perfectamente disciplinada”. En cambio, E.L. Revol le dedicó tres densas páginas y la calificó como algo más que “imaginista” en la antología de la poesía norteamericana que en 1977 publicó la Librería Fausto: “La poeta prefirió no dejar de lado la naturaleza más propiamente humana, la intelectual y moral, en su proyecto creador. Esta preferencia le otorga a su producción un aire de genuina modernidad que la diferencia de esa acentuada ‘intemporalidad’ del poema imaginista típico”.
La contratapa de El basilisco emplumado, firmada por el traductor de la obra, Ernesto Montequín, recuerda que quienes solían escuchar la conversación de Marianne Moore con su madre no dejaban de asombrarse “porque aun para tratar los asuntos más insípidamente cotidianos ellas empleaban un lenguaje tensado con la didáctica precisión mecánica de un juguete victoriano”. Y luego: “…tanto ese idéntico vigor transparente como ese ritmo coloreado por la emoción con el cual se plasmaban las palabras, son sostenes centrales en los poemas de la hija, Marianne, constructora de diminutos teatros donde ‘lo natural’ es burlado, donde el tiempo se desarma en el espacio, como en una caja de Jospeh Cornell”. Se pregunta a continuación Montequín: “¿Es el poema el acto más inhumano?, ¿el que más ilumina los fondos de los telones del conocimiento? … ¿el que construye una percepción que no nos descifra?”.
Poco antes, al presentar la selección El reparador de agujas de campanario y otros poemas, Mirta Rosenberg había resumido y conciliado dos visiones clave de la poesía de Moore: la de William Carlos Williams y la de T.S. Eliot. En 1931, Williams escribió: “El efecto general [de la poesía de Marianne Moore] es el de un ascenso a través de las humanidades, las ciencias, sin evadir el ‘pensamiento´ a través de cualquier cosa (o de todas las cosas) que conforman lo mejor de la vida moderna, tomando las cosas como se presentan, usándolas y extrayendo de ellas todo el placer, pero dejándolas por lo demás intactas”. Por su parte, Eliot anota en el prólogo de los Selected Poems de Moore, en 1935: “La poesía de M. Moore, o la mayor parte de ella, puede ser clasificada como ‘descriptiva’ más que ´lírica’ o ´dramática’. Se supone que la poesía descriptiva remite a un cierto período de tiempo, al que está confinada, pero es en realidad una de las modalidades permanentes de expresión. En el siglo XVIII –digamos en un período que incluye Cooper´s Hill, Windsor Forest y la Elegía de Gray– la escena descriptiva es un punto de partida para las meditaciones acerca de una u otra cosa”.
A su vez, dice Rosenberg: “Williams ve en la obra de M. Moore una serie de ensamblajes, no de ideas, sino de ‘cosas en sí mismas’, en tanto Eliot la considera como escena y ocasión de una serie de meditaciones. Ambos están en lo cierto, pero Moore va aun más lejos: su utilización de fuentes diversas (especificadas en las notas a los poemas) la convierte en una collagista textual maravillosamente hábil y siempre ingeniosa y refinada. (…) Su uso de la métrica, de la rima interna –muchas veces empleada como articulador para salvar los saltos en las ideas–, la penetración de su ironía distanciada pero profundamente humana, y un extraordinario conocimiento y capacidad de observación del mundo animal, vegetal y humano dan a la obra una originalidad virtualmente inigualada en este siglo…”
Así pues, ver el mundo, atravesarlo, gozarlo incluso y dejarlo intacto, hacen de Moore una precursora de la escuela objetivista estadounidense –Louis Zufosky consideró “Una botella egipcia de vidrio en forma de pez” el primer poema objetivista– y al mismo tiempo una adalid de la línea reflexiva que auspició Eliot. Si del ánimo o ánima se trata –es decir, de temperamento–, Moore está más del lado de Williams que de Eliot y la visión de éste, irónica pero siempre apocalíptica.
No es casualidad tal vez que los primeros traductores de Moore entre nosotros –Weiss, Casey, Girri-Shand y Revol– hayan traducido el poema titulado "Poetry", que puede funcionar, en cualquier tiempo y lugar, como un manifiesto. Lo son, no caben dudas, aquellos versos, al menos cuatro veces traducidos en la Argentina, que precipitan el final del poema:
tampoco es válido
tener prejuicios contra los
“documentos comerciales
y los textos escolares”: todos
estos fenómenos son importantes.
Sin embargo uno debe hacer una distinción:
cuando poetas a medias los
arrastran para destacarlos
el resultado no es poesía,
ni la tendremos
hasta que nuestros poetas puedan
ser
“literalistas de
la imaginación” … por encima
de la insolencia y la
trivialidad y puedan presentar,
para ser inspeccionados, jardines
imaginarios con sapos reales.
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