lunes, 16 de abril de 2012

Ehrenhaus vuelve a las fuentes

No se trata de la toma del Palacio de Invierno, sino de mero sentido común. Curiosamente, Andrés Ehrenhaus parece tenerlo (al menos en esta ocasión). Por eso reproducimos su columna publicada en El Trujamán, el 14 de abril pasado.


Plustrabajo y traducción

Seguramente algunos no saben y muchos hemos olvidado que estamos como estamos (y no me refiero a la crisis, ni a ninguna crisis, sino a la situación retributiva de quienes trabajamos para la industria editorial) esencialmente porque el hiato entre el valor de uso y el valor de cambio de nuestras traducciones ha sufrido una progresión inflacionaria tan imperceptible como nuestro perfil público e igual de salvaje que la inconciencia lingüística y cultural que la acompaña. Valor de uso: para qué sirve o cuál es la utilidad de una traducción (aparte de contribuir a la venta de un libro); valor de cambio: para qué sirve una traducción (aparte de dar a conocer una obra escrita en otra lengua). No hace falta haber leído a cierto peligroso sujeto de poblada barba y sus comentaristas para entender que cuanto mayor sea la distancia entre la utilidad social de una traducción y su función de moneda (verbigracia, de abstracción financiera ajena a sus usos reales), mayor será la cantidad de trabajo que estaremos poniendo a disposición de las fluctuaciones del mercado. Esa porción no necesaria que hemos de aportar a fin de que la industria recoja los beneficios (o reduzca las pérdidas) derivados de nuestra actividad y no deprecie su capital se llama plustrabajo.

¿A quién, me pregunto yo, le interesa trabajar más de la cuenta? A nadie en su sano juicio. Sin embargo, lo hacemos, y seguiremos haciéndolo mientras no consigamos reducir el hiato entre valor de uso y valor de cambio de nuestras traducciones. Bien. Llegados a este punto, nos enfrentamos a la primera y más evidente de las objeciones: ¿cómo vamos a incidir en una tendencia que no afecta sólo a nuestra modesta producción laboral sino a todas las imaginables en este sistema y en todos los anteriores en lo que a distintas variantes de explotación laboral se refiere? La respuesta es tan perogrullesca como osada: no dejándonos explotar gratis, esto es, no entregando nuestro plustrabajo a otros. La segunda pregunta es igual de evidente: ¿cómo se hace eso? Sin el fruto, aunque sea exiguo, de nuestro quehacer diario no podemos ni siquiera soñar con subsistir para seguir trabajando. No nos engañemos, no somos agricultores minifundistas que cuando menos pueden organizar una pequeña economía reticular de subsistencia: las traducciones no se comen. No producimos un artículo de primera necesidad y nuestro único comprador es, oh sorpresa, esa industria a la que le regalamos nuestro esfuerzo extra. What to do?, como diría otro que tal.

Habida cuenta de que el capitalismo se basa precisamente en el vértigo pecuniario causado por el mencionado hiato, desmontar el mecanismo de chupete de este sistema puede tener su ventaja. La idea es que reduzcamos la cantidad de plustrabajo inherente a cada traducción pero no sólo eso: además o sobre todo es fundamental que el fruto de ese plustrabajo nos lo quedemos nosotros. Si lo que entregáramos al editor no fuera un valor de uso que él recibe y manipula como un valor de cambio (o, para ponerlo en términos muy simples, que paga como materia prima pero vende como manufactura) sino un producto acabado que ya arrastra una pequeña pero significativa plusvalía, dejaríamos de regalar plustrabajo, pues nos lo estaríamos cobrando. Si esta perogrullada fuera posible, dejaríamos de trabajar para la industria editorial y pasaríamos a trabajar con ella.

De acuerdo, no derribaríamos el sistema. Tampoco pondríamos fin al carácter perverso de las mercancías. Ni siquiera cesaría nuestra explotación. La única diferencia estribaría en el destino y el usufructo de nuestro plus sudor. Dicho de otro modo: seamos socios minoritarios del libro, no sus esclavachos.

1 comentario:

  1. No dice cómo hacerlo... no deja de ser un programa político a la española, que no explica cómo llevar a cabo tan mesiánicas medidas.

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