miércoles, 29 de abril de 2015

Pequeñas editoriales en la Feria del Libro

El pasado 24 de abril, sin firma, apareció en la revista Ñ el siguiente artículo sobre pequeñas editoriales argentinas. La bajada dice: "Manejadas por dos o tres personas que cubren todas las tareas, persiguen ediciones cuidadas y arman catálogos fuera del canon".

Encontrar tesoros en el bosque de palabras

Silvestre es una palabra que se repite en más de dos oportunidades; aparecen conceptos como “automatismo estilístico” y “diletantismo profesional” y siempre las nociones de gusto, curiosidad y búsqueda en las diferentes charlas con editores jóvenes, hacedores de proyectos que empezaron siendo artesanales y que, en varios casos, han alcanzado grandes volúmenes de venta, una amplia circulación, pero sobre todo han consolidado sellos de calidad, innovación y compromiso con cada uno de los títulos que hacen parte de sus catálogos. La fórmula es la clásica uno más uno y la clave las tareas múltiples. Editores que más temprano que tarde comprendieron que si los libros que querían leer no existían en el mercado, podían ser ellos los que los hicieran nacer; y en el camino se cargaron al hombro no sólo la selección, edición, maquetación, diseño y corrección de los libros, sino también los tratos con las imprentas, los pagos, las demandas, las elecciones de papel y la distribución: ese ir de puerta en puerta a mostrarles los libros a los libreros o directamente a los lectores.

“En el momento en que arrancamos el principal impulso fue encontrar un espacio para trabajar vinculados a las cosas que nos interesaban. Estábamos en la facultad y no teníamos ni la menor idea de en qué consistía el trabajo editorial. Eramos lectores y habíamos sido libreros. Ese era todo nuestro vínculo con la industria editorial. No teníamos una noción muy proyectiva de las características que iba a tener la editorial. Sabíamos que era un lugar en el que queríamos encontrarnos con la literatura que nos interesaba a nosotros. Con el paso del tiempo fuimos aprendiendo todos los procedimientos y de a poco fuimos dándole a nuestros gustos una coherencia de catálogo, una forma discursiva y estética, que fuera razonable, que tuviera consistencia”, cuenta Diego Esteras, director –junto a Ezequiel Fanego– de Caja Negra, editores del año –elegidos por los libreros– en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de 2014. Celebran diez años haciendo libros, han abierto su propia distribuidora y su catálogo, que cuenta muchísimos títulos traducidos por primera vez al español, una fiesta para los buscadores de oro.

“Empezamos publicando los libros que nos partían la cabeza, que leíamos en la facultad y que no estaban editados o no se conseguían por ningún lado. Empezamos en el deseo de que otros pudieran leer lo que tanto nos había inquietado y nos puso muy felices ver que realmente había una avidez por ese tipo de libros”, resumen Hernán López Winne y Víctor Malumián, hacedores de Godot, una editorial con más de setenta títulos, inmensos autores del ámbito de las ciencias sociales y una colección de exhumaciones en la que rescatan viejos textos de inquietante actualidad. Al momento de lanzar la editorial ya llevaban cinco años haciendo la revista Esperando a Godot, que había nacido en el ámbito universitario y que terminó ganando lectores mucho más allá de las aulas. “En la revista cometimos todos los errores que podíamos cometer y eso nos sirvió para cuando llegaran los primeros libros”, bromean.

Tanto Caja Negra como Godot han consolidado sus sellos no sólo en la Argentina sino en un amplio mercado hispanohablante, sin que ello los haya corrido ni un paso de las premisas con las que fundaron sus estructuras editoriales iniciales. Ambas siguen siendo casas pequeñas, atendidas por sus propios dueños en la sala y el comedor, y sobre todo apegadas a la calidad, el desafío y la apuesta. Las dos participan de la Feria del Libro en stands colectivos, Caja Negra como uno de los 7 Logos y Godot con los Sólidos platónicos, dos espacios que parecen imantar a los lectores más inquietos.

En Córdoba, la corriente de la edición trae mucha agua de la cual beber y uno de los proyectos que abre caminos es Caballo negro, surgida en 2008. Alejo Carbonell, uno de sus creadores, recuerda que tras una experiencia más hippie decidió –junto a dos amigos– pensar un catálogo e intentar delinear un plan de edición, aunque reconoce: “No sabíamos nada de este inmenso oficio y muchas de las inquietudes iniciales siguen aún irresueltas”. El puntapié inicial del sello fue el libro de poesía Sueño americano , de María Teresa Andruetto, que le dio un fuerte espaldarazo. “Voy a decir algo que no nos cree nadie, nosotros no teníamos ni idea de lo que movía la Tere. A nosotros nos gustó el libro. Yo la había escuchado leer unos poemas una vez y cuando armamos la editorial le escribí para pedírselos. Ella fue muy generosa y hoy es como una tía”, explica entre risas el editor.

En diálogo con Caballo Negro, pero desde Rosario y mirando a lo que ellos llaman “el bajo litoral expandido”, va tejiendo su tela con colores vivos y bellas letras regionales la editorial Ivan Rosado, Ivan, así, sin tilde. “A lo mejor el motivo principal para armar la editorial fue darle un formato físico e inventarle una circulación a materiales muy estimulantes para nosotros. Pensamos que elaborar un catálogo es un trabajo estético, como hacer un dibujo, una obra. Y así, como cada libro publicado es una obra en sí, de su autor en particular, nosotros creemos que el catálogo es nuestra obra, una cadena de ideas, nombres, materiales simbólicos”, enumeran Ana Wandzik y Maximiliano Masuelli y comentan que el nacimiento de la editorial coincidió con el de su hijo. La vida del sello está enlazada con la propia vida, puertas adentro y puertas afuera, porque editores como ellos no sueltan nunca sus libros.

“Los libros van de aquí para allá en nuestras mochilas, procurando que lleguen a donde tengan que llegar. Los llevamos con nosotros a donde quiera que vayamos”, repiten Mariano Quirós y Pablo Black, responsables de Mulita ediciones, que con un manojo de libros fresquitos se han plantado desde el Chaco y empiezan a dar que hablar. “Buscamos que los libros que publicamos sean los que nos hubiera gustado escribir y mucho más rápido de lo que hubiéramos esperado empezamos a recibir consultas y textos de autores que nos rompieron la cabeza”, cuentan y menciona a Tony Zalazar, Orlando Van Bredam y Matías Aldaz “un autor de triple nacionalidad –entrerriano, correntino, porteño– que nos acercó esa joyita que es su libro La lluvia cae en todas partes y que provocó un hermoso estallido, tanto literario como geográfico, de nuestra editorial: tanto, que el próximo libro de Mulita es Nada personal , del porteño/tucumano Fabián Dorigo”.

Con recursos que siempre son escasos, frente a pujas con retadores inmensos, la defensa indiscutida de estos sellos es su catálogo, modelado al amparo más del gusto que de la planificación. “Vamos sin apuro y no nos dejamos encandilar por cómo se está escribiendo en cada época o quién está escribiendo en cada época. No nos interesa ir detrás de ninguna hegemonía. Nosotros no hacemos autores, hacemos libros”, enfatiza Carbonell y habla de la reciente decisión de editar una traducción local –de Gastón Sironi– de Vuelo nocturno , de Antoine de Saint-Exupéry.

“El nuestro es un catálogo silvestre, en el sentido de que un poco se va creando solo, una obra llama a otras obras, un autor a otro. Pero además es un catálogo re argentino, desde el Litoral, que mira en simultáneo producciones del pasado y del presente”, explican los editores de Ivan Rosado, que exhibirán sus libros en la Feria en el stand de Santa Fe.

Todos los editores mencionan cierta cohesión interna en los catálogos. “Siempre se trató de seguir una constelación personal, pero con el paso del tiempo fuimos viendo qué tenía mejor recepción y aprendimos a leer mejor el mercado, los espacios en los que había faltantes que eran más importantes. A mí me gustan mucho los libros con los que abrimos cosas, comportamientos editoriales que eran nuevos para nosotros pero que se hicieron valiosos para los demás, como Después del rock , de Simon Reynolds –traducido por Gabriel Livov y Patricio Orellana– con el que abrimos una línea de publicaciones que encontró lectores, o Volverse público , de Boris Groys –traducido por Paola Cortes Rocca– que inauguró la colección Futuros próximos, de ensayos y textos críticos sobre problemas muy contemporáneos”, cuenta Esteras.

Los responsables de Mulita califican su catálogo simplemente como “honesto” y desde Godot reconocen que empezaron por publicar lo que les gustaba “Abelardo Castillo nos dijo una vez que sus revistas eran simples de hacer porque publicaba lo que le gustaba y como consideraba que él no era muy original, a mucha gente le debería gustar lo mismo. Lo nuestro es un poco así. Hasta aquí la gratificación más importante que tuvimos fue la publicación de El resto indivisible , de Slavoj Zizek –traducción de Ana Bello– porque hicimos una apuesta muy fuerte y salió bien”, concluyen. Hacer una apuesta fuerte en estructuras como estas es ni más ni menos que poner todo en juego, creer y animarse a saltar una y otra vez.


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