martes, 11 de octubre de 2022

Una entrevista con la única traductora española del albanés (II)

Lo que sigue es la segunda parte de la larga entrevista con María Roces, la única traductora española de literatura albanesa.


“Creímos en el régimen de Hoxha hasta que aprendimos albanés” (II)

(viene del la entrada de ayer)

–¿En aquel viaje os enseñaron todo el país?
–No, todo el país no. Te enseñan lo que te tienen que enseñar. Si te llevan a una aldea te llevan a ver a los del partido de la aldea. Te enseñan lo mejorcito, la plaza mayor, pero no te meten nunca en un barrio. Eso ya lo vimos luego, cuando no vivía descubrí mucho más cómo era de verdad. En ese viaje fuimos a Korca, Gjirokaster, a las ciudades grandes. Solo una vez fuimos al norte, y fuimos con un huevo de gente, la mitad de la Sigurimi. Ibas allí y estaba viendo los laguitos, o viendo el cordero que te daban, pero no veías ni a un puñetero albanés de verdad. Ibas con todo el aparato de la radio, el aparato del comité central, el aparato no sé qué, los de la Sigurimi…pero de nada te enterabas.

–Conocí Albania este verano, y mi impresión fue exactamente esa: la de viajar a la España de veinte años atrás, a la España de mi infancia, por la ropa, los coches, la música…
–Sí, sí. Es que como ellos han abandonado el campo hace tan poquito…Es un poco lo que pasa también en Asturias. En Asturias mi padre era obrero, toda la vida lo ha sido, pero tenía relación con la aldea, con la vaca…esa cosa en Albania se nota. Hay un calor de la cultura campesina muy cercano. Tienes que entrar en una casa y tienes que comer hasta arriba, igual que cuando yo iba a casa de mis tías en Soto de Agues.

–Has escrito también que visteis “lo que los responsables albaneses querían que vieran y que ellos mismos estaban deseando ver y, sobre todo, creer”
–No teníamos ni idea. Con lo cual, esto es una empresa agrícola estatal, a estos los han mandado a estudiar…Sí, los habéis mandado a estudiar, todo el mundo es feliz y come perdices. Como no puedes hablar con ellos, porque no te dejan, no nos dejaron nunca, pues era verdad. Hasta que sabes albanés. Ramon se niega, pero yo voy a la escuela del partido y preguntaba: “A ver, lo primero, ¿por qué dijo Dimitrov que había que montar la federación balcánica? Y el profe: “El camarada Enver dijo…” Y yo: “¿Dónde está el libro de “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”?”. “El camarada Enver…” “¿Pero como que no hay plusvalía en el socialismo?” “No, porque la clase obrera está en el poder y tal…” Problema: ¿cómo haces la dictadura del proletariado sin proletarios? ¡Había cabreros! Y en las ciudades había artesanos. Habría tres obreros, pero tres obreros en un taller mecánico o unos herreros, y a lo mejor alguna fábrica.

–Se ha dicho que el régimen de Hoxha tenía más de caudillismo nacionalista y autoritario que de comunista
–Era un puñetero clánico. Aguanta por la importancia que tiene la familia allí. La familia importante es el clan, que decide con quién te casas y esas cosas, y todavía es así ahora, y eso es lo que era Albania. Era una sociedad absolutamente clánica y llegan estos diciendo que eso es marxismo. No tenía nada que ver con el marxismo. Pero eso lo sabes cuando vives allí. Y sobre todo lo que veías era la dictadura del partido.

–O del propio Hoxha más que del partido, ¿no?
–Sí, pero Hoxha es que era el poli bueno. Encima como era un dandi pues… ¡Ay, el tío Enver! Y como además se iba cepillando a toda su camarilla…Lo peor que podías ser en Albania era Ministro de Interior, ¡no quedó ni uno! Se los cepilló a todos. Entonces, la culpa de que no vayan bien las cosas es de estos, pero fijaros cómo me los cepillo. Era el despotismo absoluto.

–¿Durante cuánto tiempo os estuvisteis creyendo que estábais en el paraíso socialista?
–Un año, hasta que aprendimos albanés. Nosotros vamos en octubre del 80, y en diciembre del 81, el número 2, que había sido ministro del Interior, Mehmet Shehu, yo estoy en la radio, me ponen música y me dicen que lea una cosa, donde dice que se ha suicidado. ¿Cómo que se ha suicidado? Yendo para casa pensábamos que era un golpe de estado. Y la versión oficial --los compañeros de trabajo ni una palabra, prohibido-- es que era un poliagente de los americanos, los rusos, de los yugoslavos… Entonces, el que había hecho todo bien de pronto es el culpable de todos los males. Resulta que todo era culpa de Mehmet Shehu, que había sido brigadista internacional en la guerra española ¿Y entonces este gilipollas lo tiene de número dos desde entonces y no se ha enterado? Fue eso, además de saber albanés. Entonces mi tarea en la célula de Tirana del partido era coger el periódico La Voz del Pueblo y ver todos los cargos que desaparecían de los actos públicos para decírselo al partido. Yo tenía una lista de los secretarios de todos los lugares, e iba leyendo el periódico y apuntando a los que no se nombraban, porque significaban que los habían purgado E informábamos al partido: Joder, tíos, aquí hay una purga de la hostia.

–¿Has leído Barro más dulce que la miel? Es un libro de una periodista polaca, en el que cuenta a través de varias entrevistas cómo era la vida en la Albania de Hoxha
–Me han hablado de él. Pero hay un problema, que son los lugares comunes. Los que escriben para lo que tú quieres oír, y es una especie de caricatura. Es que aquello es mucho más serio y mucho más grave que la tontería que pueda decir un albanés que, como ahora aquí, resulta que todos son demócratas. ¡Anda, no me contéis películas! Estoy leyendo El fin del Homo sovieticus, de Svetlana Alexievich, para entender por qué Putin gana elecciones. Los rusos en eso son mucho más claros. Es que había un montón de gente que se creía esto, y el problema es que el sistema era criminal.

–¿Tuvisteis algún encuentro con la Sigurimi? Tal vez una de las policías políticas más salvajes y despiadadas del siglo XX…
–Porque eran unos zoquetes, joder, es que eran unos campesinos. Pon a los de Soto de Agues a hacer de Sigurimi (policía secreta del régimen), y a ver lo que pasa. Y claro, como tenían bula y podían hacer lo que les saliese, pues un horror. Hasta a nosotros nos ponían micros en casa, pero ya lo sabíamos.

–¿Os espiaban?
–¡Claro! Después de lo de Mehmet Shehu nos íbamos al sótano o salíamos fuera cuando teníamos que hablar de algo para decírselo al partido. Aunque en el búnker ese ponía “a los amigos no se le ponen micros”, ¿cómo que no? Luego Ramón llegaba al trabajo y oía lo que habíamos dicho en casa. Pero, claro, tú coges a gente sin ninguna formación y le dices que tiene derecho a chivarse de todo el mundo, y además si te chivas tu hija tiene derecho a estudiar…Estamos hablando de una sociedad campesina, no había ninguna conciencia de clase ni de nada. Había cuatro intelectuales, que todos habían sido purgados, igual que los brigadistas internacionales. En la Unión Soviética lo mismo. De todos los que de verdad fueron comunistas no quedó ni uno.

–¿Cuál era vuestro trabajo en Radio Tirana?
–Nos traían la programación en albanés y había tres traductores albaneses a las que les habían enseñado español las primeras generaciones: Lola Galán y Catalan Deus y esos. Esos eran los que traducían del albanés, y nosotros hacíamos corrección de estilo y locutábamos. En la casa editora, Ramón hacía lo mismo: corrección de estilo y, luego, cuando ya sabía albanés, sí que traducía algo. Dábamos clase a los albaneses que querían saber español, recibíamos clase de albanés y escribíamos. Llegaban los periódicos, El País y los de aquí, como con quince días de retraso. Escribíamos también artículos para la radio, pero eso pasaba o no la censura, dependía. Luego Ramon, que tuvo mucho contacto con intelectuales, escribía muchas cosas sobre escritores albaneses y así.

–Las traducciones al albanés de Marx, Engels y otros textos comunistas se hacían en función de los intereses del régimen. Todos los matices debían ajustarse a las necesidades del partido en ese momento. Cuentas esa anécdota de la pelea que tuvo Ramón con la editorial porque defendía que la traducción correcta de la famosa frase de Marx era “la lucha de clases es el motor de la historia”, y no “la lucha de clases es un motor de la historia”, que es como querían traducirla, como para dar a entender que había otros motores de la historia: la nación, el partido, el líder…
–Eso le ha pasado a Juan Prado en el Vaticano y a Wenceslao Roces cuando estuvo en la URSS. Se ponía lo que tocaba, lo que tenía que poner. Si ese libro iba a ir fuera de Albania, según cómo corrieran los vientos se cambiaban cosas o no. Una locura. Es que luego el que censuraba no sabía español. Pues tres días de discusión para ver qué había que poner. Ramón decía una cosa, los albaneses decían otra.

–¿Tradujiste incluso al propio Hoxha, no?
–Claro. A Ramon le tocó traducir no sé cuántos libros suyos, y yo leyéndolos en la radio ¿Tú sabes lo que es leer en una emisión de media hora un libro de Enver Hoxha?

–¿La palabra de Hoxha era la palabra de Dios?
–Sí, pero se cambiaba según conviniera.

–¿Conocisteis personalmente a Hoxha?
–Sí, sí. En casa, que eran unas villas prefabricadas, monísimas, nosotros, y todos los demás, teníamos una señora que nos hacía la comida. Luego había uno que era el carpintero, que hacía arreglos y esas cosas. Pues un día nos invitan, en el año 80, al Palacio de las Brigadas, que había sido el palacio del rey Zog, a una recepción de los obreros destacados, las ordeñadoras destacadas, las madres heroínas porque tenían quince hijos…un rollo de esos. Y nos invitaban a los marxistas-leninistas, y ahí nos saludó Enver Hoxha. Ese día también nos saluda a nosotros, a los españoles, Mehmet Shehu, a quien Ramón había visitado en su casa a darle el carnet número 1 de nuestro partido. Y de pronto me veo yo, entre todos los destacados, al carpintero. Y digo, ¿qué coño hace este tío aquí? ¡De la Sigurimi!

–¿Teníais permiso, por ejemplo, para ir al centro de Tirana y pasear a vuestro aire?
–Sí, íbamos al cine y tal. Los españoles lo llevábamos fatal, porque salíamos del cine y no podías tomarte nada. Allí a las diez de la noche ya no había nada. Por ejemplo, no podías ir a casa de los compañeros de trabajo. Para que ellos te pudieran invitar tenían que pedirle permiso al comité central. Y ellos, para venir a nuestra colonia, lo mismo. Era dificilísimo que les dejaran. Cuando montábamos una fiesta dejaban venir a algún traductor, pero solo a los que ellos tenían claro que eran puros.

–Decías que desde el principio veíais cosas raras en Albania
–Vamos a ver, es que tú ibas a un sitio en el que había viñas, y preguntabas, “oye, ¿por qué las viñas tienen una flecha arriba?” “Es para cuando vengan los paracaidistas” ¿Qué me estás contando? Y lo de los búnkeres, que era ridículo, y estaba todo lleno. Era una locura. O de pronto desaparecían tus compañeros de trabajo porque tenían que irse quince días a hacer trabajo manual, a cavar una zanja o a recoger tomates. Era obligado, para que no se les olvidara que, como supuestamente eran intelectuales, la clase obrera mandaba y el trabajo manual y no sé qué. Era como un mes y pico al año que no iban al trabajo y les mandaban a hacer el gilipollas. Nos enseñaban las fábricas, que estaban completamente obsoletas. Y yo, teniendo un padre obrero metalúrgico, con conciencia de clase, que decía “uno puede hacer una huelga, lo que no puede hacer es el vago en el trabajo” Pues allí ibas a una fábrica y te decías, ¿pero este qué hace? No había productividad. No había hábito de trabajo. Allí la historia era “mi padre era campesino, y yo ya entré a trabajar en la fábrica”. Claro, mi padre era obrero, hijo de minero y nieto de minero, clase obrera asturiana desde un siglo atrás, generaciones de obreros, y cuando llega la lucha revolucionaria aquello funcionaba. Además es que es otro mundo. Yo recuerdo, de pequeña, ir a Sama, con mi padre, y aquella gente era de un planeta y los de Soto de Agues eran de otro planeta, y estaban a 30 kilómetros. No tenían nada que ver. Pues en Albania eso es lo que notabas, aunque eran cariñosísimos y encantadores.

–La Albania de Hoxha fue el primer país oficialmente ateo de la historia.
–Ellos tenían cuatro religiones: en el norte, católicos; mayoría musulmana; ortodoxos en el sur; y los bektashis, que son los más majos y me caen muy bien. Hoxha lo que hace es decir, “¡se acabó! Declaro al país ateo” Pues porque tú lo digas, muy bien. Es verdad que yo reconozco que, una atea y anticlerical como yo, cuando va a Shkoder y su catedral católica es una cancha de baloncesto, reconozco que dije, ¡de puta madre! Eran ateos, pero tenían una cosa muy vaticanista, que era, por ejemplo, ir al museo de los héroes de no sé qué en tal aldea, y allí tenían la camisa ensangrentada de cuando le dieron el tiro, el pelo de no sé quién… Eran las reliquias de allí. Nos descojonábamos.

–Le afeas a tu partido que nunca haya condenado el régimen albanés
–Cuando nosotros volvemos en el 84 es evidente que aquello es nacionalismo rancio, que es una dictadura, que hay represión. Y se lo decimos al partido, y el partido ni puto caso. El problema era que como a Raúl Marco le seguían recibiendo con alfombra roja, y era el jefe del marxismo leninismo internacional, entonces todo eso ls servía para subsistir. En el año 89, cuando se meten los albaneses en las embajadas y se escapan en los barcos a Italia, volvemos a Albania y, por primera vez, nuestros compañeros de trabajo nos hablan de la represión. El marido de mi gran amiga en Radio Tirana, que era piloto de caza, me cuenta llorando cuando les obligan a disparar a la población, y ellos se negaron, porque les habían dicho que eran el ejército del pueblo, y el ejército del pueblo no puede disparar al pueblo. No subieron a los cazas. Ramón lo cuenta en el comité ejecutivo, y ni puto caso. Raúl Marco me pide una reunión y le digo que tenemos que romper con Albania, pero nunca se hace. Sabiendo todas esas cosas Raul Marco va a que lo reciba Ramiz Alia, que es ya casi al final. Ramón se va del partido en el 90 y yo estoy hasta el 92, y lo que estamos haciendo todo el rato es propaganda contra el régimen albanés. Era intolerable lo que pasaba, pero Raúl Marco era de lo que vivía.

–¿Dejaste de ser comunista al volver de Albania?
–Yo comunista he sido siempre, otra cosa es que Albania no tenía nada de comunista, y menos de marxista. Ellos el marxismo no sabían ni lo que era. Tanto es así, que me acuerdo que Kadaré le preguntaba a Ramon, y en serio, si el marxismo era importante. Carlos Marx es importantísimo en la historia de la humanidad, pero lo que a vosotros os han vendido como marxismo no lo es. Lo que teníais era una dictadura.

–Sigue habiendo hoxhistas en España. No sé si te suena el Frente Obrero, por ejemplo. Su secretario general, Roberto Vaquero, publicó en 2021 un artículo titulado “En defensa de Enver Hoxha y del PTA frente a los ataques vertidos sobre su figura en los últimos tiempos”
–Sí, bueno, un iluminado. ¿Qué haría con esta gente? Mandarlos a vivir un ratito, solo un año, a Venezuela. ¡Nada más! Y los que defienden a Cuba, a Cuba. Pero a vivir en las condiciones de los cubanos, ¿eh?

–No como delegados o turistas revolucionarios
–No, no, no. Porque eso es lo que pasaba con Carrillo o con nosotros. A nosotros nos trataban como si fuéramos embajadores. Yo podría vender una Albania divina. Nos compraban la comida en la tienda de los embajadores, nos pagaban casi lo que ganaba Mehmet Shehu. Nos iba de cine, y no me quiero enterar de nada, ¿no? Vamos, no me jodas. Les mandaba incluso a la Albania de ahora. ¿Qué me estáis contando?, ¿qué sabréis vosotros? Lo que no puede ser es que tú te leas a Alexievich y digas que es mentira todo lo que dice sobre la URSS. Porque ese libro es un reflejo de lo que pasaba en Albania, y en el este en general. Lo de Stalin lo vi claramente en Albania. El problema es que cuando llega al conocimiento, como te quedas solo, la gente quiere retroceder. El problema luego es la soledad, porque yo no puedo comulgar con ruedas de molino cuando ya lo sé. Eso no quiere decir que no siga siendo comunista, otra cosa es que no haya visto el comunismo en ningún sitio, ni lo veré. Y no me arrepiento de nada, porque no participé en ninguna lucha armada, entre comillas. Porque llamarle lucha armada a pegarle un tiro a dos polis…pues tampoco es mucha lucha armada. Eso lo mandaban hacer los de Francia, claro, ¡no te jode!

–Vuelves luego a España y acabas como presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid durante varios años
–Cuando llego de Albania me mandan de presidenta de la asociación de amigos España Albania para hacer los viajes, actividades en defensa de Albania y esas cosas. Pero yo llego diciendo que no puede haber ningún militante que no esté en ninguna organización de masas. Es decir, que yo no concibo que haya un militante que venga a la reunión de célula a hablar por hablar pero no está en ninguna parte haciendo nada. Entonces yo estoy en la asociación de vecinos y declaran mi casa en ruinas, y ahí montamos un movimiento contra los desahucios por las casas en ruinas. Empiezo con esa batalla y fui durante 25 años responsable de urbanismo y rehabilitación urbana de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid. En teoría eso todavía existe, pero lo peor que te puede pasar es que los supuestos tuyos lleguen al ayuntamiento, porque te desmovilizan.

–Y en ese tiempo, ¿mantienes el contacto con Albania?
–No, lo mantiene Ramón. Ramón iba cada dos años, o menos, yo ni voy. El último viaje que hice fue en el 90 o 91, que iba como guía, y ya no voy hasta 2009, cuando Ramon ya tiene cáncer. Y luego, después de morirse él, voy en 2013, en 2015 y ahora voy mucho. Este año dos veces, en noviembre y otra vez en diciembre.

–¿Cómo notas que cambió el país en esas dos décadas en las que no fuiste?
–Pues no veo que haya cambiado. Salen de la dictadura al capitalismo de casino. Los 90 fueron una época horrible en Albania, era siniestra. Cuando vas al norte, por ejemplo, y dices “hostia, ¿y estas casas?” Pues es que cuando la guerra de Yugoslavia, como no podían pasar armas por Europa, se pasaban por allí. Los hermanos dejaban pasar las armas para matar a los kosovares.Y que es todo así. Como pasó en la Unión Soviética, la dictadura convirtió a mucha gente en amoral. La mafia albanesa es amoral. Eso de que cojas a tus primas y las pongas de putas en Italia o en Grecia me parece muy fuerte. Hay una amoralidad especial que no es solo la crueldad. Porque las mafias son crueles y matan, pero es cómo matan y cómo prostituyen a sus mujeres. Eso es una cosa curiosísima, que ni siquiera el capitalismo de aquí ha llegado a ese punto. Y la corrupción. Aquí tu no tienes que pagar por ir al médico. Aquí la corrupción está arriba, en la especulación inmobiliaria y eso. Pero a nuestro lado no hay corrupción, y allí está generalizado. Mi amiga me dice que es horrible, que tiene que aprobar a no sé quien porque es la hija de no sé quien. ¡Pues montad un puñetero sindicato! Esto es intolerable. El hijo de un ministro italiano no sé cuantas carreras compró allí. Lo que pasa allí en la universidad es intolerable. ¿Y por qué cojones no lo denunciáis? Claro, ¿a quién? No hay periódicos, no existe organización social. No ha habido nunca organización social. La que se supone que había la montó el partido. Los sindicatos no eran sindicatos, porque denunciaban a los obreros. La liga de escritores y artistas mandaba a los escritores y artistas a la cárcel. Las organizaciones para ellos son el terror, y así les va.

–Conoces a Ismail Kadaré, el más famoso de los escritores albaneses, ¿verdad?
–Sí, y cuando nosotros estábamos allí él lo pasó fatal. Lo conocía sobre todo Ramón. No se exilió durante la dictadura, sino poco antes de la llamada transición, porque vio que no cambiaba nada y se fue a París. Durante la dictadura pudo escribir y publicar siempre. Realmente Enver Hoxha le protegía. Primero, porque eran de la misma ciudad. Además Kadaré es el primer escritor que tiene éxito en Francia, así que no se le puede tocar o convertirlo en mártir o disidente. Además, en una de sus grandes novelas, “El gran invierno”, pone a Hoxha de personaje, que encima es buenísimo. “El gran invierno” cuenta la ruptura de Albania con la Unión Soviética. Cuando Hoxha va a la conferencia de los 81 partidos, todos llamándole de todo, la Ibarruri llamándole de todo, y él manteniendo el tipo rompe con la Unión Soviética. Eso es muy heroico. Claro, es por eso que parecía David contra Goliat, ¿cómo no iba a ser el único país socialista del mundo? Eso era una epopeya de la hostia.

–¿Entiendes la traducción literaria como una forma de derribar estereotipos sobre los otros, sobre los que son diferentes?
–Como un puente cultural, sí. Cuando la guerra de Yugoslavia, mis compañeros de la federación de vecinos, que eran del PCE, no sabían dónde estaba Albania: “Pero, los albaneses, ¿qué son?, ¿como los gitanos?” No se sabía nada de Albania. Además era un país cerrado, y era como si los albaneses fueran una especie de extraños seres salvajes. Una percepción de ignorancia absoluta, o de ignorancia atrevida, que es la peor. Y efectivamente, la traducción es un puente cultural.

–Hasta donde sé, eres la única traductora española del albanés, ¿te supone una carga, una sensación de excesiva responsabilidad?
–El problema de ser la única traductora es que, por narices, cualquier cosa que me encarga la editorial la tengo que hacer. Todos los que vais a Albania u os interesa Albania acabáis en María. Entonces me siento como un menhir albanés. Cuando se muere Ramón, y todos los escritores albaneses, el primero Kadaré, y Fatos Kongoli, y Bashkin Shehu, se quedan “se acabó, ya no nos traducen al español. No hay nadie que nos traduzca”. Y aparezco yo, ¡no, tranquilos! Si yo no sé decir que no a nada colectivo, llevo toda mi puñetera vida en eso. Entonces lo que sé, lo doy. Si no, ¿para qué lo quiero?

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