Publicada en Málaga Hoy, el pasado 11 de marzo, la siguiente nota de Pablo Bujalance da cuenta del proceso de lectura que llevó al español Antonio Álvarez de la Rosa a publicar un ensayo sobre el ideario de Gustave Flaubert. En la bajada se lee: "El escritor, traductor y catedrático presenta Flaubert a la carta, la obra ganadora del Premio Málaga de Ensayo en su última edición y que publica Páginas de Espuma"
"Fondo y forma son las dos caras de una misma cosa"
Dejó para la posteridad Gustave Flaubert esta famosa sentencia: "Dios está en los detalles". Y la cita parece encarnarse con fidelidad en Antonio Álvarez de la Rosa, escritor, traductor, catedrático de Filología Francesa en la Universidad de La Laguna (Tenerife) y divulgador incansable de la literatura francesa en España. Ya no solo por todo cuanto su escritura debe al autor de La educación sentimental, sino por su disposición atenta y amable al entorno, dispuesto a que ningún rasgo quede inadvertido. Traductor de Maupassant, Hugo, Le Rouge, Schwob, Echenoz y el mismo Flaubert, Álvarez de la Rosa se proclamó recientemente ganador del Premio Málaga de Ensayo en su décimo sexta edición, dotada con 10.000 euros, con su libro Flaubert a la carta, que presentó este martes en el Ayuntamiento de Málaga en compañía del alcalde, Francisco de la Torre; la concejal de Cultura, Mariana Pineda; y el editor Juan Casamayor, director de Páginas de Espuma, el sello encargado de publicar la obra. El jurado, integrado por Javier Gomá, Estrella de Diego, Espido Freire, Alfredo Taján, el citado Juan Casamayor y la directora del Área municipal de Cultura, Susana Martín Fernández, como presidenta, decidió por unanimidad conceder el premio a un libro consagrado a la obra del autor francés pero estrechamente vinculado a la mejor tradición del ensayo en España, la que desde la Generación del 98 hace de la lectura de los clásicos una cuestión más vital que académica, más contemporánea que pretérita.
Aunque, tal y como anuncia en la primera línea de su libro, Álvarez de la Rosa llevaba años "rumiando la idea de escribirse a la sombra de Flaubert", la idea definitiva de Flaubert a la carta prendió en 2021 en Ruán, a donde el catedrático se trasladó para participar en los actos convocados por el segundo centenario del creador de Madame Bovary. A partir de entonces, el autor vivió una particular inmersión en la correspondencia de Flaubert tras la que asumió la decisión de escribir una autobiografía intelectual a partir de las líneas propuestas en sus cartas por el mismo Flaubert y sus coetáneos: "Mientras daba vueltas a la idea de contemplarme en su espejo, me pareció inquietante y hasta ridículo que, casi en cada página que iba escribiendo, siguiera tronando la voz de Flaubert. Sin embargo, me empezó a parecer normal. Acababa de salir de una prolongada y estrecha convivencia imaginaria con él, con su vida y, sobre todo, con sus cartas y no era raro que estuviese a la sombra de su imponente figura". De hecho, Flaubert a la carta se articula en torno a ese encuentro imaginario con el escritor francés con el reconocible paisaje de Ruán y sus moradores como telón de fondo. Subido a hombros de tal gigante (y de otros muchos, de Montaigne a Steiner pasando por Cocteau y Rabelais), Álvarez de la Rosa escribe, cargado de razones, sobre su mundo, el presente, "desde la suprema importancia de la palabra precisa, la estupidez generalizada y la comodidad del tópico que carcomen el pensamiento del ser humano, pasando por la revolución femenina, el enigma del amor, los problemas sociales, la necesidad de dialogar con los clásicos, la duda como motor de la inteligencia y de la búsqueda de la verdad, el escepticismo ante el poder, cualquier poder".
A la hora de adoptar esta óptica para atender a la realidad actual, Antonio Álvarez de la Rosa se atiene escrupulosamente a la máxima flaubertiana por la que tan importante como lo que contamos es cómo lo contamos: "El anzuelo que me ha tenido enganchado a Flaubert no fue, salvo que mi memoria sea más traidora de lo que creo, solo admiración por sus novelas, ni el alto voltaje reflexivo de sus cartas. Fue y sigue siendo descubrir, a través de su poética, que el fondo -la historia contada, los personajes protagonistas- y la forma -la manera de contar los hechos y los pensamientos- han de ser las dos caras de una misma cosa", escribe el autor al respecto. De ahí que aquella importancia que Flaubert concedía a la palabra precisa se revele de urgente necesidad ahora, cuando de nuevo asistimos al reto de llamar a las cosas por su nombre; esto es, una experiencia veraz exige un conocimiento profundo de la lengua con la que construimos la realidad misma: "¿Los seres humanos somos algo sin la lengua que hablamos? ¿Tiene añgo que ver la lengua con el hecho de que abandonáramos las cuevas, inventáramos la rueda o la azada e incluso el teléfono móvil? Si pensar sirve de algo, ¿puede existir y desarrollarse el pensamiento sin conocer la lengua todo lo profundamente que se pueda?"
Y añade Álvarez de la Rosa a modo de advertencia fundamental: "Los ciudadanos aún puede hacer algo frente al uso perverso que los poderes -políticos o financieros- hacen del lenguaje. Y lo que podemos y debemos hacer, salvo que solo queramos vivir en, sobre o tras una pantalla, es llamar a las cosas por su nombre. Para poder intervenir en la política y en nuestra sociedad, lo primero que necesitamos conocer es la verdad y para ello es imprescindible conocer la lengua". Ya este miércoles 12 de marzo estará Flaubert a la carta disponible en las librerías para que este reconocimiento del mundo de la mano de Flaubert quede al acceso de los lectores. Como una invitación firme a compartir de manera activa la premisa de que la lectura no se conforma con habitar la realidad, sino que ansía transformarla.
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