Como es posible que muchos lectores de este blog sepan, hace dos días empezó una nueva edición del FILBA (Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires), para el cual, además de muchos escritores argentinos y latinoamericanos –el país invitado de este año es Brasil– ha venido un gran número de autores de todas las latitudes. Entre otros, Kjell Askildsen, Dag Solstad, Nicole Brossard, Richard Gwyn, Erling Jepsen, Ermanno Cavazzoni y J.M. Coetzee.
Antes de ayer, 10 de septiembre, tuvo lugar una mesa que, con el título "Vivir en otro idioma" y moderación de Patricio Zunini (en la foto, sentado en el extremo izquierdo), convocó al holandés Cees Nooteboom, a la japonesa Minae Mizumura y al argentino Martín Caparrós, autores que, a lo largo de sus respectivas carreras, también tradujeron libros ajenos. Y, como era inevitable que sucediera, se llegó a la traducción y a los problemas que ésta les trae tanto a los que traducen como a los traducidos. Hubo entonces dos momentos particularmente divertidos.
El primero tuvo lugar cuando Cees Nooteboom (foto) habló de su novela En las montañas de Holanda. Según su propio relato, el texto trata de una Holanda imaginaria, con dos zonas bien diferenciadas:el Norte y el Sur. El Norte es plano, austero, burocrático, y tiende, según quien narra –un ingeniero de caminos español, llamado Alfonso Tiburón de Mendoza– al absolutismo. El Sur, por el contrario, es montañoso y agreste, corrupto e impredecible. Justamente, para establecer bien esos límites, Nooteboom contó que se había servido de palabras holandesas medievales, las cuales le permitían trazar una línea de frontera bien neta.
El traductor al castellano en la ocasión fue el catalán Felip Lorda (1918-1992), político y crítico literario, en quien Nooteboom depositó toda su confianza y para quien, durante la velada, tuvo palabras muy elogiosas. Sin embargo, contó que cuando la traducción estuvo lista y entregada al editor, quien, a su vez, se ocupó de dejar preparadas las galeras del texto para la impresión, Lorda lo llamó para avisarle. Y Nooteboom le preguntó: "¿Qué hiciste con las palabras en holandés medieval?". A lo que Lorda respondió: "¿Qué holandés medieval?". El público, entonces, estalló en carcajadas.
El siguiente momento que despertó la hilaridad de todos tuvo lugar cuando una traductora presente en la sala le contó a Minae Mizumura (foto) –y en consecuencia a todos los presentes– que estaba traduciendo a una autora japonesa al hebreo, lanzándose a un discurso que giró alrededor de las muchísimas dificultades de su empresa. Estaba en eso y comentando lo intrincado del estilo de la autora en cuestión, cuando Nooteboom, sinceramente curioso, preguntó quién era esa escritora. La traductora respondió y Nooteboom le preguntó a Mizumura si la conocía, ante lo cual, de la manera más ingenua y sin la menor sospecha de mala voluntad, la autora dijo: "Sí, claro que la conozco. Escribe en un estilo muy fácil y transparente".
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