El pasado 16 de marzo, los filólogos Bárbara Marqueta Gracia, de la Universidad de Zaragoza y Francisco Javier Rubio Orecilla, de la Universidad de Salamanca, publicaron en The Conversation este artículo a propósito de errores de traducción consagrados como buenas traducciones.
¿Es la palabra medio ambiente una mala traducción?
La historia de las lenguas, como la de nuestras vidas, está repleta de pequeños malentendidos que tienen consecuencias con las que aprendemos a convivir. Este artículo va a tratar, precisamente, de malas traducciones, y de cómo muchas de ellas han pasado a formar parte del español, sin que su origen sea ya relevante. ¿Cómo dejamos que sucedan estos errores?
En primer lugar, hay que tener presente que las lenguas naturales cambian constantemente, y que muchos de estos cambios son el resultado de “errores” (inconscientes) de transmisión de la lengua, fenómeno conocido en Lingüística como reanálisis.
También ayuda que, ya desde muy pronto, aprendemos a no tomarnos los errores lingüísticos demasiado en serio. Los niños usan incorrectamente muchas palabras mientras están aprendiendo a hablar. Además, ¿quién no ha jugado alguna vez al “teléfono roto” y se ha divertido comprobando cómo se distorsiona un mensaje original a través de la cadena de oyentes?
Finalmente, los hablantes de una lengua entran en contacto con otras, de las que toman palabras y estructuras prestadas, con mayor o menor acierto. Por eso podemos encontrarnos con traducciones desafortunadas desde que tenemos registros escritos.
De ‘traiciones’ bíblicas y bélicas
Traduttore, traditore. Como reza el dicho italiano, traducir es cosa de traidores. Y hay errores de traducción que forjan leyendas.
Durante siglos, se representó a Moisés con cuernos porque en la traducción latina de la Biblia, la Vulgata de San Jerónimo, se dice que este descendió del Monte Sinaí sin percatarse de que su cara estaba cornuta, ‘cornuda’.
Múltiples blogs y sitios de internet acusan a San Jerónimo de haber confundido la palabra hebrea qāran “resplandecía” con qeren ‘cuerno’.
En realidad, San Jerónimo estaba usando metafóricamente la expresión cara cornuda para traducir que su cara resplandecía, tal y como aparece en la traducción griega de la Biblia. San Jerónimo trabajaba con la traducción griega junto al texto hebreo. Simplemente, en la Antigüedad tardía los cuernos se consideraban una manifestación simbólica del poder de la divinidad.
No menos sonada es la polémica existente en torno a la siguiente frase del Nuevo Testamento: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios” (Mateo 19:24).
Muchos han sospechado que se trata de un error de traducción, probablemente de hablantes de arameo pasando las enseñanzas de Jesús al griego. Hay dos hipótesis: la primera, una confusión entre las palabras griegas para camello (κάμηλος) y soga (κάμιλος), algo quizá más factible de enhebrar. La confusión se habría visto facilitada porque la segunda vocal de las dos palabras (kámēlos : kámilos) se pronunciaba igual en esa época.
Como las comparaciones con el camello son muchas en la Biblia, hay una segunda hipótesis: que las palabras empleadas para ojo de la aguja, distintas en cada Evangelio, signifiquen en realidad grieta. En este caso, el camello tendría dificultad para pasar, simplemente, por un lugar demasiado estrecho. Como sucede con los cuernos de Moisés, se trata de un problema de choque cultural: siglos después, lo que a San Jerónimo o a cualquier habitante de Oriente Medio le sonaba normal, a un lector de otro contexto le podía resultar extraño.
El silencio atómico de Japón
Es célebre otro supuesto error de traducción de tintes históricos: la interpretación de la palabra japonesa mokusatsu como ‘lo despreciamos’ en lugar del pretendido ‘sin comentarios’. Mokusatsu fue la respuesta oficial de Japón a la demanda aliada en la Declaración de Potsdam de rendirse incondicionalmente en la Segunda Guerra Mundial.
La expresión era ambigua y agresiva (el sentido literal de los signos japoneses es asesinato silencioso). Se interpretó que Japón rechazaba esos términos, algo que contribuyó a la decisión del presidente Harry S. Truman de llevar a cabo los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Tras la guerra, Japón esgrimió como justificación un error de comprensión por parte del mando norteamericano. Desde luego, traducir de una lengua a otra no siempre es comprender una cultura ajena.
¿Medioambiente se originó en un error de traducción?
Uno de los casos más comentados es el que atribuye a una traductora sueca en 1972 la acuñación del término medioambiente (o medio ambiente), debido a un descuido en la traducción de environment juntando sus dos sinónimos en el diccionario: ‘medio, ambiente’. Simplemente, omitió la coma.
Pero parece discutible que usar en español la expresión medio ambiente se deba a un error de traducción.
Como filólogos que somos, para verificar la fecha de incorporación de la palabra acudimos a los corpus de la Real Academia Española. En este caso, el Corpus del Diccionario histórico de la lengua española nos deparaba una gran sorpresa: la primera documentación de medio ambiente con un significado claramente afín al que manejamos actualmente se da en un texto de José Echegaray ¡de 1870!
No es una casualidad, ni mucho menos. La escritora Emilia Pardo Bazán también lo emplea hasta cuatro veces en La cuestión palpitante de 1883, al igual que Juan Vilanova y Piera, en su Compendio de geología de 1872.
Así que parece que podemos descartar que esta expresión deba su presencia en nuestra lengua a una señora sueca (a lo sumo, sería responsable de su revitalización). Sobre la necesidad de una divulgación lingüística informada hemos advertido en otros foros.
Compuestos tautológicos y redundancias
De haberse conformado, efectivamente, la palabra medioambiente por el solapamiento de dos sinónimos, nos encontraríamos con una unidad, poco frecuente, que se denomina compuesto tautológico, como la palabra pathway en inglés, literalmente, ‘camino, camino’.
Mucho más habituales son los ejemplos de lo que se denomina redundancia léxica, como insistir de nuevo o peluca postiza. En definitiva, no solo los hablantes extranjeros cometen errores de uso que implican la repetición de conceptos.
Es de humanos cometer errores… y de máquinas también
En pleno siglo XXI, es imposible estar en el mundo y no toparse con errores humanos de traducción. Internet se hace eco de los más hilarantes. Ahora bien, las decisiones de traducción humanas son a veces, por casualidad o quizá por el buen hacer, fuente de inesperados hallazgos.
Augusto Monterroso, en su divertido ensayo Sobre la traducción de algunos títulos comentaba con sorna diversos ejemplos: José Bianco tradujo The Turn of the Screw de Henry James por Otra vuelta de tuerca; la traducción literal hubiera sido La vuelta del tornillo, que en inglés se refiere a ‘coacción’. Obviamente, Otra vuelta de tuerca suena mucho mejor que la traducción literal, es mucho más expresiva que La coacción, y por eso se ha integrado en el uso habitual.
En el caso de The Importance of Being Earnest de Oscar Wilde, su traducción literal es La importancia de ser formal (o serio)’, pero se suele conocer en el mundo hispánico por La importancia de llamarse Ernesto, un buen intento de mantener cierto tono juguetón, ya que en el original inglés, earnest es una alusión al (presunto) nombre del protagonista, Ernest. Lo cierto es que hubo intentos de mantener el juego de palabras, cambiando el nombre del personaje por Severo o Franc (en catalán)
En lo que respecta al uso de las inteligencias artificiales, incluso la traducción automática del inglés, tan perfeccionada, falla estrepitosamente a la hora de identificar matices como los que median entre una auténtica joya y una joya auténtica o un montón de libros y unos libros del montón (compruébelo en casa).
Así, queremos convocar a los profesionales de la traducción de lenguas diversas para que firmen un artículo en The Conversation compartiendo las más disparatadas interpretaciones que la traducción automática hace de pasajes de su lengua.
Quizá, el día que las máquinas resuelvan cuestiones lingüísticas mejor que las personas, sea el día que por fin un camello pase por el ojo de una aguja.
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