El pasado 17 de diciembre murió inesperadamente en su casa, a los 71 años, Marcelo Cohen, un día antes de la final del Mundial de Fútbol de Qatar. Mencionamos este dato porque Cohen, además de ser un excelente y prolífico traductor y una relevante figura de las letras argentinas, era futbolero de alma. Andrés Ehrenhaus, colaborador habitual de este blog, compartió con él y muchos otros veinte intensos años de exilio en Barcelona y rinde sentido homenaje al amigo perdido que fue, además, quien lo inició, muchos años atrás, en los arcanos de la traducción editorial.
con marcelín jugamos muchos años
formando una pareja de zagueros
que usaba los recursos literarios
para paliar los déficits del juego.
menciono su jugada preferida:
pisaba la pelota en media cancha,
henchía el pecho y alzaba la vista
y ante el asombro general silbaba
como si fuera el almirante nelson
sentado en el barril de trafalgar;
el tiempo se paraba hasta que un lelo
le afanaba la globa sin piedad.
así marcelo voy a recordarte:
sensible, corajudo y elegante.
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