lunes, 6 de octubre de 2025

"Dos personas leyendo el mismo libro a velocidades diferentes"

La semana empieza con la columna que Guillermo Piro publicó ayer en el diario Perfil, a propósito de los clubes de lectura, uno de los supuestos males de nuestro tiempo.

El lector es un cazador solitario

El otro día paseaba a mi perro en el parque y había una pareja tirada sobre el pasto que leía. Es decir, no es que cada uno leía su libro, sino que los dos leían el mismo. Estaban boca abajo sobre una lona y leían, y para cambiar de página, ella le daba a él una cachetada en la cabeza o en la pierna. A lo mejor soy un viejo avinagrado, pero yo podría matar por mucho menos. La lectura es sagrada y solitaria, carajo.

Esa idea de la lectura en solitario, como los viajes que circunvolucionan el mundo y las masturbaciones, se contrapone a otra, bastante en boga, de los clubes de lectura. Existieron siempre, tal vez con otro nombre, pero tuvieron su punto más alto de proliferación durante la pandemia, favorecidos por el interés general por cualquier cosa entretenida que se pudiera hacer dentro de cuatro paredes. La lectura se presta particularmente a este fin, llamémoslo promiscuo: muchos la consideran una actividad íntima, personal y solitaria, mientras que para otros se trata de algo basado en el intercambio y el diálogo.

Además del impacto de la pandemia, la difusión de los grupos de lectura entre los jóvenes deriva probablemente de la influencia de la cultura estadounidense, donde los clubes de lectura existieron desde siempre y donde muchas celebridades tienen uno. El más conocido es el Oprah’s Book Club, de la conductora estadounidense Oprah Winfrey, fundado en 1996. Winfrey dedicaba una emisión al mes de su programa The Oprah Winfrey Show a un libro anunciado semanas antes, con la idea de que entretanto los espectadores lo hubiesne leído. Durante la emisión, Winfrey conversaba con el autor o la autora, y a veces hasta invitaba a un grupo de espectadores que había leído el libro. En 2017, la actriz Emma Roberts fundó Belletrist, una “comunidad de lectura online” dedicada a los libros y a las personas que los aman. Hace mucho menos, en 2021, Dua Lipa lanzó Service95, una newsletter semanal y un sitio de lifestyle al que está conectado también un club del libro: este año entrevistó a muchos autores, entre ellos a la Premio Nobel Olga Tokarczuk, Ocean Vuong, George Saunders, Percival Everett y Paul Murray.

Pero hay más: el Reese’s Book Club de Reese Witherspoon, el Library Science de Kaia Gerber, el TeaTime Book Club de Dakota Johnson y el Natalie’s Book Club de Natalie Portman. Una vez al mes, Portman anuncia una nueva lectura y charla con la autora de un libro en una conversación grabada para sus seguidores. Este año, Portman conversó con Rebecca Solnit, Jacinda Ardern, Helen DeWitt, Jessica Stanley, Anne Applebaum, Amanda Nguyen, Yasmin Zaher y Jenny Odell. Emma Watson también tiene el suyo: Our Shared Shelf. Florence Welch tiene el Between Two Books. Sarah Jessica Parker, además de haber fundado el Book Club Central, creó su propia editorial, la SJP Lit. No entiendo por qué son todas actrices. La moda todavía no aterrizó en la Argentina, pero no va a tardar mucho para que las actrices funden su propio club de lectura. Llevan la delantera Laura Azcurra y su club Polisemia.

Aparentemente, a muchos lectores (en realidad a todos) les gusta conversar sobre lo que leen, eso es indiscutible e inevitable. Pero la escena del otro día en el parque hablaba de otra cosa: dos personas leyendo el mismo libro a velocidades diferentes, porque de lo contrario no habría hecho falta anunciarle al encargado de pasar la página que podía hacerlo. Y sin embargo, lo que me sorprendió no fue tanto eso, como el gesto elegido para el anuncio: una cachetada, a veces en la cabeza, a veces en la pierna. Era algo que hasta le resultó intolerable a mi perro: lo conozco, puedo asegurar que la cosa lo inquietaba. Lo que no pude descubrir era qué estaban leyendo, a lo mejor ese dato hubiese explicado todo. Kato gruñía cada vez que ella le daba un golpe en la cabeza a él. No quiero hablar por hablar, pero podría asegurar que sonaba a hueco.


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